Capítulo 3

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-Esperar. No nos queda otra. En algún momento u otro tendrán que venir a rescatarnos. -Añadió

-No queda demasiado para que anochezca- observó la joven señalando al sol -Además está empezando a refrescar. Lo mejor será que entremos dentro del avión. Evelynn asintió. Cuando se adentraron en él la desagradable imagen de los dos cadáveres les abofeteó. Akali dirigió su vista al suelo a pesar de haber sido entrenada para ser ágil y fuerte, nunca pensó en hacer un daño así de atroz a alguien a no ser que fuese realmente por una fuerza mayor. Pero esta vez desgraciadamente se veía atrapada en esta situación de la que a veces conseguía que su cabeza saliera, y otras veces no. Evelynn, en cambio, puso rumbo hacia ellos con cierta frialdad, la frialdad de acostumbrarse más rápidamente que su novia a dicha situación, y empezó desabrocharle el cinturón a aquel cuyo asiento colindaba con el pasillo.

-¿Qué haces? -preguntó extrañada y sorprendida la joven joniana.

-No es que me apetezca demasiado tener dos... muertos a mi lado. Además, no sé cuánto tardarán en venir, pero si tardan mucho los cuerpos empezarán a descomponerse o algo, ¿No? -buscó con la mirada la aprobación de su novia.

-Supongo...-concedió ésta.

Evelynn cargó en brazos al joven. Se sintió extraño. Y no era para menos: estaba transportando con sus manos un cadáver. Carne humana carente de vida. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Caminó unos treinta metros y dejó al pobre hombre en tierra, estirado. Lo miró con tristeza. Mientras no paraba de rondarle por la cabeza cosas como el porqué hay personas que creen en Dios si se llega a estos sucesos, o si la vida tenía algún tipo de sentido si alguien podía acabar así, en cualquier momento.

Una lagrima asomó a uno de sus ojos. Se la secó con la camiseta y se inclinó sobre el fallecido.

-Adiós... -susurró. Acto seguido le cerró los párpados.

Volvió al avión y repitió la operación con la chica. La dejó estirada al lado de su pareja y también cerró sus párpados. Cuando regresó Akali le recibió con un tierno abrazo.

-Tengo miedo -le confesó ella. Siguieron así durante un largo tiempo. Unidas. Intercambiándose calor. Refugiándose la una con la otra.

Fueron pasando los minutos. Después llegaron las horas. Pero nadie aparecía. Había oscurecido ya. Se encontraban acurrucadas hombro contra hombro, tapadas con un par de mantas que habían encontrado en un armario de la zona posterior del avión. Por suerte, aquel extremo opuesto a la cabina era una mina, pues también habían hallado una nevera con diversas bebidas -cuyos envases se mantenían intactos en un veinte por ciento aproximado de los casos- y un armario con bolsas pequeñas de galletas. Con tal arsenal se habían hidratado y repuesto energías.

-Deberíamos dormir un rato -propuso Evelynn. -Puede ser que no hayan podido localizarnos debido a a noche o algo. Seguro que mañana por la mañana despertaremos con su llegada.

Akali aceptó sin convencimiento. Pese a ello, sí era cierto que estaba agotada.

Cerró los ojos y delante de ella se le apareció el joven. El joven que anteriormente habían encontrado muerto junto a su novia. Éste alargó el brazo y señaló hacia el cielo estrellado. Akali miró en esa dirección y se quedó atónita. Estaba observando nítidamente cada uno de los planetas del Sistema Solar. Era como si estuviera flotando en el propio cielo, codo con codo con las pocas nubes que habitaban el mismo. Estaban perfectamente alineados. Giró la cabeza para volver a mirar al joven, pero se dio cuenta de que lo que tenía delante ya no era un joven. Una mandíbula con las fauces abiertas acompañada de un lobuno rostro la observaban con ira. Un instante después de haber girado la cabeza, el animal se abalanzó sobre ella. Akali se ahogó en un grito.

Se despertó sobresaltada y recubierta de sudor frío. No sabía ni qué hacer y la respiración le iba a mil por hora.

Sí, seguía en el avión. Por mucho que quisiera que todo fuese un mal sueño, no lo es.

Evelynn dormía plácidamente a su lado. No se había dado ni cuenta la chica de pelo plateado, yacía aparentemente tranquila, y seria, así como solía ser.

Aún era de noche. Decidió que era mejor volver a dormir.

Nuestro viaje soñadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora