Estaba en segundo año de preparatoria cuando su vida comenzó a llenarse de actos. Si, actos en los que tenía que fingir y reprimir sus sentimientos por el bien de otros, especialmente de su hermano; o al menos eso creía.・*:..。♡*゚¨゚゚・*:..。♡*゚¨゚゚・*:..。♡*゚¨゚・
Los gemelos Miya eran reconocidos por su grandes habilidades en el volleyball, pertenecían al equipo de Inarizaki y eran de los favoritos para llegar a la final.
Hoy se enfrentarian ante un equipo relativamente nuevo, Karasuno. Jamás habían escuchado hablar de ese equipo antes, pero este año había alcanzado una gran popularidad debido a que habían derrotado a dos fuertes equipos como Aoba Josai y Shiratorizawa.
El haber derrotado a Oikawa ya era un gran logro, pero el que hubieran hecho perder a Ushijima era algo que nadie podría todavía creer.
Todos en Inarizaki tenían altas espectativas por enfrentarse a unos nuevos rivales, pero aún así tenían en mente que debían de ganar fuese como fuese y Osamu no era la excepción a esto.
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El gemelo menor amaba comer, así que antes de que comenzará cada partido comía algo ligero para sentirse completo, esto se había vuelto una clase de ritual.
Amaba a su equipo pero no lo suficiente para compartirles su comida, así que tomó su mochila y se dirigió a los vestuarios para comer unos deliciosos onigiris que se había preparado en la mañana.
Todo marchaba bien hasta que recordó que no llevaba consigo su termo con su té favorito, estaba pensando en regresar a la cancha por el pero sería perder mucho tiempo, así que optó por comprar una bebida en una máquina dispensadora.
Vagamente llegaba a su mente el recuerdo de haber visto una máquina de bebidas unos pasillos más adelante. Caminó un poco perdido y tras unos minutos la encontró.
Estaba dispuesto a comprar rápidamente su té, pero se percató que un joven de estatura baja y de cabellos naranjas estaba enfrente de la máquina. Por un momento pensó que era un niño de secundario que se había perdido, pero al observarlo detenidamente se dio cuenta que portaba un uniforme de volleyball, y no cualquier uniforme, pertenecía al Karasuno.
¿Cómo alguien tan bajito jugaba? ¿Era el libero? ¿Era sólo un suplente? Éstas y muchas otras preguntas pasaban por su mente. Estaba perdido en sus pensamientos hasta que escuchó el ruido de una botella cayendo, finalmente el chico había obtenido su bebida.
Osamu se acercó a la máquina y estaba a punto de pedir el mismo té, pero ya no quedaba ninguno. Aquel pelinaranja se había llevado el último.
-Amo mi maldita suerte.-Se decía asimismo ya un poco molesto, odiaba las gaseosas y esas eran lo único que quedaba, eso y jugo de naranja, pero esa opción tampoco era de su agrado.
–Disculpa...-Escucho que alguien le llamaba con un dulce tono.
Se sorprendió un poco, pensaba que estaba solo pero al parecer no era así. Volteó a ver de quien se trataba y era aquel chico del Karasuno.
Al verlo más de cerca se sorprendió mucho las particulares características del joven, poseía unos grandes ojos marrones que parecían brillar como las estrellas, su cabello naranja se veía tan suave y esponjoso que daban ganas de acariciarlo, unas pecas casi impersectibles y unos hermosos labios rosados y finos. Aquel chico era el ser más deslumbrante que había visto en toda su vida.
–¿En qué te puedo ayudar?-Recordó que no había contestado, se sentía nervioso por haberlo fijamente tanto rato, ¿que tal si creía que era un grosero? O peor aún, un pervertido. Un pánico se apoderaba de él, eso era algo nuevo.
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Décimo acto
FanfictionTodo comenzó en aquel campeonato cuando tenía 17 años. Ahí fue cuando lo conoció y su vida cambió. Osamu nunca había sentido interés romántico por nadie, pero debido a una extraña situación se encuentra a cierto chico que lo enamora a primera vista...