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Tenía días en ese lugar, sin comida, sin agua, sin ver la luz del sol ni de la luna. Sus muñecas y sus tobillos estaban lacerados debido a las cadenas que se le incrustaron en su piel, abrazaba sus rodillas contra su pecho y escondía su cara entre sus rodillas.

Escuchó que abrían la puerta de su celda, lo más probable era que se tratara del director para azotarlo o llegara con algún conocido por algún 'pedido especial', no tenía ánimos ni de ver si era eso lo que querían que hiciera, pero solo escuchó voces.

―¿Estás seguro de lo que hace?

―Es un niño muy lindo, los de apariencia exótica son los más solicitados –dijo una voz desconocida para él.

―Es peligroso.

―Es mercancía de primer nivel.

Escuchó los pasos acercándose a él, y que una mano le levantó la cara.

―Carita de inocente, pero más sucio que una alcantarilla, sin duda es perfecto.

Vio la cara del hombre desconocido y sin duda su mirada predecía muchas cosas malas para él.

―A partir de ahora, me perteneces a mí –le dijo ese espeluznante hombre relamiéndose los labios.

No sabía lo que había pasado exactamente después de eso, a partir de ahí solo recuerda la habitación roja a la que era llevada la mayoría de las noches donde sus 'clientes' como los llamaban su dueño hacían lo que se les diera la gana con él, después de unos años su piel ya no sintió el contacto de todas esas manos arrugadas, esas manos ásperas por el manejo de armas, esas manos que siempre hicieron lo que quisieron con su cuerpo.

Cada día y noche era igual, por los días limpiaba el bar con los demás chicos que por cierto tampoco le agradaban, no comía mucho por lo que estaba acostumbrado y por las noches usaba maquillaje para resaltar sus ojos y se peinaba de una manera 'decente 'para atraer a los clientes.

Su rostro era lo único bueno que tenía ya que la mayoría sintió una inmensa repulsión por sus cicatrices, cada vez que un cliente se quejaba de sus cicatrices se llevaba una sobredosis de drogas que lo dejaban desmayado donde Ace tenía carta libre para hacer nuevos cortes y ocurría con más brutalidad si no lograba cubrir una cuota específica y elevada.

―Haz sido un niño bueno Atsushi, si logras exceder tu cuota puede que te ascienda –dijo Ace mostradle un collar –y serías exclusivamente mío.

No respondió nada, sus ojos estaban perdidos. Ser tocado por diversas personas no era tan malo comparado con pertenecerle exclusivamente a Ace, aunque puede que no sea tan malo si le ponía ese collar; el collar que transforma en joyas el valor de la vida de sus enemigos cuando lo comparto enojar o dejaban se serle útiles.

En el momento en el que le ponga el collar hará que se enfade con él para que convierta su miserable existencia en joyas, aunque siendo un desperdicio del mundo, el máximo valor que debería su vida serían unos cristales de sal.

Salió de su ensoñación cuando escuchó el sonido del teléfono de oficina de Ace, lo vio fruncir el ceño con molestia mientras le reclamaba al de la otra línea.

―¡No tengo que concederle nada a ese niño caprichoso! –Comenzó a gritarle al teléfono.

Atsushi no escuchó nada más y solo miró a Ace hacer muecas de desagrado gritándole al subordinado al otro lado del teléfono para finalmente destrozar el teléfono después de azotar la bocina contra este destrozándolo, poco después formó la mano en un puño que fue iluminado por una luz violeta.

Había usado su poder.

En su mano ahora había rubíes y zafiros, el valor de la vida de ese hombre. Luego se arregló el cabello, respiró un bar de veces buscando tranquilidad para después verlo con su actitud habitual, con esa sonrisa desagradable.

Broken || DazatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora