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Una vez quiso vivir lejos de allí, incluso pudo realizar su sueño junto a la persona que realmente amaba, el único que, por desgracia, jamás sería capaz de olvidar, pero fue apenas un espejismo, ese recuerdo que le daba fuerzas cuando creía no pod...

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Una vez quiso vivir lejos de allí, incluso pudo realizar su sueño junto a la persona que realmente amaba, el único que, por desgracia, jamás sería capaz de olvidar, pero fue apenas un espejismo, ese recuerdo que le daba fuerzas cuando creía no poder soportar porque ya solo le quedaba eso, recuerdos.

— ¿Y cuál sería la flor que me regalarías a mí?

Preguntó Ethan girando el rostro para observarlo. Estaban allí tendidos sobre la hierba, dejando que el sol calentara sus cuerpos, como si les hiciera falta, como si la presencia del otro no fuera suficiente como para hacerlos hervir por dentro de ansias, de miedo, un miedo absurdo por ser rechazados o tal vez porque ninguno de los dos soportaría la burla del otro.

— A ti... Un girasol.

Respondió Iason quedando de lado, observándolo directamente a los ojos mientras se atrevía a llevar los dedos hasta la frente de su amigo y retirar un mechón de cabello que le impedía ver la intensidad de la mirada azul que tanto le gustaba.

— ¿Por qué?

Murmuró Ethan embelesado con él, sin apartarse, sintiendo como el leve y, en su opinión, escaso toque de los dedos de su amigo en el rostro lo estremecía por completo. ¿Cómo era capaz de hacer que esa corriente eléctrica atravesara su cuerpo con algo tan simple como un casual roce de dedos?

— No lo sé...— Lo sabía, pero jamás confesaría la razón -Solo es la flor que te regalaría.

Iason sonrió al recordarlo, había pasado muchísimo tiempo desde entonces, ahora eran adultos, llevaban lo que le había parecido una eternidad sin verse y posiblemente lo mejor sería que no volvieran a hacerlo, sobre todo ahora que sabían que lo que les sucedía no era correcto.

Dejó el girasol sobre el barril que custodiaba una de las cuadras de la granja que era propiedad de Ethan y tras pagarle una cuantiosa suma de dinero al mozo para que cerrara la boca, subió a su caballo y salió al galope de allí en dirección a su propia finca, sin duda él no podía encontrarlo cuando llegara, eso sería demasiado incómodo para todos. Lo mejor sería mantenerse alejados.

Iba al galope por el camino, golpeando a su caballo con la fusta de vez en cuando, como si con la velocidad pudiera alejar los fantasmas del pasado, esos que no había logrado desterrar jamás, esos que estaban por atravesarse en su camino, literalmente, porque el corazón le dio un vuelco al cruzarse con la carreta y tener que aminorar la velocidad para no asustar a los otros caballos.

Se llevó los dedos de la mano derecha al sombrero para saludar a los ocupantes del vehículo en un gesto mudo y un frío intenso lo inundó al ver que era él, más adulto, más maduro y más guapo de lo que hubiera podido imaginar jamás, ya no era ese adolescente que no había dejado de recordar, ya no debía imaginar cuál era su aspecto ahora, allí estaba sin darse cuenta de nada, como siempre ausente de todo lo que ocurría a su alrededor.

Regreso a la colina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora