Capítulo 4: La búsqueda

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Ahí me vi, enfrente de ese ser, Ángela se encontraba tumbada en su cama, se le veía super a gusto dormida, pero era hora de levantarse para comenzar nuestro plan. En esa persona tan maja de ahí se escondía un malvado ser, un ser que era capaz de destruir con la mirada. Ángela tenía muy mal despertar, mi miedo siempre era el de hacer mucho ruido al levantarme, no entendía como los despertadores seguían vivos, esta casa está llena de misterios.

Llegó el momento, me dispuse a despertarla cuando...

-¡Buenos días gruñón!- Me gritó.

Sentí como el corazón se me salía por la boca, mi amiga había estado a punto de provocarme un colapso, casi me caigo al suelo del susto.

-Me estaba haciendo la dormida, parece que aún no me conoces- Dijo mientras se reía.

Sí, Ángela es muy bromista, a veces hasta demasiado, un año en el colegio tuvieron que cambiar la puerta del aula porque alguien "se la comió sin querer".

-Bueno que, ¿preparado? – Preguntó ella con una sonrisa en la boca.

Asentí mientras intentaba recomponerme del susto.

Serían las 11:00 de la mañana cuando ya teníamos todo listo. Nos encontrábamos ahí, enfrente de la puerta, ninguno se atrevía a abrirla, pasó un tiempo y ninguno dio el paso. Al final me dispuse a abrir la puerta, y ahí estaba, la habitación repleta de juguetes y dibujos de Pablo.

Era el momento, entramos juntos, y nos pusimos a buscar la carta. La encontramos debajo de la cama, el mimo sitio donde el hermano la había tirado al verme. Le hice un gesto a mi amiga de que la tenía, y entonces...

Un ruido sonó bajo la casa, era la puerta, la voz de Pablo retumbaba por toda la casa, se oía cada paso suyo subiendo las escaleras, no sabíamos que hacer, entonces lo vimos, el armario de los juguetes, sin dudarlo dos veces abrimos la puerta y entramos de golpe.

El corazón me iba a mil, note en la cara de Ángela una expresión de terror. Era un momento muy tenso para los dos. Oímos la puerta de la habitación abrirse, cada paso de Pablo hacía retumbar todo el suelo, se movía lentamente, paso a paso, eran zancadas de elefantes, estebamos super nervioso. De repente notamos como la puerta comenzaba a abrirse lentamente, nos iba a encontrar, estábamos acabados, juntos cerramos los ojos esperando lo peor. La puerta estaba ya entreabierta. Cuando justo, en el momento oportuno, escucho desde la planta de abajo.

-¡Date prisa Pablo! Vamos a llegar tarde.

La llamada de su madre hizo que dejase de buscar lo que tenía pensado, se diese la vuelta, cogiese algo de la cama y se fuese a toda velocidad escaleras abajo.

Una vez más, la madre de Ángela nos volvía a salvar de una buena.

Las últimas vacaciones de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora