Capítulo 3.

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MAGIA

Volviendo al hecho de su gran talento para la magia, para las demás personas no era extraño que la hija de un aclamado hechicero fuera tan habilidosa, sin embargo, para Clover esto era irónicamente impresionante, corrió con la suerte de que la niña pudiera seguirle el paso a su enseñanza, aprendiendo y memorizando hechizos complejos y encantamientos grandes, disipando así toda duda y evitando que cualquier persona levantara sospechas acerca del origen de Victoria.

La educación de la niña fue arduamente exigente, Clover la mantuvo a raya todo el tiempo.

Durante el día, desde que el sol se asomaba a primera hora de la mañana, hasta que el tocaba el otro extremo del horizonte, Victoria se encontraba aprendiendo algo de su padre, desde complejos escritos, hasta rigurosas normas de comportamiento en sociedad, pero la mayoría de las noches, mientras la joven dormía, el hechicero salía de la mansión sin dar explicaciones, dejando a cargo de la casa y de la niña a Imelda, quien se encargaba de vigilar y controlar cada una de sus acciones.

A pesar de que en incontables ocasiones magos y brujas le preguntaron a Clover el por qué su hija no asistía a la academia de magia de Wichstone, el siempre les daba la misma respuesta:

“Victoria es una chica tímida y reservada, ella prefiere mantener su aprendizaje como algo personal, además, debe guardar la compostura como la joven educada que es."

Pero no todo era reglas e imposiciones para ella, como ya dijimos, Clover estudió las alas de Victoria cuando era niña, y gracias a eso averiguó como podía hacer que ella pudiera usarlas correctamente; le enseñó a su hija todo lo que sabía y así ella aprendió a volar, por lo que, algunas noches, el hechicero se teletransportaba con ella a grandes acantilados o a desoladas praderas para que pudiera volar sin que nadie la viera.

Victoria sabía muy bien que no podía enseñar sus alas al mundo, su padre se lo había dejado muy claro durante su niñez.

"Recuerda Victoria, nadie más que yo e Imelda pueden saber que tienes alas, ¿lo comprendes mi niña?”

“¡Victoria! ¿Qué te he dicho sobre salir sin ocultar tus alas?”

“¿Volar sobre la capital? Victoria, sabes que nadie puede ver tus alas.”

Existían más frases como esas, dejándole claro que ella no podía revelar la verdad.

Victoria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora