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—Ay, perdón, gracias Güero

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Ay, perdón, gracias Güero. — le sonrió de la manera más forzada posible, después de escuchar el acento insoportable que tenía el más alto decidió cortar la conversación lo más rápido posible e irse a su casa de una buena vez.

Ya sabes guapo, para eso estamos. — le guiño un ojo y sonrió de lado. —Pero, ya que te libre del naquete ese, de que podemos ir a comer a un restaurante buenísimo que conozco para que me agradezcas.

Orita no joven, llevó prisa. —intentó caminar al lado contrario hasta que sintió cómo el más alto lo tomó del brazo y lo giró hacia él. — Cámara si me vas a asaltar hazlo de una vez Arguendero. — está vez respondió irritado, ya tenía suficiente por hoy, parecía que las malas vibras lo seguían.

A ver flaco, primero que nada, ¿me ves casa de naco?, segundo, ¿por qué no irías a comer conmigo?. — todo ésto lo dijo moviendo sus manos como si hablará con ellas y una qué otra vez colocando su mano en la cintura.

Aver güerito — comenzó a imitar su tono — número uno, no eres mi tipo, (mentira) segundo, ya te dije que no, y tercero, te crees la última coca del desierto. —diciéndo ésto se dio la vuelta llegar a su casa de una vez por todas.

Una vez paso el primer semáforo suspiro de alivio al ver que no lo había seguido, se tomó su Gatorade y finalmente llegó a su casa; saludo a su abuela, comieron, hizo tarea y por último se dio un baño por qué le daba frío bañarse en la mañana.

Cuando había terminado de arreglar su mochila, se acostó en su cama mientras pensaba que ya todo estaba bien se percato de la ausencia de algo importante.

Se me perdió la pinche credencial.

Después de que el chico Rubio lo dejara de que lit ahí plantado como perro mojado se molesto consigo mismo, ni siquiera había logrado pedirle su número y encima insinuó que era un asaltante

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Después de que el chico Rubio lo dejara de que lit ahí plantado como perro mojado se molesto consigo mismo, ni siquiera había logrado pedirle su número y encima insinuó que era un asaltante.

Soltó un suspiro de resignación y al mirar al suelo logró divisar una tarjeta pequeña. La credencial de él.

Con ella logró saber que se llamaba Edward, era estudiante de la UNAM y que hiba a la prepa que no estaba a más de 10 minutos de su escuela.
Guardo la credencial en su bolsillo izquierdo no antes de mirar con detenimiento la foto.

¡Hola Güero! ^<Riddlebat>^Donde viven las historias. Descúbrelo ahora