Capítulo 19 Un nuevo mensaje.

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Alex:

Mi mirada estaba perdida en el horizonte. Los edificios desgastados por el paso de los años se elevaban frente a mí y por un segundo me sentí insignificante entre tanta inmensidad. Y me pregunté si todo lo que estaba haciendo tenía sentido, si valía la pena ver sufrir a Miseria. A mi mente llegó su mirada de desilusión, esa que me rompió el corazón en mil pedazos. Ni siquiera tenía el valor de acercarme a ella después de lo que le hice, me daba miedo su reacción, su indiferencia me hería y eso era lo peor, que la echaba de menos.

A mis espaldas sentí los pasos de mi madre. Antes de llegar a mi balcón hizo una pausa. —¿Qué te sucede? —Me preguntó y siguió su camino hacia mí. Estando a mi lado me dio un pequeño abrazo y me di la vuelta para buscar sus ojos. Estos reflejaban preocupación.

—No lo sé, siento que nada de esto tiene sentido.

—¿A qué te refieres? —Frunció el ceño.

—Esto, nosotros no deberíamos haber venido a este lugar, no deberíamos haber huido...

—Alex, esta conversación la hemos tenido muchas veces y siempre te he dicho lo mismo. Si es por el bien de nuestra familia todo tiene sentido. Nosotros también merecemos ser felices, aunque sea aquí. No importa en donde estemos, lo importante es que estamos juntos.

—Lo sé...

Ahogué un suspiro y me volví hacia donde estaba, me quedé observando la lejanía. Los autos, las calles. Las personas caminaban como hormigas, cada una con sus vidas, sus historias, sus miedos.

Después de unos segundos en silencio mi madre se marchó y me quedé absorto en mis pensamientos. No le dije la verdad, que le tenía miedo a Miseria, a lo que sentía cuando estaba a su lado, a su mirada, a sus tonterías. Por ella todo había cambiado, en nuestros planes no estaba esa chica y su singular familia. Ahora debía centrarme en mí, en mi vida. Había mucho aún por resolver antes de...
Aparté los pensamientos negativos e involuntariamente volteé la cabeza hacia arriba. Ahí estaba ella con su celular. Por un segundo desvió la mirada y la cruzó con la mía, pero no duró demasiado. Estaba triste, se le reflejaba en su rostro y eso me partió el corazón. Tan rápido como pudo entró a su habitación y entendí que no me quería ver, no después de lo que le había hecho. Quizás si supiera mis motivos no habría estado así, pero no debía saber, nadie podía saber nuestro secreto.

Me fui a la cama y saqué el frasco de pastillas de siempre. Tomé una y la metí en mi boca. El amargo se fundió con mi paladar y mientras hacía el efecto que debía tener puse música en mi celular para tratar de opacar las voces que me atormentaban.

Entonces tomé mi celular y no sé si fue por el efecto de la pastilla, pero me atreví a enviarle un mensaje a Miseria. De esa forma, con la mirada triste pegada a la pantalla me quedé dormido...





Miseria:

Los días iban pasando lentamente. Las horas parecían eternas y eso me agotaba. Aquella sin duda había sido una semana muy larga evitando a toda costa encontrarme con Alex. Desde de que supe la verdad nada había sido igual. En el edificio nos encontrábamos a veces, pero simplemente pasaba de él y hacía como si no existiera.

Mi madre estaba preocupada, lo notaba en la forma en la que me miraba. Ella sabía que me sucedía algo y todo el tiempo trataba de animarme.

Lo más difícil era ocultarles la verdad a Lía y a Ethan. Ellos me conocían demasiado bien. Por lo que decidí quedar con ellos en mi casa después de clases.

Ethan fue el primero en llegar.  Como era normal últimamente yacía en mi cama con la boca abierta. El muy hijo de su madre roncaba a todo pulmón y me tenía al borde de lanzarlo por mi balcón.

El chico del segundo B © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora