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Harry

Las nubes negras encapotaban el cielo dándole un aire de tristeza y enfado.

Últimamente tenía la sensación de que la gente de esta ciudad, las personas que conocía, estaban tristes. 

No tristes, quizás con muchos cambios de ánimo. Y eso me enfadaba. 

No me enfadaba que se sintieran mal, tenían derecho a sentirse así. Me enfadaba que las personas que merecían ser felices no lo estuvieran. 

Cuando daban todo para cuidar a las personas, y cosían cada roto de su corazón delicadamente. Añadiendo un color diferente en los arreglos para indicar que había una inseguridad menos.

Y me sentía bien. Lo juro. 

Pero a veces notaba que me apagaba y que no valía para lo que quizás esta sociedad busca. 

Tan sensible que quizás era enfermizo.

Tan diferente que resultaba incómodo.

Tan profundo que quemaba.

Pero a pesar de todo, me gustaba ser así. Quizás porque es bonito sentirlo todo a flor de piel y ser tan diferente a las personas que solo quien puede ver lo distinto te verá. Ser tan profundo y poder describir con palabras lo que sientes y saber que sigues tu camino con el corazón, ese que bombea con intensidad bajo tu pecho.

Suspiro profundamente.

Las mariposas revolotean por mi pecho.

Me subo lentamente a mi bicicleta azul oscura, escuchando los engranajes quejarse mientras recorro las calles y veo las casas a mi alrededor. Todas dignas de una serie de televisión. 

Todas iguales, sin ninguna diferencia apenas. Parecen hechas de la misma pasta, aunque por dentro sabes que son totalmente diferentes las unas de las otras. Eso pasa con todas esas personas que creo conocer por la cantidad de años que llevo a su lado pero que tristemente no es cierto.

Quizás Martha Mcguire no está tan contenta como quiere aparentar, dando chapas y panfletos sobre el baile de final de curso. Quizá su sonrisa no es verdadera bajo sus pecas y gafas redondas.

Quizás Toby Stevens, ese chico tan respetuoso con los gustos de las personas, que llama maricón a aquellos chicos que llevan las uñas pintadas o llevaban flores detrás de las orejas, planta flores de todos los colores en el jardín trasero de su casa.

Quizás debería dejar de pensar que llevan máscaras y que juegan a ser personajes de la película de Mean Girls.

Pero quizás tengo que seguir observando a mi alrededor para que ese vendedor de máscaras, no me cuele una debajo del abrigo. Porque entonces estaría perdido. Más perdido de lo que me encuentro ya, en este pasillo con tantas puertas, murmullos, diferentes colonias, vinilos antiguos, olor a cuero, cáscaras de naranja y sofás de terciopelo.

Donde puedes sentarte y observar, simplemente, todo lo que alguna vez fuiste y serás cuando estés en la universidad.

Dónde llegarás a vivir, si verás las luces de la ciudad desde una azotea en Nueva York o si caminarás de la mano de un bebé con tus mismos ojos por un campo lleno de lavanda al atardecer.

Si conseguiste salir con el chico de tus sueños, o si conocerás a la persona que más querrás en tu vida en una librería un día de lluvia.

O quizás en una cafetería llena de flores y gatos.

O cabe la posibilidad de que no conozcas a nadie y seas feliz con tu propia compañía, porque a veces olvidamos que nuestras vidas no serán un desperdicio si las compartimos solo con nosotras mismas. 

Over AgainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora