14/02/2000

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Como cualquier otro día durante el curso Selene estaba con tranquilidad estudiando en su habitación, habían vuelto de Italia hacía ya un mes. A decir verdad se mensajeaba con Alice cada vez que podía, entendía que los SMS no eran necesariamente baratos, pero al menos se mantenía en contacto con la chica. Desde nochevieja habían vuelto a quedar un par de veces, unos días antes de que la rubia se volviese a Inglaterra. Ninguna se acordaba con certeza que había pasado la noche de año nuevo, solo recordaban estar en la discoteca hasta el amanecer, con un colocón que pocas veces se cogían. 

Recordaba la despedida con la chica, ambas se habían tomado mucho cariño. Alice la mañana de su vuelo le dio una pulsera a la rubia, era una pulsera fina, hecha de cuerdas, quizá de forma manual. "No te la quites hasta que vaya a verte a Inglaterra". 

Selene le había contado el negocio de su familia en una de las quedadas que hicieron, pensaba que al menos así la despedida se haría menos dura, que de aquella manera le cogería algo de miedo y la olvidaría, pero no fue así. La peliazul le miró con total curiosidad mientras ella iba contando su historia.  Le sorprendía que aquello pasara, no era lo común cuando hablaba de su familia o del trabajo de los mismo, claro que tampoco sabía cual sería la reacción de Gibby cuando lo averiguase, ni mucho menos la de Allium, pero la de Alice le había sorprendido. "Voy a ayudarte" le había dicho, ella había negado varias veces mientras tomaba con cuidado de su café, evitándose pronunciar alguna palabra en vano. "Vamos Selene" le insistió. Ella terminó por aceptar, claro, pensaba que realmente nunca pasaría de allí. 

Levantó la mirada en su habitación antes de ahogar un suspiro, llevando la vista después a su muñeca, realmente la echaba de menos, consideraba a Alice la única amiga de verdad que tenía, aquella que incluso sin estar con ella la apoyaba. Sonrió con ligereza. 

Como si de un acto reflejo se tratase alzó sus brazos al techo conforme se levantaba de la silla de su escritorio, pasando después su mano por encima de los apuntes con suma suavidad, iba mal, iba muy mal pero ya le importaba poco, haría lo que podría en el momento que tocase y en aquel momento lo que tocaba era ir a por algo de comer a la cocina. 

Salió con cierto desdén de su cuarto, frotando con suavidad su pelo, todavía se rapaba, estaba cansada del pelo largo, le estorbaba para prácticamente todo. Ya le había propuesto la idea a Gio y ella había puesto el santo en el cielo, ¿cómo iba a raparse? ¡Tenía que dar una imagen!. "Que le follen a la imagen" le había gritado la rubia antes de encerrarse en su habítación. 

Cerró los ojos un segundo al recordar aquellas imágenes, ahogando un pequeño suspiro mientras continuaba su camino dirección "Comida". 

Continuó caminando por el largo pasillo que conectaba su habitación con las escaleras, aunque al percatarse de la puerta "prohibida" de su padre detuvo su caminar quedándose mirando aquello con cierta fijación. Sabía que su padre guardaba allí cosas relacionadas con su trabajo, le había dicho que no se acercara pasara lo que pasara y ella lo había cumplido, siempre le había dado respeto entrar. 

Aquel día se sentía diferente, se sentía muy diferente, tenía el valor que no había tenido en años para empujar esa puerta. Con suavidad, como si el más mínimo movimiento pudiese alertar a cualquiera de sus progenitores, miró a un lado y al otro y finalmente entró al lugar.

Dentro estaba bastante oscuro, le sorprendía la poca luz que entraba siendo aún bastante de día. Palpó un par de veces la pared junto a la puerta buscando el interruptor, dando con él varios intentos más tarde. Tras un par de parpadeos por fin pudo visualizar todo lo que le rodeaba. Armas. Todo estaba lleno de armas, de muchos tamaños, colores, formas... Era sin duda el arsenal de armas más grande que había visto nunca, ¿por qué tenía tantas? No imaginaba que Zac fuese una persona demasiado agresiva, al menos con ella nunca lo había sido, además que pensaba que su papel en la mafia era algo más... Diplomático, así se lo habían explicado cuando cumplió 16. La verdad aún seguía procesándolo. 

Rosa NostraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora