Amarillo

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Era mi última excursión del año y por ello la mejor, pues además de constar de cinco días con noches incluidas, nos dejaban infinitamente más libertad que en otros viajes. No éramos un curso muy grande, por lo que nos valió con un pequeño albergue situado en el pueblo para todos, y si, nos alojaríamos en un pueblo, allí sería nuestro grandioso viaje, y para que mentir, nos encantaba de la misma forma que si hubiera sido en un hotel de cinco estrellas junto a la playa. Éramos niños, solo nos importaba no tener clases y poder compartir habitación con nuestros amigos.

El primer día un guía nos hizo un pequeño tour por el pueblo, más que nada para que supiésemos guiarnos durante el tiempo libre que tendríamos todas las tardes, y a pesar de ello no fueron pocos los que se perdieron esa misma tarde buscando la vuelta al albergue. Yo mismo, y Soobin, mi mejor amigo de ese entonces, tardamos casi una hora en llegar, recorriendo las mismas calles una y otra vez con desesperación.

El segundo día Soobin prefirió quedarse por los alrededor para no arriesgarse de nuevo, pero yo tenía ganas de explorar, y gracias a ese impulso fue que le conocí.

Caminé tanto que sin percatarme, crucé los límites impuestos por el guía, pero poco me importó, pues yo tenía un objetivo puesto a varios metros de distancia, y pensaba alcanzarlo. A lo lejos había divisado un precioso e inmenso campo de girasoles, tan brillante que parecía realmente un mar de pétalos amarillos.

Y fue aún mejor cuando me adentré en su interior.

Eran todos enooooormes, parecían flores gigantes o que yo me había convertido en un enano. Inconscientemente empecé a reír, y luego a correr, hasta que me detuve en seco al escuchar una voz que no era la mía propia.

—¡Vamos, ánimo, un dos un dos un dos, así, muy bien, síganme!

Me asomé curioso entre los tallos, buscando al dueño de aquellas extrañas palabras, y no demoré ni dos segundos en hallarle.

En la calzada continua, frente a mi, se encontraba un pequeño niño, casi de mi altura, con el cabello rubio y la tez blanca. A primera vista ya de por sí me pareció atractivo, simplemente parecía resplandecer, congeniaba a la perfección con el ambiente. Debido a sus holgados y desgastados ropajes, supuse que vivía en el pueblo, aunque me costaba hacerme a la idea de que alguien, y menos un niño, pudiera hacer vida diaria en ese lugar tan apartado del mundo.

Estuve mirándole unos segundos, observandole en silencio e intentando averiguar con quién diablos hablaba, pues iba caminando pero cada tres pasos se giraba, mirando a su espalda y soltando palabras de aliento, como si tuviera un gran ejército siguiéndole. Pero finalmente, como era de esperar, me descubrió, dando un gran salto por la sorpresa y señalándome acusatoriamente con su dedo, como si yo fuera el mayor malhechor de todos los tiempos.

—¡ENEMIGO, UN ENEMIGO!

—¡Eh, para! –exclamé asustado, enfadándome por su extraña reacción. –No soy un enemigo, soy Beomgyu.

—¿No eres un enemigo? –preguntó bajando la mano y suavizando el rostro. Yo asentí extrañado y seguidamente sonrió levemente, como si mis palabras fueran el mejor seguro que pudiera recibir. –Por un momento pensé que nos ibas a atacar.

—¿Por qué iba a hacer eso?

—Porque podrías ser de los malos, pero no lo eres.

—A mi me dan miedo los malos, jamás formaría parte de ellos –expliqué con sinceridad, sin saber muy bien de que “malos” estábamos juntos, cuando hablaba yo tenía las veces que mi madre me decía que no me acercara a desconocidos o cosas así, esos eran los “malos”. –Por cierto, ¿con quién hablabas?

—¿Eh? –ladeó la cabeza, como si no me comprendiera, como si yo fuera el raro y no él, quien estaba hablando solo hacia unos segundos.

—Antes, te escuché hablar con alguien.

COLORS - BEOMHYUN (ADAP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora