Peonia rosa (Símb. timidez)

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Al medio día Victoria llego a una cabaña de piedras con puerta de madera oscura con decoraciones exteriores y muchas farolas, cosa que le parecían algo ostentosas por lo que su primera reacción al llegar fue dar un vistazo algo disgustado por lo que veía.

—La imagine distinta —dio dos golpes a la puerta, misma que fue abierta al instante mostrando al moreno de ojos claros que le esperaba—, hola.

—Hola, pasa, siéntete como en casa —este se hizo a un lado de la puerta para permitir que Victoria entrase y cerro la puerta una vez hizo lo esperado—, sé que quizá parezca algo aburrida pero es una oficina así que no tengo mucho que ofrecer... siéntate frente a mi escritorio o en el sillón como prefieras.

—Para quien son las flores.

Nicholas se fue hasta el escritorio para sentarse y desde allí ver el ramo frente a su escritorio.

—Para nadie, las vi y me parecieron bonitas.

—Si son —la joven dama procedió a sentarse frente al escritorio para tomar el ramo y acercarlo a su rostro para olerlas— también huelen bien.

—Oye, combinan con tu cabello, parecen una pequeña parte del morado que baja por toda tu cabellera, consérvalas, de todos modos aquí morirían.

—Las plantare en el jardín de Aleister mañana, bueno, yo ya te mostré mi trabajo ayer, es tu turno.

—Es lo que ves... vivo en un escritorio leyendo reportes de todos aunque también hago algunos trabajos de fuerza, como ayer cuando te caíste por terca.

—Que aburrido, pensé que me llevarías a hacer algo... no pienso perder mi día libre aquí.

—¿Quién dijo que estaríamos aquí? Solo debía revisar a donde debo ir hoy —Nicholas levanto tres trozos de papel en blanco frente a Victoria—, elije uno.

—No me digas, eres clarividente... a ver, dime mi futuro; el de la derecha.

—En verdad no, solo manipulo la luz —el mismo llevo el trozo de papel contra una lampara que tenia en su escritorio dejando sobre el mismo una sombra—, en tu futuro veo... la cocina.

—Vaya... como lo supiste.

—Tu lo dijiste veo el futuro —le sonrió a la contraria para levantarse en dirección a la puerta, tomando un sombrero del perchero y abriéndola, bajando la mitad de su cuerpo con el brazo que tenia el sombrero por delante de su pecho—, señorita.

—Cielos... pero que caballeroso —Victoria tomo el ramo de las flores y se fue hasta la puerta para pasar por esta con la mirada en alto simulando ser una dama de la alta sociedad aristocrática.

—Siempre a su servicio madame.

     Ambos rompieron en carcajadas mientras Nick dejaba el sombrero y salía para ponerse junto a Victoria.

—¿Qué vamos a hacer en la cocina?

—Hoy me ayudaras a ayudar a los cocineros —empezaron a caminar hacia su destino.

—Prefiero no perder mi día libre ayudándote a ayudar a los ayudantes de la cocina.

—Me exprese mal, perdón, no debes burlarte de todo.

—¿Qué caso tiene que te equivoques si no puedo molestarte con ello?

—Está bien, bueno, ¿qué sabes hacer en la cocina?

—Cortar.

—Ajá ¿y?

—Nada más.

—Con razón estas en el jardín, la cocina te va igual que a Ale.

Relatos de Apokulupgeria: El JardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora