90 (narrado)

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La rubia llevó un cigarro a sus labios, comenzando a palpar sus bolsillos en busca de un mechero. Suspiró con cierta pesadez al no encontrar su objetivo, poniéndose entonces de pie, abandonando tras de si su tan cómoda silla de escritorio. Se aproximó a una estantería pasando su mirada por ahí repetidas veces, aunque perdiendo la paciencia segundos después, ¿acaso no había un puto mechero por ningún lado? 

Rodó sus ojos con suavidad tomando el cigarro con dos de sus dedos volviendo a su escritorio, iba a usar su último recurso, si no encontraba un mechero ahí se lo tomaría como una señal que no pensaba tomar, no iba a dejar de fumar pero al menos ese cigarro no se lo terminaría. 

Se inclinó con cuidado hacia el cajón posando la mano en el tirador. Lo miró con cierto deseo un par de segundos, como si así su deseo pudiese hacerse real, una tontería, era consciente, pero aún así quería pensar que era como las pantallas de carga, que si les demostrabas que no te importaban iban a cargar más rápido. Ahogó un nuevo suspiro tirando finalmente de aquello abriendo el cajón y por fin dio con su cometido, no era el día de dejar de fumar. 

Rápidamente tomó aquel aparato y volvió a colocar el cigarro en sus labios, encendiéndoselo esta vez, de manera casi instantánea. Con cierta suavidad casi palpable dio la primera calada a aquel cigarrillo cerrando los ojos, era placentero, siempre le había parecido así, la nicotina entrando en sus pulmones, creando que su adicción fuese aún mayor con cada calada. 

Volvió  a su asiento recostándose en la misma con una pequeña sonrisa, disfrutando de aquel momento, era como aquella dosis de tranquilidad que necesitaba día a día, aunque como siempre en estos trabajos, la tranquilidad le duró bastante poco. 

Un suave golpear de la madera llamó la atención de la joven quien abrió los ojos con suavidad, cruzando sus piernas, como esperando que quien fuere que estuviese tras la puerta se largara antes de que ella pudiese hablar. Pasaron un par de segundos antes de que una voz masculina se hiciera presente robando un suspiro de los labios de la mujer.

— Señora Rosé, ¿voy a tener que esperar mucho más para que me deje pasar? — preguntó con diversión aquel hombre. Su voz, grave y profunda, una voz que podía poner los pelos de punta a cualquier persona, a la cercanía correcta y en la situación correcta. La mujer negó suavemente antes de ponerse algo más derecha mirando a la puerta. 

— Pasa Arcano — anunció la mujer volviendo a dar una nueva calada al cigarro, esperando ver la figura del chico adentrarse en el despacho. 

El pequeño sonido del cerrojo llegó a los oídos de Selene, quien tratando de acomodarse se apoyó en la mesa con sus codos y al fin le vio. Arcano era un tipo alto, de una complexión fuerte, estaba acostumbrado a entrenar día tras día en aquel lugar, tenía que hacerlo, si no su trabajo dejaba de tener sentido. Con suavidad pasó su mano por su propio pelo, apartándolo de su frente para observar mejor a la chica. Conforme se acercaba al asiento frente el escritorio de la chica carraspeó ligeramente, pasando a ocupar el sitio.

— ¿Qué vamos a hacer con... ella? — preguntó el hombre. Escuchar su voz hizo que la mujer volviera a la realidad, dejando sus pensamientos sobre el chico a un lado asintiendo un par de veces. Al percatarse de aquello Arcano ahogó una pequeña risita ante la cual la señora Rosé le miró con el ceño fruncido. Dicho gesto ocasionó una nueva risa en el chico quien alzó sus manos en señal de inocencia.

— No sé que vamos a hacer — comenzó a hablar queriendo retomar la normalidad de la conversación, mirando no de la mejor forma al chico, quien seguía riendo por lo bajo en su asiento — ¿Puedes dejar de reírte? Esto es serio Rosé — le regañó mientras le miraba manteniendo el ceño fruncido, solía llamar a los demás por su apellido cuando le molestaban, le daba una sensación de estar algo por encima que los contrarios, aunque solo generó una risa mayor en el chico, ocasionando un ruede de ojos por parte de la joven. 

Arcano se levantó de su sitió bajo la atenta mirada de Selene, separando un poco la silla de la joven del escritorio, procediendo a sentarse en él mirando a la chica a los ojos. Ambos mantuvieron el silencio aunque ninguno apartó la mirada de los ojos del otro. 

— Podríamos matarla — murmuró el chico, como dando una opción o solución al caos que tenían ahora mismo entre manos. La mujer negó con suavidad en respuesta, matarla no era la solución. Bajó la mirada a sus propias manos comenzando a girar en su dedo anular un anillo mientras pensaba. 

El chico esbozó una pequeña sonrisa observando a la mujer frente a él, se le hacía hermosa, siempre le había parecido hermosa, desde el primer momento que la vio, se encontraron en la sala de armas del padre de la mujer, él era una adolescente sin hogar que le habían admitido en el lugar a cambio de que trabajase allí, ella era la heredera de una gran mafia, no eran del mismo mundo pero casi como un cliché ahí estaban, aunque no había sido fácil. Al recordar la risa nerviosa de la mujer el primer día que se conocieron no pudo evitar sonreír, se atrevería a decir que incluso ligeramente sonrojado. 

— Matarla no es solución... No se que hacer, Arcano, no lo se — murmuró la chica moviendo suavemente sus piernas, la ansiedad estaba empezando a comérsela, ella mandaba pero no podía matarla, sabía que era la solución pero, ¿matar a aquella persona en la que confió durante años? No estaba tan loca. 

Al observar los movimientos de la joven y escuchar sus palabras el hombre salió de sus pensamientos negando despacio. Con suavidad tomó el mentón de la joven para que esta le mirase a los ojos, percatándose de que los mismos estaban algo llorosos. Ahogó un suspiro inclinándose a besar la frente de la joven con cuidado, ya no eran compañeros de trabajo, ahora estaban fuera del mismo, ahora eran aquello que habían firmado hacía unos años, marido y mujer. 

— Venga, olvidemos el tema por un momento, ¿si? — preguntó el chico acariciando el mentón de la joven con cuidado, observando como la contraria asentía ligeramente cerrando suavemente los ojos al sentir como el chico pasaba a acariciarle la mejilla con un par de sus dedos 

— ¿Crees que estará decepcionado...? — cuestionó la mujer sin abrir los ojos, sabía a quien se refería, negó con rapidez. 

— ¡Claro que no! ¿Eres tonta, Rosé? ¿Por qué lo estaría? — preguntó aunque la interrumpió antes de que pudiese responderle, conocía la respuesta, no era la primera vez que tenían esa conversación — No, por no querer matar a Alice no estaría decepcionado... Estaría orgulloso de que quieras tanto a alguien como para no matarle... — aseguró escuchando un suspiro de los labios de la chica. 

Esta abrió los ojos ligeramente asintiendo suavemente a las palabras del chico con cuidado, seguro tenía razón, siempre la tenía, o la mayoría de las veces, o quizá simplemente tenía las palabras idóneas para tranquilizarla. 

— Vuelve a llamarme tonta y la tenemos, ¿me oyes, Rosé? — le dijo mirándole a los ojos mientras trataba de mantener el ceño fruncido. Arcano negó con suavidad a sus palabras inclinándose al rostro de su amada, dándole un pequeño beso en sus labios sujetando su rostro con cuidado. 

— Pensaba que estando casado contigo podía meterme contigo — bromeó antes de volver a besar los labios de la joven, aunque suavemente le mordió la mejilla con suavidad, logrando robar una pequeña risa de la mujer quien negó con suavidad. 

Con cuidado abrazó a la joven acariciando su cabello despacio, dejándole que se quedara entre sus piernas y apoyase la cabeza en su abdomen. Suavemente se inclinó a besar la coronilla de la joven despacio 

— Todo va a ir bien, ¿vale? — murmuró enredando los dedos en el pelo de la chica quien simplemente se limitó a asentir despacio, abrazando con suavidad la cintura del chico, no quería hablar más, solo quería quedarse ahí un buen rato, con tranquilidad, sin que nadie les molestara

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⏰ Última actualización: Apr 15, 2022 ⏰

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