EXTRA AEGAN Y JUDE - Parte 3

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PARTE 3

AEGAN Y JUDE.

Creo que esta es la segunda vez que te pregunto esto:

¿En dónde nos habíamos quedamos?

Ah, sí, yo sentada en la butaca del piano, con Aegan sentado detrás de mí. Mi espalda pegada a su pecho, mis nalgas apretadas contra su entrepierna, y su mano, en la que usaba los anillos, sostenía mi mandíbula, obligándome a mirarlo en un gesto de control. Los centímetros que separaban nuestros rostros, eran peligrosamente escasos.

Él había dicho:

—Quiero follarte, Jude, pero primero quiero que te arrodilles, porque te haré tragarte todas las mentiras que has dicho hasta ahora.

Y eso había sido una orden, por lo que me dio tiempo para obedecerle.

Hacerme tragar todas mis mentiras, ¿eh?

No voy a mentir, a mi parte que le gustaba ser dominada, le gustó eso.

Pero mi otra parte, que era estúpida y competitiva, no quería demostrar que me había gustado, porque nuestra rivalidad aún no desaparecía del todo y mostrarnos débiles significaba dejar ganar al otro. Y Aegan lo sabía. Debía saber que yo me estaba debatiendo entre todos mis "peros", puesto que, si
él era terco, yo lo era el doble.

Después de todo, nunca habíamos esperado encontrarnos en esa situación, pero creo que tenía sentido. Nos habíamos vencido el uno al otro en tantas ocasiones y de tantas maneras que esta era la única que nos faltaba. Y era innegable, nos atraía la idea. Nos atraíamos de una forma terrible.

La mejor descripción sería: no debía suceder, pero lo queríamos por esa misma razón.

Él esperó un poco más...

Un poco más...

—Puedo ser muy rudo en esto —dijo ante mi largo silencio— pero también puedo no serlo.

—¿Es una fantasía? —pregunté, enarcando una ceja—. ¿Has imaginado que me arrodillo ante ti y me rindo de esa forma?

Pensé que me lo negaría para fastidiarme, para no delatar ninguna debilidad, tipo: "¿contigo? Obvio no", pero...

—Sí, lo he imaginado —confirmó.

Luego de nuevo mantuvo ese silencio que era un claro: "te estoy dando tiempo para que tú misma hagas lo que te pedí", con sus ojos grises fijos en mí a la espera.

Volví a ser consciente de la dureza de su entrepierna contra mis nalgas. Sinceramente, sí me daba curiosidad. Había visto a Aegan enojado, feliz, asustado, preocupado, nervioso, pero nunca excitado, nunca vulnerable por placer, y ahora como que sí quería ver eso... Como que sí quería ver su expresión si yo lo tocaba...

La malicia en lo más profundo de mí, quería vulnerarlo de esa manera.

Solo que eso significaba complacerlo.

—No —dije entonces, negada a dejarme vencer—. No voy a arrodillarme.

Hubo otro silencio.

Pensé que se enojaría o algo.

Yo ya estaba lista para pelear por mis derechos.

Pero eso no lo alteró ni un poco.

—Está bien, no tienes que hacer nada que no quieras —dijo, simple.

Incluso esbozó una pequeña sonrisa de esas que escondían algo y que me hizo sospechar mil cosas. Tal vez por eso me quedé medio estupefacta.

—¿No vas a retarme? —le pregunté.

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