Día 2: Monstruos

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"Hay ciertas bellezas que se pueden percibir sin necesidad de la vista"


-Ahora vuelvo, má- se levantó de su asiento en la cama que estaba al lado de la de la mencionada, para dirigirse y besar la mejilla de su madre, sin muchas ganas de salir en verdad, pero la despensa se había quedado casi vacía y necesitaba hacer las compras hoy.

-Está bien, cielo, vé con cuidado- también besó la mejilla de su hijo menor con ternura, sintiéndose algo culpable por poner en esas circunstancias a quien consideraba su bebé aún si ya se le podía llamar adolescente, pero su enfermedad no le permitiría llegar a la mitad del camino sin desplomarse.

-Está bien- sonrió con dulzura para salir del cuarto de la mujer.

Arrancó la nota de papel que estaba pegado en la nevera, ese que servía para enlistar las compras pendientes, guardandolo en su bolsillo del pantalón.

Se dirigía a la salida cuando notó que alguien abría la puerta -Hey, Hola Kai- Le sonreía su hermano mayor entrando a la casa.

-Hola, Mike- le devolvió la sonrisa mientras este revolvía el largo cabello del menor besando su mejilla.

-¿Vas a salir, hermanito?- preguntó dejando su mochila en uno de los sillones de la sala conjunta con la cocina.-Sip ¿Necesitas algo extra? - preguntó tomando su mascarilla encima del televisor para colocársela.

-No...- alargó la N con un tono desanimado al ver como se colocaba la última prenda, causandole curiosidad al menor que no entendió el porque el repentino cambio en su forma de hablar.- ¿P-pasa algo?- su hermano era su pilar y él era su apoyo y motivación, ambos estaban solamente el uno para el otro por ahora y si uno tenía un problema ambos lo tendrán.

-No, no- sonrió con calma para no alertar al de cabello largo- Pero ¿ Seguro que quieres ir? Si quieres voy yo- ofreció sabiendo la ansiedad de la que era presa Kai ante socializar a causa de vivencia pasadas y el rechazo a su aspecto físico por parte de los demás en el exterior.

El más joven lo meditó un momento, no le agradaba salir para nada pero debía luchar para que su consideración pudiera más que su temor -Nah... Tú ya estuviste trabajando, no me puedo quedar sin hacer nada, además me hace bien salir de vez en cuando- aseguró en tono alegre para eliminar la pesadez que cargaba encima el de ojos azules. Ya tenía suficiente trabajando para mantener a tres personas, al menos le ayudaba que él se hiciera responsable de las tareas del hogar, y si eso conllevaba las tan fastidiosas compras, debía hacerlo.

- ¿Y te sientes cómodo de ir con eso?-la mano del moreno mayor viajó a la mascarilla, bajándola con lentitud de sus labios. Notando el impacto que esa simple acción causó en su niñito.

La tristeza comenzó a impregnarse en sus ojos olivo que bajaban al suelo, recuerdos dolorosos lo atacaron sin compasión, recuerdos que se impregnaron marcándole de por vida huellas tanto física como mentalmente, visualmente presentadas en cicatrices sobre su barbilla, sus labios, sus mejillas  y una partiendo su ceja.

Recuerda como su casa anterior fué destrozada por llamas, fué el único de los tres en quedarse atrapado dentro de esta y sin salida, sus gritos desesperación siendo sólo un niño en ese entonces, su adrenalina subió buscando escabullirse entre el fuego, antes de que alguien llegara hasta donde él, la adrenalina e instinto de supervivencia llevó a que impactara su hombro contra una ventana atascada, rompiéndola para caer en la dura acera desde el segundo nivel, y salvándose del desangrado, que él cristal indagado en su rostro provocó, gracias a los bomberos.

Su heridas cicatrizaron, pero jamás se irían por completo.

Los temblores se hicieron presentes, haciendo arrepentirse al de mayor de edad por sus palabras  -Kai, perdoname- se acercó a él.

Week KaigurdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora