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La tragedia azuzada, la cual ya yacía remota entre los folios del tiempo, permanecía perenne en la mente de la joven desgracia.

La casa envuelta en llamas... Aún podía divisarlo a la perfección mientras huía a la distancia. Durante los días apriorísticos al acontecimiento catastrófico, su madre se había estado comportando raro.

Ella pareció... Más nerviosa de lo común, hasta llegar al punto de no poder dormir o reposar tranquila ante una idea que no era capaz de entender la niña, para aquellos entonces, cuyos ojos dorados se llenaban de curiosidad mientras que le insistía a su madre que le tejiera trenzas en su lindo y colorido cabello, sobre todo antes de dormir.

Ella cumplía con su anhelo infantil, pero en diversas ocasiones notó sus manos tremulosas y su corazón latir con fuerza. Su mirada siempre se posaba sobre la puerta, como si esperara una visita indeseada en tiempos tensos en la capital en pleno mil novecientos veinte.

Su casa estaba apartada de la Metrópoli y eran pocos los soldados que resguardaban la residencia. La chiquilla no entendía nada, pero su madre se comportaba como si fueran vulnerables a algo...

¿O tal vez a alguien?

Era incomprensible. Una alud de emociones que la infanta desconocía. Preguntar era algo en vano, ya que su madre siempre se reservaba las respuestas para sí misma. Sin embargo, su naturaleza desinhibida le impidió preocuparse en demasía por lo que iba a suceder.

Mucho más cuando se tuvo que mudar de forma inopinada, a una cabaña ubicada en las montañas junto a las marismas. La pupila comparó entonces la cabaña de su madre con un tugurio de mal gusto y hasta recriminó su accionar, sin entender que todo lo hizo con el mero fin de protegerla.

No lo comprendió en lo absoluto hasta que aquel infausto evento sucedió.

Encerrarse junto a su mamá en el dormitorio de esta última y ser obligada a ocultarse ella sola detrás de un armario oscuro, el cual tenía un acceso secreto que llevaba a la parte trasera por la cual se podía huir, bajo la súplica angustiada de su madre que le hacía hincapié en todo momento que debía escapar de la casa, fue algo bastante inútil. Y en lugar de irse de una vez, como la mayor le solicitó, se quedó en ese lugar de estructura maderable y con las puertas entre abiertas pudo discernir con claridad cada suceso que la hirió de por vida...

Los invasores se adentraron a la habitación y tomaron a su progenitora. Su líder la contempló con algo que para ese entonces, la niña no podía describir... Pero ahora, que había pasado por tantas cosas y con ello la llegada de la adultez, lo entendía perfectamente.

Era deseo. Lujuria en carne propia que se convirtió en un acto aborrecible y lleno de sangre.

El monstruo de un solo ojo, con la Boudionovka sobre su cabeza y la gabardina café la tomó presa sobre la cama que compartió con su hija para dormir por tantas noches, haciéndola posteriormente suya a la fuerza con un cuchillo entre manos. El hombre torturó y en lugar de mostrarse arrepentido, sintió placer por todo eso que se suscitaba en contra de su madre.

Azerbaiyán, admiró con horror todo lo que ocurría, mientras que el resto de los soldados solo observaban en silencio, con la esperanza de probar a su querida madre la cual lloró y rogó por piedad...

Ella... No podía olvidar nada de lo que pasó esa noche.

Aquel, que un día sería su futuro padre y cuidador, luego de desvestirse un poco, introdujo su venoso miembro a la vagina de su madre, ocasionandole un punzante dolor, mientras se tomaba la molestia de golpearla además de romperle la ropa como si fuera una bestia descorazonada. El cuchillo solo fue una herramienta más para su diversión, marcando su piel con cortadas y hasta calentándolo con algún encendedor que tuviera uno que otro soldado presente adicto al tabaco. El Soviet, por mucho tiempo, había oído sobre los rumores que pululaban por las calles sobre la belleza de su mamá.

𝓐𝓬𝓲 𝓽𝓸𝓻𝓹𝓪𝓺  ✵ 𝙰𝚣𝚎𝚛𝚋𝚊𝚒𝚢𝚊́𝚗 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora