Capítulo 6. La fogata

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Lybraria la ciudad de los libros y los escritores, invitaba a los ciudadanos de todas partes del mundo a pasar el tiempo leyendo y a visitar innumerables librerías diferentes. Cada día podías descubrir un libro nuevo que no sabías de su existencia. De camino a los Apartamentos Confort, Ashter con la aplicación de móvil de Escrayber, intentaba memorizar los diferentes lugares en el mapa electrónico. Quiso aprovechar para ir al supermercado más cercano que tenía de donde se alojaba. Encontró comida de mascotas y le desapareció la duda de si en Escrayber aceptaban animales de compañía. Compró comida para Orwell y para él. Al regresar a los alojamientos con la compra, justo en la puerta de entrada, encontró un patinete eléctrico y en el manillar ponía una nota: «Para que puedas desplazarte por todo Escrayber. Disfrútalo».

Era cierto que no había visto coches o autobuses circulando por Lybraria. Pero sí se había fijado que la gente se desplazaba en patinete eléctrico y tranvía. Aparte de los globos aerostáticos que no sabía si también se usaban como medio de transporte. Entró al apartamento y puso el patinete en el hueco de la entrada. Fue a la cocina que desprendía modernidad directo a colocar la compra y empezó a descubrir en los armarios con puertas de madera la manera adecuada de colocar toda la comida. El mármol blanco aportaba fuerza a la luminosidad de la estancia. Colocaba cada alimento en los diferentes estantes de la nevera que desprendía una luz amarilla familiar. Había comprado una comida simple para pasar los próximos días.

Ni un ruido había escuchado de Orwell. No había venido a saludarlo. Por un momento tuvo miedo de que se hubiese escapado. Miró al dormitorio donde lo había dejado durmiendo. Se encontró las sábanas blancas revueltas de la cama como si un tornado hubiese pasado por encima. Había un bulto a un lado. Se acercó. Retiró la sábana. ¡Libros!

—¡Miauuu! —Gritó y dio un respingo el felino.

Orwell estaba arriba de la estantería ronroneando y mirándole a los ojos. «Ojalá mi escritura fuese tan misteriosa como mi gato» pensó Ashter.

—Gato malo. ¡Baja de ahí!

Estaba jugando con él. Ashter se acercó lentamente para cogerlo.

—Quieto, lindo gatito...

De izquierda a derecha movía la cola hasta que la levantó. Ashter adelantó un pie con intenciones de atraparlo. Orwell saltó a su pierna para esquivarlo y clavó sus uñas para bajar lentamente. Ashter gritó de dolor. Orwell corrió hasta subirse a la cama. Era un gato difícil de domar y su carácter independiente lo hacía más complicado. El gato levantó el lomo ¿Esa bola de pelo le estaba vacilando? Se restregó las orejas y maulló.

—¡Haz lo que quieras! —exclamó Ashter—. Tienes la comida en la cocina.

Saltó de la cama y corrió para salir de la habitación. Ashter con un suspiro empezó a ordenar los libros. Sentía curiosidad por leer el libro de su antepasada Beatriz de Luna y Manrique. Lo cogió del armario donde lo había guardado y escondido. Por primera vez empezó a hojearlo. Las páginas se notaban antiguas en el tacto y fue con cuidado. Le sorprendió que se tratara de un libro filosófico donde daba por importancia al pensamiento y a distintas polémicas de la época. Ashter muy atento lo estaba leyendo hasta que le venció el sueño al abrazarle con suavidad las sábanas.

Se hizo un hueco en el vacío. Silencio y llamas plateadas. Un hombre atlético con piel pálida y ojos verdosos vestido con una túnica negra sostenía el libro de su antepasada en llamas.

Érase una vez una escritora que quería ser mejor que el resto, pero con el tiempo muchos empezaron a odiarla por querer cambiar el mundo e intentar no ser tan solo un recuerdo...

Escrayber: Mundo virtual de escritoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora