Jungwon salía de aquel café, digamos que tener dos trabajos de medio tiempo no era muy bonito, sus energías llegaban a cero, sólo quería la suavidad de sus mantas y cama para caer en los brazos de morfeo.
— Nos vemos luego Heeseung.
— Hasta luego arándano.
No quería gastar dinero en el bus así que decidió caminar, de todos modos, su edificio no quedaba muy lejos aunque debía admitir que rondar las calles de noche era peligroso, no era su pueblo, era una ciudad.
Repleta de lobos sin culpa.
Estaba preparado para eso, sus golpes no eran broma. Si quieren pregúntele a Jay, él lo sabe más que otros.
Sus ojos avellanados eran atentos por todos lados, siempre con la guardia en alto. Tanto que se detuvo al observar que, la casa de moda Anne estaba cruzando la calle por dónde se hallaba. Recordar todo lo que vivió ahí era divertido pero molesto puesto que había ciertas cosas que simplemente deseaba borrar o nunca haber estado.
Los recuerdos no se borran con facilidad.
Ojalá la mente humana fuera como una computadora que con un simple toque en el botón de "delete" se borraba todo al instante sin dejar rastro de nada. Sería bueno para los sentimientos que uno no debería tener.
Para olvidar todo lo que no pueden tener.
Suspiró.
«Tal vez... deba guardarme éste sentimiento»
Era lo mejor por ahora.
Retomó su paso pero enseguida se detuvo, su cabeza giró de inmediato parpadeando perplejo. ¿Acaso ya incluso alucinaba la sombra del poste? ¿Tanto así lo traía? Movió su cabeza cerrando los ojos y contando hasta diez, con la esperanza de que su cerebro sólo le jugaba una mala pasada, pero al abrirlos de nuevo lo vio.
No era una alucinación.
Jay de verdad se encontraba allí, debajo de aquel pariente suyo llamado farol y siendo iluminado por la luz amarillenta de éste.
Las ganas de ir dónde él eran grandes, reteniéndolo considerablemente en su cuerpo.
No tuvo el valor de mirarlo varios días en la universidad, no sin desviarse a esos labios que le sabían prohibidos pero correctos, sin sentir su corazón bombear tres mil veces mucho más rápido que cuando corría para no llegar tarde a clases o huir de su madre enojada cuando niño, de sentir su cara enrojecer al grado de confundirlo con fiebre. De que sus manos quisieran, traviesas, acariciar la cara del pelinegro, delinear sus pómulos o contemplar cómo se sentiría su cabello.
¿Sería capaz de hacerlo sin morirse?
«¿Y si le pegó un zape sólo como excusa para saber?»
Rió internamente.
Sólo entonces la silueta de Jay quieta se movió, por su parte se escondió detrás los arbustos, presenciando un crimen en vivo pues el pelinegro sacó algo de su bolsillo trasero del pantalón y con un par de vueltas la gran puerta de cristal se abrió. Moviendo su cabeza de un lado a otro para seguidamente entrar.
«Oh mi dios...¡No puedo creer que esté enamorado de un Brayan!»
Salió de su escondite sigilosamente. La policía no estaba circulando, restándole un problema menos a la situación en la que se metía al ingresar por la pequeña abertura que dejó el pelinegro. Cuando estuvo dentro, el frío de las paredes lo recibieron como un par de brazos que lo envolvieron.
Lo que obtuvo antes de poder hablar fue un dedo posado en sus labios y un "shh" junto a esa sonrisa de hoyuelos.
— ¿Qué estás haciendo poste?
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𝘾𝙐𝙋𝙄𝘿𝙊 𝙎𝙏𝘼𝙇𝙆𝙀𝙍 // 𝙅𝘼𝙔𝙒𝙊𝙉
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