Mishu 1/2

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⚠️Temática de vampiros.

Cho Miyeon era la princesa de su reino, el reino vampiro.
Teniendo 23,000 años de edad pero aparentando solo 23, ella era diferente a los demás vampiros, le encantaba el mundo humano.

Ella quería salir a divertirse como ellos, conocer gente nueva, tener una vida como ellos. En sus 23,000 años no podía recordar una vez en su adultez en que se haya divertido, vivir como princesa de los vampiros era sumamente aburrido.

Los vampiros de ahora habían logrado camuflarse entre los humanos, aunque preferían vivir en reinos, estando alejados de estos.
Los vampiros no eran como en las películas humanas, sí tomaban sangre, eran pálidos, muy guapos y tenían colmillos, pero estos no se convertían en murciélagos y mucho menos les quemaba la luz del sol.

Miyeon decidió irse a explorar la ciudad por lo que se fue del castillo de su familia.
En su viaje se encontró con gente buena y mala hasta que llegó a Seúl.

En todo ese tiempo había vivido tomando sangre de pequeños animales que encontraba absteniéndose de asesinar a algún humano.

Su familia le mandaba dinero así que logró rentar un departamento.

Poco tiempo después conoció a una linda humana, esta la había invitado a bailar con ella cuando fue a un club nocturno.

Esa noche se divirtieron y pasadas 2 semanas volvieron a encontrarse en el mismo lugar, ambas intercambiaron números telefónicos y a partir de ahí forjaron una linda amistad.

Tiempo después la chica se mudó con la coreana, ambas serían roomies pues la más joven no podía pagar su departamento sola. La convivencia diaria provocó sentimientos en ambas, por lo que, pronto iniciaron una relación.

Miyeon le confesó sus orígenes en la velada de su primer aniversario, Shuhua lo tomó mejor de lo que la vampireza esperaba y claro que esto la puso feliz.

La taiwanesa le hizo una petición esa misma noche, entre jadeos y besos, buscando entregarse en alma a la princesa. Dicha petición a ojos de la mayor era impensable, descabellado y sobre todo, inconcebible.

-Miyeon... muérdeme. - Ahí estaba la frase, dicha con demasiado trabajo, un jadeo entre las dos palabras fue lo que la adornó para terminarla en un apasionado beso, deseando transmitir todos los sentimientos no dichos en palabras.

Shuhua delineó los afilados colmillos con la lengua, provocando despertar los instintos más bajos de la chica frente a ella. Su lengua sintió dolor al pincharse con dichos colmillos, la sangre dando sabor al beso, volviendo loca a la princesa.

Los ojos de la vampira se tornaron de un rojo brillante, asemejándose a dos rubís, grandes y hermosos.

La sangre probada era refrescante, dulce, joven, con la consistencia perfecta, ni muy líquida ni muy espesa, era tal y como su dueña, deliciosa.

Recobró la conciencia, frenando sus deseos por morder a la chica, limitándose de poder degustar el más fino y exquisito manjar que alguna vez haya existido.

-No puedo hacerlo, toda tu vida cambiará para siempre, incluso tu comida favorita dejará de gustarte. -

Shuhua acunó las mejillas de la chica, besando ambas con amor.

-Mi vida cambiará, pero estoy segura de lo que quiero, deseo estar contigo y no importa lo que pase, quiero pasar la eternidad entre tus brazos. -

Lágrimas comenzaron a descender de los ojos de Miyeon.

-No puedo hacerlo... perdóname. -

Miyeon salió de la casa sin mirar atrás, temblando por el llanto y no por la fría lluvia cayendo sobre ella.

Decidió dejar todo atrás una vez más, intentando olvidar el dolor en su pecho cada vez que se preguntaba "¿Shuhua estará bien?", "¿está alimentándose correctamente?", "¿me extrañará?".

Un año pasó sin problemas, dos con complicaciones, tres en aburrimiento total, cuatro en depresión y por último cinco lamentándose cada día por esa noche en la que huyó como una cobarde.

Visitó Taiwán gracias a su viaje por distintas partes del mundo, para su desgracia se encontró con una Shuhua más madura.

Cruzaron miradas en una cafetería, Miyeon rogó porque no la reconociera pero claramente esto no pasó.

-¿Miyeon? -

No se sentía lista para enfrentarla, esos hermosos ojos la veían como si fuera un espejismo, una visión que solo tendría alguien en su lecho de muerte.

Ignoró los llamados, tomó el café y salió de la tienda lo más rápido posible, Shuhua la perdió de vista gracias a la cantidad de personas entrando y saliendo del establecimiento.

Una semana después volvió a encontrarse con la taiwanesa, en esta ocasión ocurrió en una discoteca.

Shuhua se encontraba borracha en el momento en que la princesa notó como un hombre de, aproximadamente 35 años, intentaba arrastrarla a su auto.

La chica dejó su trago en la barra, sintiéndose molesta por eso. Corrió y derribó al sujeto, posteriormente intentó llevar a Shuhua nuevamente dentro del establecimiento, pero el tipo le propinó un puñetazo comenzando una pelea.

Muchas personas se juntaron rápidamente al rededor de ellos, cuatro chicos los separaron, dos tomando al sujeto y dos sujetándola.

-¡Dejen de pelear y lárguense de aquí!-

El dueño de quejó.

-¡Es culpa de esa loca, se aventó sobre mi! -

Miyeon intentó safarse del fuerte agarre sobre ella.

-¡Ese idiota intentó llevarse a mi novia! - Los perdidos ojos de Shuhua la observaron con anhelo.

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La noche transcurrió con Miyeon llevando a Shuhua a su habitación de hotel.

-Miyeon... te amo, todavía te amo, por favor regresa. -

Shuhua dormía en su hombro mientras viajaban en el taxi, soltando palabras sin sentido para algunos pero significativas para la princesa.

-Estoy aquí Shuhua. - Susurró mientras acariciabaa mejilla de su acompañante, el cuerpo a su lado se relajó al instante.

La mayor bajó a la taiwanesa del auto cuando llegaron, subió con cuidado a la habitación del hotel y la recostó en la cama, poniéndola de lado por si vomitaba.

Se colocó al lado de ella para dormir, pasó una hora y no lo logró, pero se tensó en el momento en que la menor rodeó su espalda, acercándola a su cuerpo, buscando calor.

-Busco calor en ti... pero lo único que encuentro es frío, eres tan fría como un cadáver, pero tu amor y compañía calientan mi corazón, te amo... mi hermosa Miyeon. - Las palabras fueron lentas, torpes y un poco inentendibles, gracias al alcohol, pero eso no evitó el vacío en el pecho de la mayor.

Miyeon esperó a que Shuhua volviera a dormir para entonces llorar; lloró toda la noche sin parar, recriminándose por las decisiones del pasado.
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One shots (G)I-DLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora