Espinas del pasado

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En las entrañas de la tierra el alba era imperceptible, sin embargo, el alma de los viajeros siente cuando el sol se alza y por ende, cuando es momento de continuar la marcha. Arnor fue el primero en ponerse, seguido de Felthor y Aloryn, quienes despertaron al resto. El grupo levantó sus pertenencias rápidamente y tomaron un sencillo desayuno a base de pan duro, carne en salazón y unas tazas de té de jade rojo, una hierba que crecia en ambientes húmedos y oscuros, cortesía de Arnor que fue quien encontró los manojos. Mientras tomaba su alimento, Ozhag fumó un poco de su pipa de hierro y como de costumbre, Joxler afiló su preciada espada. Era un arma preciosa; una espada bastarda con una hoja larga y esbelta con dos profundos vaceos. La guarda tenía forma de dos halcones de plata en pleno vuelo y el mango era de suave cuero negro, anillado en delicadas hebras de plata. El pomo era un prisma también de plata, engastado en zafiros y pequeños diamantes blancos. Su forma permitía que fuera empuñada a una o a dos manos y por la forma en que Joxler la usaba, parecía que el arma fue hecha especialmente para él.

Tras tomar el desayuno rápidamente, el grupo salió de la bóveda subterránea y atravesó la fortaleza que ya comenzaba a ser iluminada suavemente por los tragaluces del techo. Por la luz, Felthor calculó que el sol había salido hace apenas una hora. El eco que acompañaba sus pasos resonaba en los muros abovedados y el sonido hacia juegos extraños. Los cuerpos de los cazasangres seguían donde quedaron el día anterior, pero se estaban deshaciendo lentamente en un repugnante liquido negruzco que apestaba a carne podrida y agua estancada. Aloryn se puso la mano en la boca para contener las arcadas y adelantó el paso para evitar aquel desagradable ambiente. Ozhag no se contuvo y corrió a uno de los canales para vomitar y Felthor tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no seguirlo. El olor era insoportable.

-¿Qué demonios es ese olor?,-exclamó Joxler en voz alta cubriéndose el rostro,-Huele como la muerte.

-Son los vestigios de la magia de sangre,-le contesta Arnor, quien curiosamente, no se cubría la nariz,-Estos monstruos son creados con carne muerta impulsada por la magia oscura y cuando esa energía los abandona, los elementos hacen lo suyo. Cuando la magia interviene con la vida, estos son los resultados.

Haciendo un verdadero esfuerzo para no vomitar el desayuno, el grupo cruza la sala a zancadas para alcanzar la puerta. El beso de la luz del sol los ciega repentinamente y les toma un momento acostumbrarse a la luz tras varias horas en la sombra. Poco a poco, todos abren los ojos nuevamente y se encuentran con el espectáculo de la plaza bañada por la luz del alba naciente. Todo seguía tal y como estaba como cuando llegaron el día anterior, y nadie parecía haber notado su presencia.

-Los Herreros nos concedieron una noche de paz al menos,-comenta Joxler cuando recibe la caricia de la brisa matinal. Una sonrisa bailaba en su rostro y Felthor vio algo distinto en él. Muy a su pesar, se dio cuenta de que Joxler comenzaba a agradarle <<Es bueno con la espada y me salvó la vida>>,-recuerda Felthor,-<<Es un idiota, insufrible y un señorito de primera. Pero es valiente y leal, y está dispuesto a dar la cara por nosotros>> En ese momento, Felthor decidió que haría lo mismo por sus compañeros.

-Vayamos al rio, hay que soltar el bote para dejarlo ir,-dice Arnor,-No sería bueno que alguien sepa que hubo gente aquí.

-Me parece buena idea,-comenta Aloryn,-No hay nadie aquí, pero tampoco está de más ser precavidos.

Los viajeros reanudaron la marcha por las afueras de la fortaleza y en silencio. Nadie tenía mucho que decir. Sus pasos pronto los llevaron nuevamente a las ruinas del pueblo que habían atravesado el día anterior. Felthor se detuvo en seco al divisar las piedras mohosas entre la vegetación del bosque y comenzó a sentir como su corazón bombeaba con más fuerza <<Vamos idiota, puedes hacerlo>>,-se decía a si mismo,-<<Solo son muertos>>

Luz Entre las CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora