Capítulo 4: Una cita no tan desastrosa (parte 1)

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¿Cómo pudo haber aceptado? Ahora no se quitaría a esa sabandija de encima. ¿Cómo demonios lo había llegado a convencer de semejante estupidez?

La mente del más bajito estaba ida, en el fondo no comprendía cómo rayos había logrado hacer que aceptara esa ridícula propuesta. Ah, cierto, ya recordó, le había dado justo en el orgullo y, en un ataque de enojo, había hablado sin pensar.

Y ahora, gracias a eso, tenía a aquel rubio abrazándolo fuertemente como si quisiera romperle los huesos. En el fondo sabía que podía quitárselo fácilmente de encima, no por nada tenía esa apariencia de modelo de comercial de gimnasio. Pero creyó que ya le había hecho mucho daño por ese día...

Sí, por ese día, porque si ese idiota intentaba aprovecharse o pasarse de listo con él en su "cita", nada impediría que le diera un buen golpe donde más le doliera. Porque existían límites, y él los impondría en caso de ser necesario.

—Ya suéltame, idiota. Ya acepté, así que deja de ser tan molesto—se quejó.

El rubio, por el contrario, estaba más que feliz. Ese muchacho de cabellera en forma de flama le había parecido demasiado lindo desde el primer momento en que lo vio (segundos antes de haber sido golpeado por él), y ahora que lo veía detenidamente, "lindo" es poco. Y ahora tendría una cita con él... No podía sentirse más emocionado... Ya sabía qué es lo que podrían hacer, y además cómo conseguir un beso por parte de esos labios que le parecían irresistibles.

—Imbécil, ¡suéltame!—se zafó completamente de su agarre y se alejó unos pasos atrás.

—¡Ay, Veggie! ¡Eres muy injusto!—dijo con un puchero infantil. Al mayor se le resbalaron unas gotitas de sudor de su frente.

¿Pero qué demonios le ocurre a este demente?—pensó. Le parecía demasiado extraño su comportamiento demasiado bipolar.

—¿Te parece este sábado a las 9:00?—dijo en voz serena.

—¿Por qué tan temprano?

—Quiero pasar todo el día contigo, ya sé lo que podemos hacer, ya sabes, algo divertido—recalcó esa última palabra con un tono seductor.

—Hmph—giró su rostro hacia un lado—. Pervertido.

—No es mi culpa que...—se acercó a él y acercó sus labios muy cerca de su oreja para susurrarle—: ...seas tan sexy...

—¿Ah, sí?—se acercó, con una mirada coqueta, lo que le dio buena espina al menor... Pero esa idea cambió cuando el mayor se separó, giró su rostro hacia el lado contrario y dijo con voz neutral y frunciendo el ceño de nuevo—. Idiota.

Goku suspiró, realmente era difícil tratar con ese pelinegro. Pero a final de cuentas sería muy interesante salir con él. Se quitó su chaqueta azul, abajo llevaba una playera naranja de manga corta, le entregó la chaqueta, y él la tomó.

—Anda, póntela, después de todo no me gustaría que anduvieras por ahí en interiores—dijo con una sonrisa sincera.

El mayor sonrió de medio lado y se la colocó, sintiendo la tibiez que aún conservaba por parte del cuerpo del más alto.

—Una última cosa, Veg... ¿A dónde quieres que te busque?—preguntó esperanzado de que le dijera su dirección y, al ya saberla, ir a visitarlo muy seguido.

—Yo te buscaré en tu casa, estaré ahí a las ocho, nos iremos a las nueve a hacer las tonterías que dices—dijo, pero después habló con una voz audaz—, no leo mentes, pero estoy seguro que después de la cita tú irías a darme lata día y noche.

Ante el brillo de las estrellas (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora