CAPÍTULO UNO

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Toda esplendorosa y sinigual vivencia cultural, religiosa y natural; que ricamente enviste la cosmovisión del altiplano de tan bello país, bellamente adornada por hermosos valles de un verde refrescante y variedad de tonalidades, plasmados en la vegetación; sin desestimar el atrevimiento erguido de las montañas y volcanes imponentes, que Arceus ha heredado a todos, como esenciales que permanentemente establecen la comunicación perfecta con el fascinante mundo, propiedad del más grande creador de todo, que será atractivo de cada provincia.

Estos perfectos y divinos fenómenos, respetan a cabalidad su ciclo de permanencia en el universo, teniendo el mandato que dentro de su desarrollo natural, deben mecerse cuidadosamente en las orillas de los riachuelos, ríos, lagos, mares tranquilos que la inundan de paz y frescura vivificante, hilando coherentemente pensamientos históricos cargados de episodios milenarios y escritos en papiro, testimonios reales de una civilización que ha conmovido al mundo a través del tiempo... y que a pesar de los años todavían se escuchan las voces en la expansión de la creación, como eco sonoros y eternos de su existencia y su avanzada civilización.

Es en esa expansión del altiplano, en donde el firmamento por las noches se convierte en una luminosa diadema de estrellas y en donde el aire frío acaricia finamente con sus heladas cada amanecer, dejando sentir su presencia en la textura frágil de nuestra piel, en lo más estructurado de nuestro cuerpo y hasta en la más sensible y profundo de nuestro entendimiento.

Es ahí donde se encuentra sentada una ciudad digna de ser recordada, que data de hace cientos de años y que hasta la fecha permanece como la única realidad de una historia que no tiene fin, plegada de testimonios vivos, acaecidos en un espacio bajo la cobertura de la primera capital del reino de este país tan bello, custodiada celosamente por el primer guerrillero indómito, quien se trataba de un Zoroark, la cuál ha brillado, brilla y brillará mientras sus habitantes respetuosos de su identidad histórica, así lo quieran y se esfuercen por lograrlo.

A esta pintoresca, productiva y fría ciudad, llega una pokémon, de una edad de 20 años, que todavía era considerada por sus padres como su pequeña princesa. Dicha pokémon era de tez blanca, ojos naranja, de un metro con 75 centímetros de estaura, profesional en la educación formal, graduada en una de las universidades más prestigiosas del país y llena de energía para ejercer el cargo único de coordinadora local de un proyecto educativo, impulsado por las respectivas autoridades vigentes.

Lamentablemente llegaba a ese lugar investida, no solo de un manto político caótico, sino de hechos subversivos agrestes y controversiales, por cuanto tristemente la ciudadanía civil estaba siendo intimidada, azotada y perseguida por la controversia entre las autoridades de turno y un grupo de opositores, que hasta el momento no se han identificado plenamente y por eso la confusión que existía en la mente de los habitantes del país. Cinderace era el nombre de dicha profesional, que prontamente se hace indentificar por la patojada de la ciudad.

Sabiendo de la importancia que la juventud pueda practicar algún deporte, emprende la difícil tarea de integrar equipos de pokemones hembras de básquetbol y voleibol; por lo que en un mínimo tiempo del que no esperaba fuera así, reúne a las señoritas emprendidas entre las edades de 15 a 17 años para integrar los equipos respectivos, procediendo primero a la concientización de beneficio que recibirían; teniendo por supuesto la autorización de los padres; contando los días y horarios semanales para los entrenamientos y obteniendo los balones que se necesitaban; de tal manera que aventurando positivamente emprendieron dicha actividad extralaboral, la que realizan desinteresadamente.

Una tarde fría de invierno, este grupo de señoritas estaba entrenando en las canchas. En sus actividades de entrenamiento, supervisada por Cinderace; quien pasaba de disfrutar como sus alumnas hacían aquello, jamás imagino que se convertiría en una experiencia tormentosa, no solo para ella, sino que también de los que estuvieron presentes, todos allí tuvieron que suspender las actividades, porque habían escuchado una secuencia de ruidos sistemáticos, secos y precisos, provenientes de varios lugares del parque en el que se ubicaban, según lograban ubicarlos, pero que específicamente los localizaban en las vías que conducían a donde se encontraban. El estruendo era ascendente, provocando un profundo silencio en el área, permaneciendo en movimiento solo las manecillas del reloj y las ramas de los árboles, que se movían al ruido del estruendo, que a cada segundo era más audible y reconocible.

Deseándolo o no, pero obligados a estar compenetrados en el escándalo, todos los presentes allí, pudieron observar que se acercaban 4 batallones, uno por cada vía de ingreso al parque, conteniendo cada uno más de 100 individuos, debidamente identificados, armados y comandados, llevando una gorra que en la parte frontal llevaba el símbolo de una hoz, comúnmente señalados como guerrilleros. Todos, luego de haber reaccionado concientemente de lo que estaba a punto de suceder, en lo único que pensaron era resguardarse y para ellos lo primero que tenían que hacer era correr.

Cada pokémon lo hacía según sus posibilidades y según el espacio de acceso. Cinderace, preocupada en primer lugar porque era responsable de la integridad de las señoritas, y en segundo lugar, porque los padres de ellas habían aceptado tal actividad para sus hijas, solo porque sabían iban a ser dirigidas por ella, corrió hacia las instalaciones del gobierno municipal en busca de ayuda, ya que era el único edificio más cercano que tenía en esos momentos, por lo que llena de miedo tocaba insistentemente para que abrieran, pero los que estaban dentro, no dieron respuesta alguna, el miedo los hacía quedar sordos ante la insistencia de la tipo fuego.

Angustiada como estaba y viendo que las señoritas estaban en aquella cancha de básquetbol, Cinderace pudo ver que puertas de una miscelánea estaban a punto de ser cerradas, armada de valor corrió lo más rápido que pudo, sabiendo que era lo único que podía hacer; por lo que al llegar todavía fue admitida. Los pokemones que lograron entrar, cerraron sus ojos para agradecer a Arceus esa oportunidad de haberse protegido, deseando que aquella señoritas tuvieran esa misma suerte.

El corazón de Cinderace palpitaba rápidamente, permaneciendo con los ojos cerrados. Luego de unos minutos, los abrió y observó como 70 pokemones habían logrado refugiarse en aquel lugar, su único deseo era salvar su vida y la vida de sus pequeños hijos, porque les habían contado que en otras oportunidades, cuando esos pokemones llegaban a las ciudades en la forma como lo habían hecho, asesinaban a los que se encontraban en el camino, vociferando rebeldías en contra del gobierno de turno, queriendo obligar que todos pensaran como ellos.

Lo triste y lamentable no se dejó esperar, porque los que habían ingresado a la miscelánea, vieron sin nada poder hacer. Vieron cómo salvajemente acribillaban a un pokémon cobrador que pasaba en ese momento por los corredores de otro edificio cercano al inmueble, quien al no encontrar un lugar dodne refugiarse y sin saber que era lo que pasaba, perdió la vida.

El asesinato realizado por aquellos pokemones hizo que se extendiera el miedo en todos, sobre todos a los más pequeños, quienes lloraban sin recibir alguna explicación sobre tal crueldad. Concientes que hasta el más mínimo error provocado por ellos podría ser fatal, se esforzaban por mantenerse en silencio, el cual fue interrumpido por una explosión escandalosa provocada por un estallido de bombas, con los cuales habían destruido parte del edificio del gobierno municipal, haciendo que murieran 13 pokemones, dentro de las cuales estaba el jefe edil y otros funcionarios.

El silencio que prevalecía en la miscelánea fue más intensa luego de aquella explosión. Los que se habían refugiado en el lugar permanecían en el suelo y acurrucados muy cerca entre sí, principalmente las madres que abrazaban a sus hijos. Unos permanecían con los ojos cerrados y otros se miraban entre si. Solo se escuchaba el sonido de la respiración silenciosa, porque hasta temían que su propia respiración los delatara.

Un grupo de pokemones sin haber tenido la oportunidad de conocerse, se consolaban colocando de manera respetuosa su mano sobre el hombro de otro, sollozando en silencio, comfiando en Arceus que todo saldría bien, mientras otros se rendían a cuentas con Arceus rogando que los perdonara, porque imaginaban que, si habían destruido el edificio municipal, también podrían hacerlo con el lugar donde estaban.

Largo tiempo permanecieron en silencio, escondidos en una serie de pensamientos, afligidos por preguntas a las que no recibirían respuesta. Pensaron que los guerrilleros se habían marchado debido a que ya no había ruido alguno, lentamente salieron por grupos pequeños.

De la misma manera, pero llena de temor, Cinderace se atrevió a salir, dirigiéndose a varios lugares para preguntar sobre el paradero de las señoritas, hasta que por fin recibió respuesta de ellas se habían ocultado en otro inmueble.

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EL SILENCIO DEL AMOR (Lucario & Cinderace)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora