Capítulo 33 Un chico de 18 años.

524 79 28
                                    

Alex:

Dice Segundo que adoro complicarlo todo y que siempre estoy buscando excusas para alejarme de la felicidad. De igual forma él dice muchas cosas que no son ciertas. La verdad es que no soy como él, me cuesta mucho ser impulsivo, prefiero analizarlo todo y calcular cada paso que doy midiendo sus posibles consecuencias. Por eso cuando elegí Cielo estrellado como destino investigué cada detalle, las costumbres, las personas. Incluso aprendí a bailar tango porque debía ser Alex, alguien muy distinto a mi antiguo yo. Nada podía salir mal, el problema vino con mi vecina. En mis planes no estaba conocerla ni mucho menos enamorarme de ella. Ese fue un efecto colateral de estar vivo. Lo peor fue que a medida que la iba conociendo, más quería saber sobre ella. ¿Qué le gustaba? ¿Qué no? Mise (como le gusta ser llamada) se convirtió en mi obsesión, pero como dice segundo, me puse a pensar en las consecuencias que traería si seguía jugando a ser feliz y me tuve que inventar una historia, una bien detallada para que ante sus ojos me convirtiera en alguien despreciable y lo logré, y en sus ojos vi odio. Me dolió mucho, pero debí hacerlo.

Cuando era pequeño después de una intoxicación por mariscos en casa de mis abuelos los médicos dictaminaron que era alérgico a ellos y no debía probarlos jamás. Meses después a mi padre se le ocurrió cocinar aquellas delicias de nuevo y no pude resistir la tentación. En mi ingenuidad creía que mis padres y los médicos eran unos exagerados. Ese día rompí las reglas con la ayuda de Segundo, la historia no terminó bien, fui a dar al hospital y mi hermano se llevó un castigo severo. Con Miseria me sucede lo mismo que con los mariscos. Sé que no debo acercarme a ella, pero por más que lo intento más me cuesta conseguirlo. Por ella me creé un perfil falso y me convertí en su amigo. Y juro que lo disfruté. Cada palabra, cada sonrisa, cada emoji está grabado en mi mente y quizás nunca sea borrado de ahí.

—¿Estás bien? —La voz de Ethan llamó mi atención. Lo observé por unos segundos y noté en sus ojos unas ojeras enormes. Ese chico lo estaba pasando mal, quizás tanto como yo. Sin contestar palpé el bolsillo de mis vaqueros y saqué mi cajetilla de cigarros.

—¿Quieres fumar? —Le pregunté, él asintió y le lancé uno mientras me ponía de pie. Los dos estábamos descansando del entrenamiento de fútbol. Era de tarde y el sol estaba oculto detrás de unos nubarrones enormes. Ambos nos ocultamos debajo de las gradas para evitar que alguien nos pillara.

Ethan sacó su encendedor y después de encender su cigarro le dio una calada. Por un momento pensé que tosería, pero no, al parecer llevaba ya varios días fumando y no lo sabía.

—No hemos hablado mucho desde la otra vez que nos vimos aquí. Creo que viene siendo hora de que me expliques a qué vino eso.

Ethan me tendió el encendedor y encendí mi cigarro. Después de darle otra calada al suyo y expulsar el humo contestó. —No hay que ser muy inteligentes para darse cuenta. Digamos que bateo para muchos lados —sonrió y su cabello se agitó con una brisa de aire.

—Eso lo sé, lo que no entiendo es eso de quemar tus miedos ¿A qué le puede tener miedo un chico de 18 años?

Por un segundo pareció absorto como si estuviera meditando lo que diría y contestó:

—Me da miedo ser yo, sacar el Ethan que llevo dentro y todo lo que pueda suceder si eso pasa. Vamos, que mi vida es una mierda en todos los sentidos y lo peor de todo es que tendré que empezar de cero en otra ciudad con personas que no conozco. Tanto que me costó ser yo aquí y ahora debo volver a empezar.

—Ahora que lo pienso tú y yo somos muy parecidos. Ambos ocultamos cosas para no herir a los que queremos.

Me miró con una ceja enarcada —¿Qué puede ocultar un chico de 18 años?

Por un momento dudé de si decirle la verdad o no, pero no lo hice, sabía que él era el mejor amigo de Miseria y terminaría contándole. Así que me puse de pie y lancé mi cigarro al suelo para apagarlo con mi tenis.

—Un chico de 18 años puede ocultar muchas cosas —Le dije —Puede sufrir sin que nadie se dé cuenta, puede sostener un mar de mentiras para que los demás no sufran. Pero el sufrimiento es inevitable y por más que luchemos tarde o temprano la verdad se sabe. De igual forma a veces es mejor ser felices en medio de una mentira que sufrir con una verdad.

###

Miseria:

Los días pasaron y con ellos las pruebas finales. Esa semana estuvimos todos ocupados corriendo de un lugar a otro estudiando porque en caso de desaprobar tendríamos que repetir el curso y nadie quería eso. Por otro lado estábamos nerviosos esperando a ver cuál universidad nos había aceptado. En medio de todo aquello estaban los preparativos para el baile de graduación y hasta ese momento nadie me había invitado o al menos no el que yo quería que lo hiciera.

Por la puerta vi como Lía asomó su cabeza —¿Estás lista? —Me preguntó y vi la ilusión en sus ojos. Desde pequeña siempre habíamos soñado con ese baile y sabía que se moría de ganas de que llegara la noche para ir. Vamos que ese era nuestro cliché preferido en las películas juveniles ¿Cómo no íbamos a estar ansiosas por ir?

—Lía te recuerdo que ni siquiera Ethan me pidió ir con él.

—Y yo te recuerdo que Charley te invitó y aún no le has respondido.

Fruncí el ceño —Con él no iré a ninguna parte, prefiero quedarme en casa.

—No te lo puedo creer. ¿Aún estás molesta con él? O es que estás esperando todavía a que cierto chico decida ir contigo.

—¿Qué...qué chico? —Hice una mueca y me senté frente al espejo fingiendo que estaba ocupada.

Lía siguió mi camino y se paró detrás de mí mirando mi reflejo con una sonrisa pícara. —Vamos, no te hagas que nos conocemos.

Y sí, mi amiga tenía razón, sí estaba esperando como una estúpida a que Alex, mi Edu me invitara a ir con él, pero al parecer eso no iba a suceder. Sabía que debía ir a ese baile a como diera lugar, ya que esa iba a ser la última fiesta a la que iríamos con Ethan y era importante para nosotros.

—¿Y tú con quién irás? —Cambié de tema.

Lía me miró unos segundos y su sonrisa se extendió. Noté como se sonrojaba un poco. —Iré con Albert.

—¡¿Qué?! —me di la vuelta lo más rápido que pude. —¿El del equipo de natación? —Mi amiga asintió. —¡Ese tío es un estúpido!

—No exageres, él ha cambiado mucho. —murmuró ella entre dientes. 

—Pero, y el camarero gruñón, creía que lo de ustedes iba en serio.

—Gus es muy pesado, me quiere controlar todo el tiempo y...

—¿Y?

—No quiere que sea amiga de Ethan. ¿Puedes creerlo? Ni de coña. No voy a dejar que ningún tipo venga a controlar mi vida como un troglodita. Los chicos pueden ser amigos de las chicas y eso no significa nada.

—Ethan se va, deberías decirle eso. Además, tampoco es como que ustedes solo son amigos. Lo llamaste Ethan mientras tenían sexo, bastante bien se lo tomó.

Lía se cruzó de brazos y sacó su móvil para cambiar de tema. Ella era así, cuando era yo la que no quería hablar de algo se volvía una polilla de insistente, en cambio cuando era al revés pasaba de mí descaradamente.

No muy animada me vestí con lo primero que vi en mi armario para ir al dichoso baile. No, es broma, llevé un vestido escotado verde que me había comprado mi madre la semana anterior. Sí, como lo leen. Por primera vez mi madre parecía ilusionada con que yo fuera a una fiesta. Lo peor era que esta vez era yo la que no quería ir.





El chico del segundo B © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora