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Narra Alan

Como un día normal estaba mirando instagram. Últimamente había tenido un par de conversaciones con Allium que, a decir verdad, me molestaban demasiado. Seguía sin entender por qué le prestaba atención cuando para mí siempre fue una diversión. Cierto es que la saqué del lugar donde más le dolía estar pero no todo es una pelicula porno, así que se marchó de mi casa tras un largo tiempo viviendo juntos. La gran mayoría de la gente me describiría como alguien posesivo y celoso, pero no creo que sea nada de eso, simplemente cuido lo que es mio.
Un comportamiento que nadie entiende es el de insultar, ¿qué puedo hacer si la chica lo es? Eso me daba demasiados dolores de cabeza, no sentía que fuese el momento de cambiar la educación que me dieron.

Un día de estos, normales en mi vida, miré instagram para ver que todo fuese bien. Al ver la última publicación de Allium no pude resistirme a llamarla. Me colgó. La llamé al fijo, ya que sabía que era algo que no había cambiado en mucho tiempo. Tuve suerte. Me insinuaba que quería suicidarse pero, ¿era capaz realmente de hacerlo? Por supuesto que no. Quizás solté la peor frase en aquel momento pero por dios, no la creía capaz. Suspiré pesadamente dejándome caer en la cama como si fuese la más blanda del mundo y me puse a pensar en que había sido de mi vida y en los efectos que Allium había tenido en ella. Pasé de ser un niño rico que no pensaba en absolutamente nada más que en su placer a ser un hombre que al menos algo más pensaba pero, eso solo lo sabía ella, los demás seguían pensando que yo provocaba que ella tuviese bajones o marcas. Alguna vez se me fue la mano, pero no quería que se fuese de mi lado y era la única forma de lograrlo pero un día conoció a la niñata de Edith y toda la mierda cambió, empezó a creerse más de lo que era y se marchó pero, aunque pareciese que no, yo la dejé ir. La que me buscaba era ella, me buscaba la boca y quizás algo más por tanto pensé que debía recuperarla y así lo hice, volví a ser feliz con ella a mi lado aunque ella no se veía necesariamente feliz pero seguía ahí. 

La llamada de teléfono me dejó una sensación algo extraña, no tenía el mejor de los presentimientos. Tomé de nuevo el móvil y, al ver la publicación de Allium y la frase que le había dicho, un escalofrío recorrió mi espalda. Tan rápido como pude me puse en pie, puede que ella me odiase pero no podía permitirme perder a esa idiota. Me coloqué una chaqueta cualquiera y marqué su número mientras cogía las llaves del coche: "Cógelo, cógelo" me repetía en mente continuamente, comunicando. Nuevo intento. Me tire llamándola todo el camino a su casa, iba corriendo y, aunque odie admitirlo, llorando. Sonará algo estúpido pero la necesitaba, necesitaba verla sonreir, necesitaba verla con sus amigos, necesitaba soltarle mierdas a coña, necesitaba verla al despertar, necesitaba que volviese a mis brazos como ya había hecho una vez. 

Al ver que no contestaba llamé a urgencias casi alcanzando su casa. Venían de camino. Guardé el teléfono y me coloqué frente la puerta de la casa de la chica que amaba. Busqué la llave de debajo del felpudo y abrí la puerta. 


— ¿Allium? — Grité esperando su contestación pero esta no llegó. Tragué en seco con unas ganas terribles de vomitar y subí aparentemente despacio las escaleras, no quería verla, no quería entrar en el baño, sabía como la vería y no quería verla, quería quedarme con la imagen de mi pequeña feliz. Suspiré pesadamente y, con el corazón a mil, me acerqué a la puerta del baño. La abrí despacio y al verla se me cayó el mundo al suelo. Rompí a llorar más de lo que ya lo hacía y me agaché rápido a cogerla en brazos. La levanté y sin saber que hacer me miré en el espejo, destrozado, con la mujer que amaba, medio muerta, en mis brazos. Ahí es cuando mi padre me hubiese soltado su clasica, " Alan, eres un inutil". Las lágrimas por un segundo me impidieron ver. Me las limpie con el antebrazo buscando no mancharme la cara, a pesar de que lo hice, mientras que con el otro brazo sujetaba a Allium. Escuché las sirenas de la ambulancia y un pequeño de alivio se apoderó de mí. Sabía que su corazón seguía latiendo, a pesar de no hacerlo con la misma fuerza que siempre. Esto me consolaba aunque nadie pudiese lograr ese sentimiento. Los médicos subieron rápidos y tomaron a la chica mientras yo solo podía llorar. Una enfermera se acercó a mí mientras me aseguraba que todo estaría bien. No sabía si eso sería así. Llevaron a Allium a la ambulancia mientras yo me lavaba las manos y la cara. Bajé a la calle y de nuevo el pánico inundó mi cuerpo, estaban haciéndole compresiones torácicas. Volví a llorar, empecé a pensar en como se lo diría a sus padres, a sus amigos... Cómo podría vivir sin ella. El mundo para mí se desvaneció en ese instante. Intentaba mantenerme en pie pero el malestar me ganaba. Aún así me acerqué al vehículo y empezó a sonar lo que más quería oir, "pí, pí, pí,pí". Los médicos suspiraron aliviados y le conectaron medicamentos intravenoso. Me ofrecieron asiento y marchamos al hospital. 

Tras ingresarla conseguí tranquilizarme. Sentado junto a ella, inconsciente, empecé a darme cuenta de donde estaba el problema. Era sencillo. Más de lo que pensaba. ¿Por qué deje de ver sus sonrisas? ¿Por qué dejó de ser feliz? Todo eso era mi culpa. Mi puta culpa. Volví a encontrarme mal, culpable quizás. No entendía como había sido capaz de dañarla tanto, de, a pesar de amarla, tratarla mal. De menospreciarla, golpearla, dañarla y, aun ella quedándose conmigo, destrozarla. ¿Cómo fui capaz? Debería ser yo quien estuviese ahí tumbado, no ella. 

Por tercera vez en el día rompí a llorar, esta vez en silencio. Me abrazaba a mi mismo con un brazo y con la mano contraria me tapaba la cara. Debía solucionar eso, debía cambiar, cambiar por ella, por su sonrisa, por su felicidad, por su vida. Destapé algo mi rostro y negué suavemente recordando a mis padres en todo momento, ellos ya lo sabían, sabían que no sería capaz de cuidar de alguien, sabían que acabaría solo, ellos lo sabían, y aún así no quisieron hacer por mejorarlo, solo empeorarlo. Sentía en mi piel, algo fría por la temperatura, los golpes que mi padre me propinaba cada vez que golpeaba o me equivocaba, sentía en mi corazón la misma sensación de angustia que sentí cuando escuché la voz de mi madre por última vez, voz callada por el demonio que era mi padre. Sentía en mi ser que me había vuelto como él.

De pronto la puerta de la habitación se abrió, dejándose ver a Edith tras la misma. Me miró con algo de odio y se acercó a su amiga. 

— Edith yo... — Dije al ver que ni siquiera me miró. La voz me temblaba, no estaba bien, no me encontraba bien. La chica, sin mirarme y con una expresión fría, acarició la mejilla de su amiga despacio. Pude ver como una lágrima recorrió su mejilla. 

— No quiero que digas nada Alan. Solo coge la puta puerta y vete. Ella está así por tu culpa. Por tu puta culpa. — Tragué en seco al escuchar la voz de la chica romperse y al ver como intentaba no llorar. Un nudo se formó en mi garganta y asentí despacio. Me levanté y cogí mi chaqueta poniéndomela casi al instante. 

— Cuando despierte... Dile que la quiero... Y que no me volverá a ver... — Dije antes de salir. Una vez cerrada la puerta escuché como Edith rompió en llanto. Suspiré y salí del edificio, encendiéndome un  cigarro y buscando algún que otro vuelo. Quería irme de ahí. Ante mis ojos apareció una buena oferta. Compré el billete y marché a mi casa, o cambiaba o no volvería a pisar aquella ciudad, lo tenía claro pero, lo que más claro tenía es que deseaba la felicidad de la chica que yacía en una cama de hospital y, aunque me doliese, la lograría. Si debía no verla jamás, así sería y así fue, en un principio.

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