Jazmín blanco (Símb. amistad)

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     Tal y como pactaron, Aleister y Victoria se vieron en el jardín al inicio del día empezando a retirar maleza y preparando el suelo con abono.

—Y con esta parcela terminamos —el cansancio era notorio en la voz de Aleister—, ¿ya decidiste en qué lugar quedarte?

—Aun no decido pero ten por seguro que aquí no será.

Aleister y Victoria se vieron fijamente por un segundo para luego soltar una carcajada cada uno de ellos.

—Aja... aquí no eres necesaria.

—En verdad en ningún lugar... por algo me dan la opción de elegir entre toda la ciudadela.

Ambos soltaron las herramientas y se juntaron en una pared de cristal para dejarse llevar por la inercia y quedar sentados en el suelo.

—Y... ¿cuándo llegaste aquí? — inquirió victoria mientras veía de reojo a su contrario.

—Ya hace 95 lunas llenas.

—Vaya... oye pero que edad tenías cuando llegaste.

—Tenia 285 Lunas llenas, justo en mi cumpleaños fue cuando llegue.

—Pero... ¿cómo? Se supone que a las 342 lunas haces el examen.

—Yo no tuve necesidad...

—Oh... eres de Poliak.

—Si... todos soldados... era inconcebible que mi familia no diera un nuevo guerrero; fue una gran decepción mi habilidad.

—Pero tu poder es útil para muchas cosas, mira todo lo que haces aquí —Victoria levanto su mano y señalo todo el jardín.

—No siempre hice todo esto.

—¿Como que no siempre? ¿Tus poderes cambiaron?

—No cambiaron... yo los entrene... cuando llegue solo hacía que las flores florecieran... algo en extremo inútil —Aleister cambio su tono de voz por uno más grave al momento de decir lo último como si imitase a alguien.

—Al menos hacías algo —la decepción se sentía en la voz de Victoria.

—Eso nos lleva a... ¿Cuál es tu poder?

—Sin duda es el mejor de toda la ciudadela... mira lo que hago —Victoria se puso de pie y siendo parte de su humor empezó a estirar sus brazos mientras daba un giro de 360° y solo miro fijamente a Aleister, mismo que solo la miraba en silencio.

—¿Qué se supone que debe pasar?

—Mis ojos.

—¿Tus ojos qué?

—Cambiaron de color.

—Mmm no es cierto siguen siendo verdes.

—Pero... —Victoria se acercó al cristal que recubría el jardín para ver sus ojos—, genial, ahora ni eso puedo.

—Tranquila, a cualquiera le puede pasar, solo debes seguir practicándolo, así sea por diversión.

—Practicando... eso es.

—Si esa es la solución... ya lo había dicho.

—No, déjame terminar; si entreno quizá pueda hacer algo nuevo, quizá puedo cambiar de forma, cambiar el color de las cosas o—su inspiración era cortada y llevada a la realidad por su compañero de conversación.

—No, nadie sabe que pasa al entrenar un poder y nade te asegura que puedas hacer algo más allá de "cambiar de color tus ojos" —había hecho con sus propios dedos comillas al aire mientras hablaba.

—¡Oye! Si puedo... solo que ahora no.

—¡Aleister! Nos quedamos sin pomada de lavanda, Troy volvió a quemarse... de nuevo —la figura de un joven muchacho con anteojos y una bata blanca entro por la puerta exterior del jardín.

—Victoria prepara pétalos de lavanda y tráelos a la mesa —Aleister se levando y sacudió levemente para caminar hasta una mesa en una esquina del lugar.

—Yo... Aleister aun no florecen.

—Y que haces que no traes un capullo.

—Aquí esta —Victoria había dejado sobre una maceta una pequeña plata de Lavanda que aún no florecía y dio un paso hacia atrás.

Aleister había llevado su mano derecha hacia el capullo para rozarlo con delicadeza mientras este crecía y permitía que varias flores de lavanda floreciesen.

—Victoria acércate.

—Aquí estoy.

—Llévate la planta —luego de decir eso Aleister se rio con delicadeza pues sabía que Victoria pensaba que ayudaría a Aleister con la fabricación de la medicina.

Luego de una mirada retadora y un suspiro Victoria se llevó la planta permitiendo que Aleister preparase una pomada a base de los pétalos de la lavanda, acto seguida se la entregó al hombre que había venido a buscarla y se giró hacia Victoria.

—Victoria este lugar ya no necesitara de tus servicios.

—¿Que?... ¿me estas corriendo?

—No lo tomes personal... te enojaste mucho para ser un lugar al que no volverías —la burla era notoria en su tono de voz.

—Eres un...

—Ya abra tiempo para insultos; tus tres días a mi servicio se acaban de completar.

—Pero... solo llevo dos días con hoy.

—¿Te gusta que te exploten niña? Hoy trabajaste fuera de tu turno, ya es de noche.

—Claro...

—Mañana debes volver hacia donde Eric a buscar tu siguiente tutor.

Dicho esto Aleister tomo dos farolas vacías y le dio una a su contraria.

—Ten cuidado regresando a tu casa.

—Para que me das una farola si no tiene una vela.

—¿Para qué quieres una vela?

—Para dibujar... para iluminar el camino genio.

—Las velas no son lo único que produce luz —luego de decir esto Aleister toco por la parte superior de sus farolas y dentro de estas crecieron varios hongos bioluminiscentes que brillaban con gran intensidad, mayor al de una vela sin duda.

—Genial... pensé que solo controlabas plantas.

—Los hongos y yo llegamos a un acuerdo; ve con cuidado y suerte con tu próximo tutor... Aléjate de Nicholas.

Victoria dejo ver su sonrisa para abrazar a Aleister por un breve segundo y moverse hasta la puerta exterior lista para salir.

—Gracias anciano —Dicho esto salió corriendo en dirección a su hogar dejando a Aleister con la palabra en su boca.

Aleister viendo como una luz se desvanecía con la distancia por el camino cerro el jardín y empezó a caminar con suavidad hasta su hogar.

En el inicio del mañana Aleister se levantó como siempre y asistió a su jardín para abrirlo y empezar a chequear sus especímenes hasta que una roca en su nuca interrumpió su concentración.

—Llegue tarde, lo siento.

—Te dije que ya habías terminado, Eric ya sabe que terminaste.

—En verdad Eric sabe eso y también sabe que ya elegí un lugar y un mentor con el que quedarme —una leve sonrisa se ilumino entre sus finos labios al terminan de hablar.

—Ya veo —Aleister suspiro y con cara de decepción miro a su contraparte—, que esperas para regar las plantas y revisar las flores de loto, si una muere tu morirás.

—Pensé que te alegraría librarte de los nuevos en La Ciudadela.

—¿Quién dice que no es así?... eso no quita el hecho que debes trabajar.

Como si nada hubiese cambiado desde el día anterior empezaron con sus habituarías actividades en el jardín.

Relatos de Apokulupgeria: El JardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora