δ - El Hijo del dios del hielo

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Annabeth:

Pesadillas, como siempre. Las recurrentes imágenes del Tártaro, el sentimiento de abandono de la maldición de las Arai, el terror de ver a Percy ahogando a Aclis en su propio veneno, la impotencia de dejar a Bob y Damasen luchando sin posibilidades de ganar contra el Abismo en persona, todo eso, aunque aún me daba miedo, no era más que un recuerdo doloroso, que de tanto repetir, se tornó en una simple punzada.

El problema fueron las siguientes imágenes.

Vi a mi madre, Atenea, hablando con Poseidón:

- Me da igual que ese tipo diga o no la verdad. Si queremos estar en paz, hay que deshacernos de él. Que dices, Poseidón. Se que tú y yo no nos hemos llevado bien, pero es hora de unir fuerzas.

Luego vi a un tipo con el cabello blanco y los ojos azules entrando en cólera y gritando a los dioses:

- ¿Tanto les preocupa que los desafíen? ¿Tanto les preocupa perder el control?

Las imágenes que siguieron solo empeoraron la situación. Vi a Apolo luchando contra una enorme serpiente, y al parecer, iba perdiendo. Vi al mismo tipo del cabello blanco enojado y con lágrimas en los ojos, golpeando un muro de hielo.

La más dura fue la última. Volví a aquel momento en la estación de Grand Central, donde Atenea, bajo su aspecto romano me envió a buscar la Atenea Partenos.

- "Todo aquel que ayude a Roma debe perecer. Si te unes a ellos, no eres hija mía. Me has fallado."

Sentía el peso de sus palabras como un bloque de hielo en mi pecho.

- "Entonces no eres nada. Si pudiera encontrar la ruta... el camino a casa... Pero no. Véngame o déjame. Tú no eres hija mía."

Entonces la conversación cambió.

- El Olimpo se sacude una vez más. Elige sabiamente, Annabeth. Estarás conmigo cuando llegue el momento, o me abandonaras, como lo hiciste antes.

Me desperté sudando frío y con lágrimas en los ojos. Ya era de madrugada y la luz entraba por las ventanas de la cabaña.

- ¿Estas bien? - Percy se acababa de levantar. Tenía el cabello revuelto y cara somnolienta. Verlo me tranquilizó. No estaba sola al menos.

- Si, solo, lo típico, pesadillas.

- No creo que sea solo lo típico. Podré tener sesos de alga, pero que te levantes de esa forma, al borde de las lágrimas... No necesito tener los poderes de Piper o la percepción de Hazel para saber qué no es lo típico. Venga, cuéntame, que ocurrió.

Los nervios me traicionaron. Le conté a Percy todo. Desde las típicas imágenes del Tártaro, hasta la conversación con mi madre.

Percy no pareció sorprendido, solo pareció triste.

- Mira, después de lo que pasó en Grecia, estoy seguro que Apolo está ocupado encargándose de... Como es que se llamaba... Era algo como... ¿Pino? ¿Peón?

- Pitón, Sesos de Alga. Probablemente Zeus haya enviado a Apolo a luchar contra Pitón en Delfos, para recuperar el oráculo y los poderes de Rachel.

- Si. De todas formas, listilla, no se qué pasará, pero, tú y yo hemos atravesado muchas cosas, mientras estemos juntos, saldremos de esta.

Percy me abrazó. Era agradable estar en el campamento mestizo después de más de medio año en la universidad de la Nueva Roma. Si, la arquitectura era impresionante, y definitivamente me sentía a gusto con el estudio, pero volver a mi hogar junto a Percy era renovador.

De pronto sonó un silbato, y la voz de Gleeson Hedge rompió el momento. El entrenador entró amenazando a Percy con un bate.

- YOGURINES, Quirón solo les dio permiso de dormir en la misma cabaña juntos bajo mi supervisión, EN NINGÚN MOMENTO LES DIO PERMISO DE TARDARSE EN LLEGAR AL DESAYUNO. JACKSON, sal mientras la muchacha se alista.

Percy sonrió como tonto mientras salía de la cabaña.

Una vez estuvimos listos, nos dirigimos al comedor.

Desde que había acabado la guerra contra los Gigantes, las reglas se habían suavizado un poco mientras los ánimos se calmaban.

Mientras comíamos, Quirón habló al campamento.

- Un año más en pié, gracias a los dioses. La victoria del año pasado contra Gaia y sus gigantes ha traído paz a los semidioses del mundo. Seguiremos adelante y por más problemas que se presenten...

La hoguera explotó en llamas anaranjadas. Una niña vestida de color marrón con algunos adornos rojizos se materializó dentro del fuego. Hestia parecía nerviosa, y rápidamente se dirigió a Quirón.

- Quirón, gracias a los dioses. He llegado a tiempo, tenemos que hablar, rápido, llama a todos los líderes de las cabañas y si Rachel está presente, traela a ella también.

No se esmeró en bajar la voz. Quirón observó el comedor con una mirada algo confundida y preocupada. Los líderes de las cabañas decidimos seguirlo hasta la Casa Grande.

Una vez en la sala de reuniones, Hestia tomó la palabra.

- Mis disculpas por no dejarles desayunar en paz, pero, me temo que tenemos problemas.

- Raro sería que no los tuviéramos - dijo Nico Di Angelo, sentado en el rincón más apartado de la mesa.

- Muchacho, ahórrate las interrupciones. Les pondré al tanto rápidamente. Hace dos días llegó un tipo al Olimpo, un dios, asegurando ser hijo de Cronos y Tetis. El consejo decidió que era un impostor, así que lo echaron de la ciudad.

- Wow, wow, wow - Will Solace de repente se vio muy interesado en el asunto - como que un dios hijo de Cronos, como que decidieron que era un impos...

- Por favor - Hestia empezaba a desesperarse - preguntas al final. El caso, el tipo quería un hogar para su hijo. Una cabaña en este campamento a poder ser. Obviamente se le negaron las peticiones y bueno... Puede ser que esté muy cabreado con el Olimpo. Suponemos (al menos un par de nosotros) que vendrá aquí a dejar a su hijo o si ya está aquí el muchacho, a reconocerlo, tenemos que...

Una ráfaga de viento helado entró a la habitación. La temperatura había bajado mucho más de lo normal para un verano en segundos. Hestia corrió hacia afuera.

Desde lejos se apreciaba la figura de un hombre, parado sobre la hoguera, cuyas llamas se habían congelado literalmente a su alrededor y habían tomado un color azul intenso.

Estuve a punto de caer de rodillas. Era el mismo tipo que había visto en mis sueños. El mismo cabello blanco y tez clara.

Su voz resonó como un glaciar estable: poderosa y peligrosa, pero altamente contenida.

- Escuchad muy bien semidioses. El Olimpo me ha fallado, y en vista de que vuestros padres no cumplirán sus promesas, espero que al menos, alguno de ustedes lo haga.

Nos acercamos rápidamente al lugar donde el dios se encontraba.

En ese momento, se dio vuelta y quedó frente a frente con Nicolás, el muchacho que había llegado unas semanas. Puso una mano en su hombro y le habló.

- Muchacho, siento mucho lo que ha pasado, y lo que probablemente esté por pasar, pero quiero que sepas, que cuentas conmigo, llámame cuando necesites y recuerda siempre, Nicolás Salazar, que eres el hijo de Témpano, el dios del hielo.

Un holograma azulado se formó sobre la cabeza del chico: un copo de nieve con un corazón invertido en el centro.

Hestia apenas pudo hablar.

- Témpano, tú...

- Espero algún día volvernos a ver, Hestia, en una mejor situación.

Las llamas dieron vueltas a su alrededor mientras Témpano se desvanecía y se elevaba con el humo de color blanco que salía de la fogata.

El Hijo Perdido de CronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora