Capítulo III: La Desaparición De Fernanda Evans

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Después de algunos minutos, ambos oficiales subieron a su patrulla y se marcharon, no sin antes prometer encontrar a Fernanda Evans.

Emilio y Matías aún no podían creer lo que habían escuchado, sin temor alguno entraron en la casa y se acercaron al desconsolado señor Evans.

—Señor Evans —murmuró Emilio, llamando su atención.

El señor levantó la vista para mirar a ambos jóvenes. El señor Evans era un hombre de cabello corto, rubio, ojos cafés y barba de candado, mal cortada. Su vestimenta les recordaba a la de un hippie.

—¿Quiénes son ustedes? —cuestionó el hombre, extrañado.

—Somos amigos de su hija —respondió Matías en voz baja.

—¿Es verdad lo que dijeron los oficiales? —preguntó Emilio, esperanzado de que no fuera real.

—¿Qué cosa? ¿Qué mi hija está desaparecida o qué la encontrarán? —cuestionó el hombre, desconsolado.

—Ambas —respondió Emilio.

El señor Evans se tomó algunos segundos para respirar, antes de contestar.

—Si, lamentablemente es verdad, está desaparecida —respondió el hombre con la voz quebrada —. ¿La encontrarán? No tengo ni idea —confesó, recostándose en el sofá.

Emilio se sintió impotente, probablemente el había sido la última persona en verla antes de su desaparición. Aquello solo lo hacía sentirse peor por la forma en que había terminado la noche anterior.

Las ganas de llorar se apoderaron de él, la tentación de imitar al señor Evans era fuerte, pero no quería verse así, a Fernanda no le gustaría.

—¿Cómo están tan seguros de que desapareció? —cuestionó Emilio, nervioso —. ¿Qué tal qué está en casa de alguna amiga?

—Qué más daría yo para que fuera eso —se sobresaltó el hombre —. No tiene muchas amigas así que las conozco a todas y le marqué a cada una de ellas y no está con ninguna.

—¿Algún familiar? —preguntó Matías.

—No... Solo se tienen ellos dos —respondió Emilio, recordando todo lo que había hablado con Fernanda.

—Encontraron algo más —dijo el hombre, limpiándose algunas lágrimas. De su bolsillo sacó un objeto que Emilio reconoció de inmediato —. Su celular, lo encontraron a unos metros de aquí, frente a la entrada del bosque.

Emilio intentó encontrar alguna otra forma de mantener la esperanza, quería convencerse de que no estaba desaparecida. Aunque cada vez le resultaba más difícil no aceptarlo.

—Lo lamentamos Sr. Evans —dijo Matías, nervioso —. Será mejor que nos vayamos.

El rubio asintió levemente con la cabeza, sin pensárselo mucho, mientras seguía hincado con la cabeza en el sillón.

Matías y Emilio caminaron a la salida, listos para irse, pero había una pregunta que rondaba por la cabeza de Emilio.

—Señor Evans, ¿podría hacerle una última pregunta? Además de esta, claro —dijo Emilio, deteniéndose en la entrada.

El Sr. Evans se levantó del suelo y se dejó caer en el sofá. Suspiró y miró a Emilio con impaciencia, esperando a que prosiguiera.

—¿Dónde encontraron las cosas de Fernanda? —preguntó Emilio, con voz suave.

—Su bolso lo encontraron a unos metros de aquí. Su teléfono... Su teléfono estaba en la entrada del bosque Kaghou —respondió el sr. Evans, lo último con voz queda.

En Un Mundo Sombrío: El Bosque Maldito (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora