Abro los ojos y entonces me doy cuenta que aún sigue dentro de mí, sin intención de parar de penetrarme, cierro los ojos y solo espero que aquel momento termine. Entonces para, luego de decirme cosas que en ese instante no tienen mayor significado, se tumba a un lado y se queda dormido, me quedo mirándolo, "entonces esto era", recuerdo aquel momento en el cual compartía platicas eufóricas con mis amigas sobre sus encuentros sexuales, todas las veces que me pedían que eligiera bien el momento, lugar y a la persona con la cual perdería mi virginidad. En aquel entonces no me preocupaba pues creía tener todo bajo control, el sexo era algo que me aterraba practicarlo y que creía jamás hacer.
Me doy cuenta que no es correcto tener esta clase de pensamientos con él al lado, pero no puedo evitarlo, sabía que mi primer encuentro podía no ser como yo lo imaginaba, mas no creí que sería tan malo, ni sabanas suaves, ni pétalos de rosa, ni luz tenue. Sin embargo algo me afectaba aún más, no era el chico. Tenía claro que no quería volver más a aquel apartamento. Lo despierto para que me acompañe abajo, se niega, juego un poco con él y entonces acepta.
- Tienes un brillo hermoso en los ojos ahora. -
No sé si se hace el chistoso, pero quería dejarle en claro que ni me había gustado lo sucedido ni lo amaba, mas solo río y finjo dulzura. Me despido de su madre que se encontró en la habitación de al lado todo ese tiempo. Salgo del edificio avergonzada creyendo que el taxista sabe lo que hice, me despido de Miguel con un beso en la mejilla.
- Avísame cuando llegues a casa, ve con cuidado, ¡te quiero!.- grita.
Saco la mano por la ventana del auto en señal de despedida mientras el taxista avanza preguntándome que emisora prefiero oír camino a mi destino, le indico cual escucho siempre, canto a todo pulmón, como si fuera la mejor cantante del mundo, observo el camino por la ventana, ya lo conocía de memoria, pero este día era distinto y yo sabía por qué. Bajo cuadras antes de la casa de mi padre para caminar un poco, entro a una tienda y tomo una compota de manzana, la cual comía de niña todo el tiempo. Entro a casa, no hay nadie, aprovecho para tomar una ducha sin ningún motivo y como tantas veces ahí, lloro, me doy cuenta que llevo gran tiempo haciendo cosas que no quiero; me emborracho sin motivo alguno, fumo pareciendo una chimenea, aunque a esto último ya le agarre gusto, gasto dinero en cosas sin valor, fumo marihuana por pasar el rato con chicos que no aportan nada bueno a mi vida y yo lo sé, tuve relaciones con un chico solo porque no tenía más tema de conversación y supongo que hasta cierto punto me atraía sexualmente. Pienso que estoy echando mi vida a la basura, he desaprobado varios cursos, aunque voy en tercer ciclo sigo llevando cursos básicos del primero. Mi padre no merece esto, es el mejor padre del mundo. Lo escucho llegar, rápidamente salgo de la ducha, me visto y salgo corriendo a recibirlo fingiendo total alegría conmigo misma como siempre. Tenemos una corta conversación sobre nuestros días, obviamente no le cuento lo que he hecho antes. Nos alistamos para cocinar, preparamos lo que me apetece comer como siempre y llego el momento que temía, la conversación larga del almuerzo, en aquella plática siempre salen mis temidos secretos. Lo controlo y logro guardar lo cometido.
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Mis impulsos
Teen FictionAquel texto es una reseña de vida de una joven, la cual al pasar el tiempo logra lo que más busca, controlar sus impulsos, lo que la ayudará a tener la tranquilidad que viene buscando por años. O al menos eso siente por algún tiempo.