capituló 1

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   la chica en la tienda de antigüedades

¿Alguna vez has sentido tanta atracción por alguien que no puedes sacártelo de tu cabeza? ni siquiera en tus sueños o los pensamientos que tienes antes de dormir, y la peor parte es que no tienes la valentía de decírselo y es por eso que tus sentimientos parecen tomar más fuerza que antes.

Bueno, pues algo parecido es lo que me pasa con Max Kane, un chico en que apenas había reparado en los pasillos de la universidad, pero cuando una de nuestras clases coincidió... quedé prendada de él en menos de lo que me gustaría. Supuse que era un poco exagerado, ni siquiera había cruzado más que unas cuantas palabras con él, pero no me lo podía sacar de la cabeza, ¿eso es extraño?

Sí, quizás si era muy extraño, pero se iba a quedar en ese amor platónico sin sentido alguno, era mejor que las buenas ideas que tenía sobre él sobrevivieran en mi mente a que ocurriese todo lo contrario.

Me estire de forma perezosa junto al árbol en el que estaba recostada, Zoé, mi mejor amiga, se quejó por el movimiento puesto que estaba recostada en mis piernas. La sacudí un par de veces para que despertara, si seguíamos así terminaría perdiendo la sensibilidad.

— ya va a comenzar la clase, levántate- le ordené, aunque yo tuviera menos ganas de levantarme que ella.

Me quedé mirando de forma distraída a una chica que acababa de pasar... madre mía, qué bonita era.

— ¿y si nos saltamos la clase?- preguntó mi mejor amiga. Levanté ambas cejas algo sorprendida- ¡Oh, vamos! No te vas a morir por no apreciar el rostro de la maestra.

— ¿y que vamos a hacer?, ¿dormir?-

— pues... ¿sí?-

Bufé al mismo tiempo en que la apartaba para poder levantarme. No pude evitar hacer un gesto de desagrado cuando noté que tenía un calambre.  Ayudé a Zoé a levantarse antes de sacudir los restos de césped de su suéter color verde menta.

— no me saltaré una clase solo por dormir, Zoé.

— entonces hagamos algo interesante, ¿qué te parece?

— intenta convencerme antes de que llegue a la puerta. — para ser sincera eso iba a estar bastante fácil, en gran medida porque el calambre no me permitía caminar ni bien, ni rápido.

Zoé intentó fingir que estaba pensando, pero yo estaba más que segura de que no tenía ni la menor idea de qué decir. Me reí por lo bajo, siempre solía quedarse en blanco en situaciones así.

— veo que tu única neurona está trabajando a tope, deberías forzarla un poco más, en la siguiente clase coincido con Max. — Ella meneó su cabello castaño en respuesta a mi comentario con la vaga intención de golpear mi rostro, lo que me hizo reír más fuerte.

— ¿recuerdas el nuevo café que abrió no hace mucho?

— no me saltaré las clases por...

— ¡puedes convivir con gatitos! — me interrumpió. No pude evitar hacer una mueca, me parecía inaudito que tratara de convencerme con mi mayor debilidad —. y puedes adoptar uno, si cumples con los requisitos.

— Zoé... — suspire claramente derrotada.

— ¿eso es un sí? ¡perfecto, vamos! — tomó mi brazo y me arrastró por todo el campus hasta llegar a la parada de autobuses.

dulce pecado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora