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— Por favor dime que no serias capaz de desaparecer. —Charlotte frunció el ceño y alzo la mirada del libro que sostenía entre sus manos.
— ¿Que se supone que estamos discutiendo? —cuestionó la adolescente observando a su tía con curiosidad ante el comentario realizado, Paige dejó salir una suave risa como si hubiese recordado algo y tomó asiento a un costado de su sobrina.
— Charlie Swan va a tener canas antes de tiempo si Bella sigue actuando así, sé que son adolescentes y yo también hui, pero al menos déjame saber que vas a hacerlo. —Charlotte soltó una carcajada ante lo que dijo.
— ¡Bella escapó! —chilló emocionada— ¿Con quién? Oh, apuesto que fue Jacob, estuvieron muy juntos estos meses.
— Lamentablemente no fue Jacob, lo vi durante el funeral, no se veía muy contento y dudo mucho que haya sido por la muerte de Harry.
— Pobre Jacob, le han roto el corazón. —murmuró ignorando la voz en su cabeza que le decía que algo no estaba bien con la escapada de Bella— No voy a huir, Paige, si voy a desaparecer por tres días prometo que voy a decirte.
— Gracias a Dios, soy muy joven para tener canas por culpa de una adolescente hormonal.
— ¿Disculpa? De seguro hiciste lo mismo con la abuela.
— No estamos hablando de mí, Lottie. —la mencionada soltó una carcajada— Además, tu padre era muy sobreprotector cuando estuve en el colegio, había un chico que me gustaba, pero él jamás me dejó acercarme a él, así que ni siquiera pude huir.
— ¿Por qué lo hizo?
— Dijo que no era bueno y para mi último año él se había mudado junto a su familia, así que nunca hui con mi novio, quizás con mis amigos, pero jamás con un chico.
— Eso es triste.
— Papá murió cuando éramos unos niños, supongo que se vio con la necesidad de tener que cuidarme. —explicó con aquella mirada que tenía siempre que recordaba algo de su pasado— Me imagino como se habría puesto si decidas escapar con tus amigos o novio.
— No creo que hubiese tenido que pasarlo.
— Eso crees tú. —se burló, pero luego negó con la cabeza ante el recuerdo del rostro de Charlie Swan ante la preocupación de no saber dónde podría estar su hija, de no conocer si estaba bien, en peligro o viva— No lo hagas, en serio, no quiero tener esa preocupación, incluso si vas a la reserva házmelo saber.
— Lo haré.
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Curiosamente Charlotte se veía poco interesada en sus clases aquella mañana, como si algo más se estuviera llevando su concentración y técnicamente cualquiera podía ver su falta de atención en las cosas que hacía. Mackenzie había tratado de llamar su atención por más de una vez, pero se rindió al darse cuenta que segundos después de obtener lo que quería está volvía a perderse en sus pensamientos.
Tras llegar a su casa saco sus audífonos de sus oídos, la música se apagó dejando que sus oídos pudieran percibir el suave sonido de la campana de viento en el piso superior, su ceño se frunció, dejó la mochila en el suelo y tras tomar un bate de béisbol que su tía escondía detrás de un perchero subió escalera arriba, pero al llegar a la puerta de su habitación se detuvo, se quedó estática con el bate en la mano, porque para ese momento presentía que era lo que se iba a encontrar detrás de la puerta y no quería enfrentarlo.
Con lentitud bajó el bate y puso su mano sobre el pomo de la puerta, no la movió, se mantuvo ahí por un par de segundos antes de abrir y encontrarse con la nada, la ventana estaba abierta y el suave viento provocaba el sonido de la campanilla, Charlotte ingresó a su habitación sintiendo en parte cierta decepción, sus ojos escanearon a su alrededor brevemente antes de suspirar y darse la vuelta para cerrar la puerta, su frente tocó su pared sintiendo nuevamente el sonido de la campanilla pero esta vez era diferente.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó en voz baja, pero era suficiente para que él lo escuchara— Te fuiste, ¿Por qué volver?
— No quería lastimarte.
— ¿Y cómo crees que salió eso? —escupió dándose la vuelta encarando al vampiro de ojos dorados.
— Lo siento.
— ¿Lo sientes? —una risa sarcástica salió de entre sus labios antes de lanzarle lo primero que tuvo al alcance de sus manos: un libro— Si tenías miedo de lastimarme podrías haberme dicho, no simplemente desaparecer como si yo no importara nada, como si mis sentimientos no valiesen nada. —musitó mientras otro libro salía en dirección hacia Jasper, quien hábilmente esquivaba los ataques— Si crees que voy a lanzarme a tus brazos como Bella probablemente lo hizo con Edward te equivocas.
— No esperaba que lo hicieras. —murmuró aun conservando la distancia, incluso si algo en él le rogara que diera aquellos pasos.
Sin embargo no era el único, porque incluso si Charlotte se negaba a ser tan patética cómo Isabella Swan —quien de seguro olvidó todo por lo que pasó y perdonó a Edward— parte de ella también quería lanzarse a sus brazos, quedarse ahí y sentirse segura, pero su orgullo era mucho más grande que las ganas de correr a los brazos de Jasper Hale, porque fue lastimada, sentía que apenas estaba curando aquellas heridas que Jasper también provocó y no iba dejar que todo lo que aprendió estando sola se fuera al caño.
— No estoy lista para esto, Jasper. —susurró dejándose vulnerable por solo unos segundos— No ahora, ni siquiera sé si quiero seguir viéndote, solo... Vete, Jasper, por favor.
Pero Jasper se quedó ahí parado en medio de la habitación, Charlotte bajó la cabeza y dejó salir en una voz tan baja que de no ser por el desarrollado oído del vampiro jamás podría haber percibido, él que lo que hizo estaba mal, que no merecía ni siquiera que ella le dirigiera la palabra, se sentía como un egoísta por haber pensado que irse era lo mejor que podía hacer por ella, porque no lo fue.
Jasper sabía que Charlotte tenía todo el derecho a odiarlo, a no querer tenerlo cerca, lo entendía, pero una parte dentro de él era egoísta y no quería dejarla ir, no todavía. Charlotte escuchó el sonido de unos pasos y la presencia de él más cerca, no alzó la mirada, jamás lo hizo, ni siquiera cuando los fríos labios de Jasper se posaron en cabeza antes de irse. Otra vez.
