•El chico del tren

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Hoseok aún no salía de su asombro. Aquel era el chico más hermoso que había visto en su vida. Había decidido tomar el tren esa mañana ya que Nomi se había llevado el auto. Y ahora agradecía a su mujer por ese imprevisto. Ella nunca usaba el auto durante el día.

Cuando se subió al vagón, todos los asientos estaban ocupados. Excepto uno casi al fondo. Caminó un poco más animado cuando su mirada cayó en el muchacho que miraba por la ventanilla. Y se quedó sin aliento. Sus piernas largas cruzadas una encima de la otra, su perfil de emperador, sus ojos oscuros pegados al cristal... Su cuerpo se movió hacia adelante y tropezó. Su maletín se abrió esparciendo papeles por todos lados. El chico dio un respingo y lo miró. La cara de Hoseok estaba en llamas. Hermoso era una palabra que se quedaba corta ante semejante belleza. Su rostro era perfecto. Sus ojos eran grandes y almendrados. Del color del café. Y sus labios...

—Lo siento —balbuceó bajando la mirada— me tropecé...

El hermoso muchacho se inclinó y lo ayudó a juntar los papeles que habían caído a sus pies y se los pasó de forma ordenada.

—Gracias...

El chico apenas asintió y volteó la cara hacia la ventanilla. Hoseok se quedó de pie unos segundos más y tomó asiento en los asientos compartidos de al lado. No perdió oportunidad de mirar furtivamente al muchacho que en ningún momento se giró. Solo miraba por la ventanilla.

No debía tener más de veinte años, pensó Hoseok. Pronto lo invadió una sensación de culpa. No sabía por qué, pero jamás había mirado a otro hombre desde que Yeon murió. Su amor se había ido con él. Y sin embargo ahí estaba, deslumbrado por la belleza etérea de un desconocido. Un desconocido que apenas había salido de la adolescencia. Unas paradas antes de la suya, el chico se acomodó el gorro de lana rojo y se abotonó el abrigo hasta el cuello. Cuando se paró, Hoseok pudo notar que el chico era muy alto, incluso estaba seguro de que era un poco más alto que él y eso era demasiado ya que Hoseok sobrepasaba el promedio de estatura de los asiáticos por algunos centímetros. El chico se colocó la mochila y se giró para salir. Sus miradas se cruzaron una fracción de segundo y eso fue suficiente para que Hoseok contuviera la respiración. El chico desapareció por el pasillo.

Se giró para ver por la ventanilla. El muchacho caminó sin voltear y se perdió entre la gente. Bueno, al menos ahora sabía donde estaba su parada. Al parecer el tren iba a ser su medio de transporte de ahora en adelante.

—Entonces, ¿qué piensas sobre esta pieza? —el joven a su lado apuntó con el lápiz el cuadro en una carpeta.

Hoseok revisó el catálogo donde estaban todas las piezas que iban a exhibirse en la subasta y asintió.

—Se parece a Los amantes, de René Magritte, ¿no crees?

El chico frunció el ceño. Hoseok sabía más de arte que cualquier persona con la que hubiera trabajado.

—¿Entonces la sacamos?

—No, está bien. Es una linda pintura. Déjala. ¿Quieres ir a almorzar?

—Seguro, déjame llevar estos catálogos así pueden empezar a imprimirse. Estoy un poco ansioso con todo esto. —El chico sonrió agarrando las carpetas y papeles de la mesa. —Volveré en unos minutos, señor Shin.

—Hoseok. Dime Hoseok, por favor.

El muchacho le hizo una pequeña inclinación con la cabeza y subió las escaleras hacias las oficinas de la galería.

—¡Shin! —un moreno de cuerpo imponente y sonrisa infantil se acercó a él trotando.

—Ah, hola HyunWoo. ¿Que te trae por aquí?

La casa de los sueños [2Won]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora