𝓐𝓬𝓲 𝓽𝓸𝓻𝓹𝓪𝓺 ✵ 𝙰𝚣𝚎𝚛𝚋𝚊𝚒𝚢𝚊́𝚗

ᎪᏞͲıΝᏟı

La noche tormentosa fue suplantada de pronto con un amanecer soleado. La lluvia había durado por más de dos días, algo bastante inusual en la región pero fue suficiente como para que Azerbaiyán y el Turco pudieran conocerse mejor, así como a los hombres que acompañaron a esta última en su escape hacía la libertad.

La dama de cabellos blancos fue atendida luego de descubrir su estado de salud, por lo que ahora tenía vendajes que cubrían sus muñecas y parte de sus piernas para impedir que se infestaran. Aunque Turquía había descubierto en poco tiempo, que la azerí era una criatura muy susceptible y llena de secretos dolorosos. Contadas eran las ocasiones en las que la veía sonreír y por las noches, eran común oírla dando de gritos como consecuencia de sus pesadillas, en las que solía implorarle a alguien que no la tocara.

Siempre intentaba saber qué le pasaba, pero la muchacha jamás respondía sus interrogantes. Solo insistía en decir que todo estaba bien, incluso cuando se estuviera rompiendo frente a sus ojos. Era tan vulnerable y un día pudo notar varias marcas en su espalda, cuando este cuidadosamente le solicitó que le acompañara junto con un médico de la comunidad. En un principio se negó, pero accedió cuando Turquía le aseguró que nada malo iba a pasarle mientras que él estuviera presente.

Y Azerbaiyán le creyó ciegamente.

Todavía se lograban ver los ojos horripilados del doctor, cuando descifró la causa de cada cicatriz o moretón sobre la piel de la infortunada criatura la cual asendereaba entre sus recuerdos con vasta facilidad solo para terminar soltando lágrimas como si lo que estuviera dentro de su mente la lastimara. Latigazos, golpes, cortes... Habían de todo tipo de marcas o cicatrices. Sus alforzas eran bastante profundas y hasta había un costurón que parecía haberse hecho recientemente en su espalda. Quizás se la abrieron con algún tipo de arma, como también habían viejas heridas de bala y quemaduras por cigarrillo. Existía hasta una mordedura en el hombro, la cual se notaba que tenía tiempo de estar ahí por lo que las ideas retorcidas dejaban incrédulos y espantados a más de uno de los presentes, incluyendo a las enfermeras que ya comenzaban a cuchichear entre ellas.

¿Acaso había sido víctima de violación? Aparentemente sí.

Turquía simplemente guardó silencio y bajó la mirada. No conocía la historia de Azerbaiyán pero se le partía el alma ante la idea de un posible ataque sexual.

¿Quién había sido capaz de realizar semejante monstruosidad? No existía parangón alguno y más porque se trataba de una mujer y una relativamente joven.

—Seni kim bu kadar üzdü? (¿Quién te hizo tanto daño?).

Cuestionó el médico, en su idioma natal, mientras que la muchacha levantaba la mirada de pronto con un gesto apagado y una mirada tan débil que dejaba mucho a la imaginación de lo que podría haberle pasado. Una fortuna que podían entender dialectos extranjeros sin ningún tipo de problema.

—Mənim atam olmalı olan adam (El hombre que supuestamente es mi padre).

La respuesta certera le heló la sangre al turco, sobre todo porque la mujer no titubeó ante eso. Ella se cubría en todo momento y miró fijamente a las personas que le atendían, sobre todo al propio Turquía, como si esta buscara descifrar algo en su mirada.

De pronto, Azerbaiyán, se recostó sobre la camilla en la que había estado sentada. Cerró los ojos por unos instantes y sin más preguntó:

—Mənə burada qeyri-müəyyən müddətə qalmaq icazəsi nə vaxt veriləcək? (¿Cuándo se me permitirá quedarme aquí indefinidamente?).

—Eso no es algo sencillo, señorita. Hay factores que influyen y que por supuesto, debemos tomar a consideración...

—¿Entonces no pretende ayudarme a mí ni a mis hombres?, ¿acaso está consciente de las adversidades por las que hemos tenido que pasar para no ser descubiertos y llegar hasta aquí? No es sencillo ser uno de los primogénitos de un maníaco, que por años te ha venido maltratando y que a diario tiene un ojo puesto sobre tu cabeza porque está consciente del desprecio que se le tiene...