| 𝐏𝐚𝐭𝐢𝐨

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Normal, así describiría mi vida. La abuela está en su plenitud a sus setenta años, hace todo en la casa y no tolera el hecho de no hacer nada, por lo que solo tengo una obligación; que es estudiar.

No me quejo, es sólo eso, pero estresa un poco, aunque es algo que se me da fácil. No tengo promedio bajo, en realidad es bastante alto, tengo facilidad por entender y aprender por lo que pocas veces leo para el instituto, solo repaso una o dos veces y listo.

Pero todo se a complicado el último mes, la abuela comenzó a actuar raro, cada vez que vuelve del jardín mira varias veces y murmura palabras antes de cerrar la puerta del fondo de la casa. En las noches la oigo barres con una vieja escoba de laurel, mientras repites unas palabras y luego escucho como tira algo al suelo.

Todos los días son iguales, hasta que tuvo que ir al hospital y me pidió que hiciera eso. Recuerdo haber estado cansada ese día, había sido largo, las cosas no me estaban salido bien y solo quería dormir. Así que lo olvidé y eso me costó la vida.

Porque no sabía que ellos eran reales, que vivían en estos lares. Siempre fueron cuentos que oía de niña, pero supongo que las advertencias que siempre me daba la abuela no eran en vano y ahora lo sé.

Lo supe tan bien cuando ese maldito diablillo coloco su cola en mi cuello y me asfixió, para luego jugar de una manera horripilante con mi cadáver; hasta comerlo y dejar solo tres uñas y un diente como agradecimiento.

Ahora mi fantasma observa a la abuela llorar y maldecir en mi nombre por no recordar sus advertencias, pero me lo busque. Solamente por no recordar sus palabras y pensar que ella estaba loca.

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Cr.  | Historia original

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