Escuchamos la puerta cerrase. En ese momento soltamos toda la tensión que habíamos acumulado en el cuerpo.
-Ha estado cerca- Dijo Ángela mientras caía sobre mis brazos.
Yo no pude ni responder, estaba demasiado concentrado evitando mi desmayo, había sido, sin duda, el peor momento de mi vida.
Pasaron unos segundos en un silencio incomodo, pero necesario.
Al final, una vez nos recompusimos volvimos al plan.
-Bueno, ya pasó- Dijo Ángela aspirando aire puro.
-¿Dónde has guardado la carta?- Pregunté intentando volver a nuestro magnifico plan.
-Pensé que la habías cogido tu – Dijo Ángela confusa.
-¡Yo no!- Negué yo nervioso.
-Entonces… ¿Dónde está? –
Rápidamente nos pusimos a buscar por todos los rincones de la habitación.
Estuvimos 15 minutos poniendo el dormitorio patas arriba buscando la carta. Desesperados, nos tiramos en la cama dejando caer un pequeño suspiro. Entonces me acordé, Pablo había
cogido algo de encima de la cama antes de irse. Debía ser la carta. Le conté mis sospechas a mi amiga. Ella, que también había apreciado el gesto del pequeño
antes de abandonar la casa, pensó en un plan. Antes de que ella pudiese decir nada, yo ya estaba saliendo del dormitorio en busca de las llaves del garaje y los cascos, teníamos una cita
con el médico. Sería la una del mediodía cuando llegamos a la consulta. Marta nos esperaba en la recepción con una sonrisa. Marta era una muy buena amiga de mi madre, iban juntas a la universidad y siempre me había tenido mucho cariño por todo lo que mi madre hizo por ella en el último año de la carrera. Pero eso es otra historia.
-¡Hola chicos! ¿Que os trae por aquí? – Preguntó la recepcionista ilusionada.
-Venimos a esperar a mi hermano pequeño, que tenía cita- Respondió rápidamente mi compañera.
-Ah, genial. Pasad, están en la sala de espera.
-¡Gracias!- Respondimos los dos al unísono.
Al entrar a la sala de espera los visualizamos, estaban sentados frente a la pecera. Pablo se encontraba dando de comer a los pequeños animales mientras que la madre leía la revista Hola.
Al vernos llegar la madre se levantó del asiento cediéndonos su sitio.
-Muchas gracias, pero no hace falta- Respondí yo amablemente.
Al oír mi voz Pablo se giró y nos proporcionó un pequeño gesto con cabeza representando lo que parecía un saludo.
-¿Qué hacéis aquí?- Preguntó la madre intrigada.
-Andábamos cerca y nos ha parecido buena idea pasarnos a visitar- Dije yo improvisando mis palabras.
-Sí, hemos pensado que si tenías que entrar con él podíamos guardarte las cosas- Añadió Ángela.
No sé cómo lo hacía, siempre tenía la frase exacta para el momento exacto. Acababa de conseguir quedarnos con la carta en una sola respuesta.
-¡Vale! Me parece genial. Muchas gracias, chicos- Dijo la madre feliz.
- ¿Pablo Sánchez? – Preguntó un hombre tras una puerta.
Era un hombre, castaño, con una gran barba. Aparentaba tener unos 45 años, era alto y tenía pinta de ser fuerte. Al parecer era el doctor de Pablo.
La madre cogió a su hijo fuerte de la mano y entro en la sala.
Nosotros nos quedamos a solas, en la sala de espera. Al abrir el bolso divisamos un viejo sobre,
debía ser la carta. La intercambiamos por otra nueva, dejamos las pertenencias a Marta, y nos
largamos corriendo al único sitio en el que nadie nos encontraría jamás. Nuestra casa secreta.
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Las últimas vacaciones de verano
AdventureUna joven pareja de amigos decide irse, como todos los años, a pasar las vacaciones de verano al pueblo junto a la familia de ella. Todo parecía ir como siempre hasta que la pareja descubre que Pablo, el hermano pequeño, se escapa cada verano para e...