13. ᒍᑌᗩᑎᑕᕼO

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La noche parece infinita en aquella sala del hospital mientras esperan a que ocurra un milagro y Zoila mejore, lo cual en el fondo sabes que no va a ser. Te importa una mierda lo que ocurra con el concierto o todo lo demás. Sí, quizá nunca te llevaste del todo bien con la prima de Beto, pero precisamente porque es su prima, no quisieras que nada malo le pase. Además, Zoila es tu amiga por encima de todos tus estúpidos celos y complejos. En cierto modo, fue la única que en realidad te comprendía.

Beto se retira un rato para ir hasta casa de su hermana a avisar lo que está pasando. Regresa con Vicky, su hijo y su esposo, junto con un termo de café y algunas mantas.

En silencio y aparte en un rincón de la sala de espera, tu amigo aprieta un papel durante gran parte de la madrugada. Comienza a preocuparte su comportamiento, así que te acercas. Quieres estar ahí para él como en los viejos tiempos, aunque eso a estas alturas sea más que imposible ya que es claro que aquellos días no van a volver.

Beto te responde con una mirada rápida para luego volverse de nuevo al papel que aún sostiene en su mano temblorosa.

—Puedes confiar en mí —le insistes con una mano sobre su hombro—. Aún soy tu amigo.

Se limpia los ojos con rudeza y se pone de pie.

—Todo es tu culpa, hijo de puta.

Ignoras aquel comentario y le arrancas la página que tiene en la mano. Comienzas a leer en voz alta aquello que resulta ser un fragmento de la carta de Zoila:

"Querido primito Beto, mi fin es inevitable. Los médicos me dieron a lo sumo seis meses y dicen que puede ocurrir de un momento a otro. Solo hace falta una jaqueca de la cual quizá no pueda volver.

Si aquello ocurriera antes del concierto, quiero que tomes mi lugar en la banda y cantes tú. Tómalo como una forma de compensarte por que yo también eché a perder..."

Esbozas una sonrisa. De repente toda la reunión ha cobrado sentido. Típico de Zoila, intentar reparar lo que está roto aunque se trate de una causa imposible como lo es ayudar a su primo a vencer su más grande miedo.

—¿Qué harás entonces? —lo cuestionas—. ¿Te animas?

—No sé —responde lacónico.

Otra vez sostienes su hombro con firmeza y sabes que no tendrá de otra que encararte. Siempre fuiste para él una especie de hermano de su misma edad. A Fede le tenía respeto e incluso miedo, pero tú eras poseedor de su confianza, tenías la capacidad de influir en sus decisiones y hacerlo cambiar de opinión.

—¿Cómo que no sabes? Sí o no. ¡No hay otras opciones en la vida!

Suspira. A pesar de los años Beto no ha olvidado lo que ocurrió la única vez en que se animó a cantar en vez de Zoila...

Aquella noche, cuando el tipo de la disquera, aquel que surtía la rockola con los vinilos de moda, quedó de oírlos tocar

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Aquella noche, cuando el tipo de la disquera, aquel que surtía la rockola con los vinilos de moda, quedó de oírlos tocar. Precisamente cuando Zoila se encontraba en cama con una infección en la laringe porque unos días antes cayó un chubasco y ella andaba por ahí sin paraguas ni suéter alimentando a los perros de la calle  ¿Qué podían hacer? Aquella presentación significaba todo para ustedes, adolescentes soñadores e idealistas, sus sueños y esperanzas de algún día abrir un concierto para Aerosmith. 

 Al cabo que soñar era gratis.

Decidieron quién tomaría el lugar de Zoila con "papelitos". El papel con la equis azul decidió que Beto tomara su lugar. Después de todo, de ustedes, los tres peludos, Beto era el que se sabía la letra de las canciones.

Todo iba bien, hasta que en el repertorio fue el turno de, "Es la lluvia que cae" y a tu amigo se le quebró la voz. Presa de un ataque de pánico, se quedó de hielo por un minuto y luego se bajó del escenario para correr hasta el parque frente a la casa de sus padres a refugiarse bajo un árbol y ustedes dos detrás.

¡Que ironía estar en la misma situación otra vez! ¡Qué ironía que Beto salga corriendo otra vez en lugar de encarar lo que está sintiendo! ¿A dónde irá Beto? Ya sin casa, sin sus padres, y cuando su hermana que está para todos menos para entender al "raro" de su hermano.

Al igual que en el pasado, haces lo que las entrañas te dictan y corres detrás de tu amigo. No es nada fácil alcanzarlo; el hijo de puta tiene casi cuarenta años, pero sigue teniendo mejor carrera que tú. Estás viejo y también gordo, las rodillas te truenan y sabes que esto lo lamentarás mañana por la mañana al levantarte. Pero todo eso no importa cuando al fin consigues llegar a él justo antes de que cruce la calle.

—¡¿En serio vas a huir como una rata otra vez, Betito?! —le gritas desde lejos, jadeando, con el último aliento que queda en tus pulmones—. ¡¡Raro en ti...!! ¡Mejor ven antes de que te dé una buena paliza!

Haciendo oídos sordos, Beto cruza la calle de todos modos. Así que ahí vas tú también, dispuesto a seguir a tu amigo hasta el fin del mundo si fuera preciso.

Existen cosas que no pueden esperar, piensas mientras persigues a Beto por las calles semioscuras de la pequeña ciudad en la que nacieron y crecieron. Retumbando los pasos de ambos por los adoquines empedrados de aquella avenida donde solían caminar después de clases para ver las vitrinas, o mejor dicho a las muchachas; Beto al menos.

Para ti siempre estuvo claro, aunque hacías oídos sordos a tu propio corazón. Te fuiste de aquí queriendo encontrar aquello en una mujer y creíste por fin hallarlo en Allison, pero a la larga las cosas acabaron peor que mal. Ahora nada es tan claro. Miles de pensamientos rondan tu cabeza mientras sigues corriendo. La voz de Zoila con aquella pregunta que les lanzó hace apenas un par de horas:

"¿Y si aquella fuera la última noche de tu vida?"

¿Es en serio lo que quieres enseñar a Julie? ¿A mentir y a guardarse las cosas por miedo a los demás? ¿Qué pasará mañana a esa hora contigo los miembros de la banda?.

Estando en esas, le pierdes de vista en un abrir y cerrar de ojos.

"¡Mierda!" farfullas en voz alta una y otra vez. Tú y tu tendencia a la abstracción mental en momentos así.

De reojo, observas al auto que has sentido, viene tras de ti desde hace como cinco cuadras. Mentalmente cuentas el dinero que llevas en tu billetera, si es que llevas algo para que no te maten, ya que por supuesto que lo entregarás todo aunque la idea te repugne ¡Solo faltaría que dejes a Julie sin su padre por una estupidez como esa!

Mientras caminas sin rumbo, con las manos en los bolsillos, de vuelta al hospital, algo en tu cabeza se enciende otra vez.

¡Acabas de figurarte dónde puede estar Beto! 

¡Acabas de figurarte dónde puede estar Beto! 

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Zoi-la mara y los tres peludosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora