Estaba en clase de música y arte y Jobert empezó a acercarse más a mí, claro que en plan de amigos. El se había dado cuenta de lo que me pasaba y de las expresiones de mi rostro aunque no sabía cómo, si a penas llevábamos dos meses conociéndonos. La pelinegra ya tenía novio y era el chico con el que había estado saliendo, esta más que claro decir mi situación con Carlos. A él le gustaba mi mejor amiga, era obvio que algún día pasaría y solo tenía que dar un paso atrás como siempre.— ¿ En qué piensas?— su voz de coqueto me asustaba a veces, ya me estaba acostumbrado incluso.
— ¿Que te importa, Jobert?
— Hoy estas de mal genio.
— Iré a los servicios.
— ¡Espera! — tomó mi brazo y tiro de él, como si fuera una pluma delgada con facilidad. — No irás a ningún lado.
— ¿Acaso me estas ordenando?
— Si, mi amor. — lo dijo en un tono burlón.
— Maltido mujeriego. — tire de mi brazo tratando de liberarme de su agarre hasta que lo conseguí.
Jobert era una de las personas que podía saber lo que pasaba por mis pensamientos y estaba más que claro que también sabía sobre la persona que me gustaba. Andar con Jobert en todo el día, era ser el centro de atención del chico coqueto, siendo sincera no había chica a la que no conociera o incluso que no le estuviera coqueteando, menos mal que no entraba en su lista.
Ya era hora de salida y seguía con mi chicle, la buena noticia es que ya no me gustaba Carlos y lo sabía por las veces que nos cruzamos, parecíamos dos completos desconocidos.
— ¿Nos vamos bebé? — odio que Jobert interrumpa cada pensamiento que tengo.
— ¡Deja de llamarme así!— gruñe.— ¿me vas a acompañar hasta mi casa?
— Siempre.
— Esta bien.
En el camino Jobert empezó a hablar cada tontería que se le ocurría para hacerme reír, era jodidamente chistoso, eso me gustaba de él. Unas y cuantas más conquistas me seguía comentando, hasta que...
— ¿Podemos hablar? — sentí que alguien me tomaba del brazo y me sostenía con fuerza.
— ¿Que quieres?— tiro de mi brazo Jobert para poder apartarla de Carlos.
— Estoy hablando con ella. — mencionó el chico bajito.
— Esta bien Jobert, escuchemos lo que tiene que decir. — con una mirada sería me crucé de brazos esperando una explicación.
— ¿No podemos hablar solo los dos?
— Jobert también puede escuchar.
— Esta bien. — empezó el chico — ¿Puedes decirme que le gusta a May o como suelen gustarle los hombres?
— ¡¿Y porque rayos piensas que yo sabré?!— sobresaltada anuncié.
— Eres su mejor amiga. — esta frase se estaba convirtiendo un hábito en mi vida.
— Pues aunque sea quien sea, no lo sé. Siendo sincera no sé cómo le agradan los chicos o su gusto por ellos. Solo no me metas en tus asuntos. — estaba a punto de derrumbarme pero no lo hacía porque Jobert estaba ahí y no quería enseñarle mi faceta triste, aunque ya la había notado.
El chico no dijo nada más, al contrario, se quedó pasmado observándome hasta que Jobert jalo de mi, hasta dejarme en mi casa sin mencionar nada sobre el tema.
Supuse que Jobert ya se había dado cuenta de lo que sucedía en mi vida en esos dos pocos meses y le agradecía en mis pensamientos que no preguntara nada al respecto.Mi madre había sido testigo de mis cambios de humor y mis malas maneras de ocultar mis emociones. Ese día se hizo muy notable mi presencia.
— Hola hija. — ella toda amable y su voz hermosa trataban de hacer una señal de paz.
— Hola. — sin nada más, fui a mi habitación y tire mi mochila al suelo con la furia que tenía adentro. Mi hermana se había dado cuenta, si es que alguien sacaba rápido sus conclusiones era ella, ambas dormíamos en la misma habitación y era la que tenía que aguantar mis cambios repentinos de adolescente, sin mencionar que un día le tiré mis cosas en su escritorio.
Me tiré en mi cama y decidí tocar el móvil, cuando de pronto me llegó una notificación.
— Lo siento por lo de esta tarde, pero puedes ayudarme con May. — un mensaje de Carlos.
— ¿Tú sabes que me gustas? — decidí confesarme.
— Si, lose.
— Entonces déjame tener un poco de amor por mi misma al menos. — espere su mensaje, pero solo me envió un emogi que estaba segura que lo hizo por pena.
En ese instante mi corazón se encogió enormemente, como si hubiera caído de un enorme edificio sentí mi cuerpo tenso y el dolor de ese día ya no quise sentirlo más, por fin entendía que es lo que verdaderamente significa que te guste alguien. Finalmente decidí dejarlo ir.
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— Jobert deja de hacer eso, el profesor te va a regañar. — Grace sonaba preocupada pero a la vez reía a carcajadas.
Nos encontrábamos en julio, una semana antes de las vacaciones y eso era lo más comentado en el salón.
Después de las vacaciones supuse que entraríamos a época de exámenes pero ya nos habían dado las noticias que sería esta semana, a fin del cuentas ni estudiaba y Grace se pasaba como loca porque la acompañará a la biblioteca todos los días, incluso Jobert estudiaba, eso me sorprendía mucho ya que antes ni atención tomaba a las clases.
Éramos como siempre los tres, aunque Grace se ausentará algunas veces, ella nunca dejaba de estar para mí, sí, el pesado de Jobert le contó lo que había pasado ese día y ella por arte de magia me había sacado toda la información requerida. Grace era experta en investigar o adivinar lo que me pasaba, ese era su don.— Jobert deja de jugar.
— Esta bien.— alzó sus brazos en señal de rendición y termino haciéndole caso a Grace.
— Do, re, mi, fa ....— tatareaba el profesor.
— Jobert, te vas con ella hoy. ¿Entendiste? — la voz de la chica rulosa como un mandato se oía.
— Un placer irme con mi princesa. — respondió y Grace termino dándole una palmada como amenazaba en su torso.
Lo que era cierto es que Jobert empezó a acompañarme a mi casa muy seguido, se había vuelto un hábito y aunque no lo quiera aceptar aveces estaba tenso o raro sin tema el cual hablar o bromear, eso me parecía extraño.
Salimos de la escuela y decidí ir por un helado, Jobert ya estaba en mi lado como una estatua impregnada, a diferencia de las demás veces, esta vez lo acompañaba uno de sus amigos y si no me hacía falla mi memoria se llama Aiden o eso era lo que creía. El era un chico muy bajito y al igual que Jobert era gracioso, solo que a diferencia el no era coqueto.
— Vamos.— señaló Jobert para que pudiese avanzar.
— Esta bien.
— ¿Ally? — su pregunta me parecía rara, por la expresión seria que mostraba su rostro.
— Dime — respondí lo más tranquila.
— Nada. — así fue que me dejó con la curiosidad de saber qué pasaba por sus pensamientos. Porque el si podía saber lo que me pasaba y yo no.
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Claves de Amor
RomanceDonde una sola decisión puede cambiarlo todo. Desde que nacemos solo nos dedicamos a crecer através del tiempo, pero no vemos lo que en realidad sucede por nuestra mente. Nuestros sueños crecen y todo lo demás con nosotros, al igual que llega el mo...