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La incómoda superficie donde su cuerpo reposaba la habían hecho abrir los ojos lentamente, la deslumbrante luz blanca provocó que sus párpados se volvieran a cerrar, había requerido varios parpadeos hasta que pudo adaptarse a la luz. Su cabeza se movió un poco hasta observar a su tía sentada a su lado, su mano se movió con lentitud hasta la mascarilla de oxígeno y la movió.
— ¿Paige? —dijo un susurro casi inaudible. La mencionada se levantó rápidamente de la silla y tocó su mano.
— No vuelvas a asustarme de esa manera, Charlotte. —murmuró en forma de regaño— Estuve muy preocupada.
— Lo siento. —Paige negó con la cabeza.
— No importa, estás bien.
— Bella, ella...
— No sufrió ningún rasguño. —Charlotte asintió— Iré por un doctor.
La figura de Paige atravesó las cortinas que dividían el lugar, Charlotte se movió con cuidado para lograr acomodarse mejor en la camilla. El olor a medicina y el ruido de las máquinas eran molestos, nunca le habían gustado los hospitales, pero a veces solía ser complicado evitarlos, mucho menos cuando su madre tenía la idea de hacerle exámenes anuales a la menor para evitar alguna enfermedad. Benjamín y Charlotte lo veían innecesario, pero era muy difícil hacer cambiar de opinión a Grace Gilbert.
Cerró los ojos unos momentos, pero al escuchar el sonido de unas pisadas y la cortina moverse los volvió abrir, una mujer de mediana edad y un pálido rubio de ojos dorados y una sonrisa cálida aparecieron en su campo de visión, el inusual color de ojos de este último le dio la respuesta acerca de quién se trataba.
— Hola Rossana, ¿cómo...? —el ceño de la menor se frunció y la pequeña risa de la otra Gilbert detuvo al rubio de seguir hablando— ¿Qué sucede?
— Lo siento, es que no había escuchado a nadie decirme así en años. —respondió con una media sonrisa- Siempre he sido Charlotte.
— Bueno Charlotte, ¿cómo te sientes? —preguntó.
— Como si hubiese tenido un ataque de ansiedad. —respondió divertida— Me duele la cabeza y tengo náuseas.
— ¿Habías tenido antes un episodio así antes? —volvió a indagar, pero el silencio que se formó en el pequeño cubículo lo hizo mirar a ambas mujeres.
— E-Eran más frecuentes el año pasado. —susurró la menor— El Dr. Lee lo llamó Trastorno por estrés postraumático, pero... —guardo silencio cuando se dio cuenta de que había hablado de mas— No llame al Dr. Lee.
— Es su área. —dijo con confusión.
— Lo sé, pero estoy bien, si lo llama todo esto será un completo caos. —dijo rápidamente.
