Deidara
Cuando la camioneta se detuvo, supe que habíamos llegado al lugar en el pasaría el resto de mi vida. No tenía idea todavía de cuántos años tendría cuando saliese, pero sería un hombre adulto llegando a la tercera edad y mi juventud se habría quedado tras esos muros altos resguardados por alambre de púa y francotiradores.
Todavía no era tarde para continuar llorando. Mis lágrimas salían solas. Sabía que en ese lugar estaba prohibido llorar, porque estaría muerto si lo hacía, o eso era lo que yo había visto en películas.
—Míralo. Llora como un bebito. Todos lloran cuando vienen aquí, pero no piensan antes de cometer los errores—le dijo un guardia al otro.
El otro abrió la puerta de la camioneta y me jalaron hacia afuera. Tropecé y casi me caí, pero ellos me sujetaron.
—Eres tan débil como una niña...—me dijo quejándose.
—Será porque soy un doncel...—le dije y él se empezó a reír.
—Estás realmente muerto, amigo. Ahí se divertirán mucho contigo. Eres como una mujer entrando a un lugar lleno de salvajes que no tienen sexo hace miles de años.
Temblé ante esa información y sentí nauseas.
—¡Oye! Ni se te ocurra vomitar ahora. Vamos a revisión para que te den tu ropa y te asignen una celda—me dijo de forma agresiva otro que estaba en la entrada.
Me llevaron casi a los jalones hacia adentro. Antes de eso, presencié cómo se veía el sol fuera de esos muros. Era una despedida patética de mi libertad. De un orfanato a la cárcel... Era casi poético. Una tragedia de la que sólo se habla en las novelas románticas, donde el prisionero encuentra el amor en alguna visita casual..., pero... ¿quién demonios me visitaría a mí? No conocía a nadie y los que conocía no deseaban volver a verme.
Ingresamos adentro. Me pusieron al lado de otros diez sujetos, entre los que también había algunos donceles. Nos dejaron a solas con una mujer muy joven. No creía que tuviese más de veinticinco años.
—Soy la custodio Ino Yamanaka. Hoy están a mi cargo para la revisión. Al que se pase de listo no lo trataré con dulzura—se puso un guante de látex y me puse pálido—. Ahora quiero que se desnuden, se den la vuelta, separen las piernas y respiren profundo, caballeros—nos sonrió de una forma tan extraña que me dio escalofríos.
—¿Qué hará exactamente? —le preguntó uno de los ingresantes.
—Qué bueno que preguntes. Como tienes curiosidad, empezaré contigo. Haz lo que dije y agáchate un poco—le ordenó y el sujeto comenzó a temblar.
—Menos mal que eres una chica... No aceptaría que me hiciera esto un tipo—se comenzó a quitar la ropa bastante reacio.
No tuve más opción y también comencé a desabotonar mi camisa.
Aquello había sido realmente horrible, pero era un procedimiento necesario para saber si traías algo oculto en tu cuerpo. Al finalizar la revisión, nos dieron nuestros uniformes. Eran de color naranja, ya que recién habíamos entrado. Quien nos los había entregado era otro preso, pero usaba un uniforme de color marrón. Al parecer, ese era el uniforme oficial del lugar.
Caminamos hasta un sector del lugar donde había una puerta de rejas cerradas.
—Puerta—dijo uno de los custodios por el handi y un sonido de alarma sonó mientras la puerta se abría.
Todos los nuevos ingresaron, pero a mí me sujetaron del brazo para que no entrase a ese recinto, donde había muchos otros presos sueltos sentados en mesas o caminando tranquilamente. Miré al custodio que me sujetaba sin entender lo que ocurría y, de repente, golpeó con su bastón las rejas de la puerta, llamando la atención de todos.
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Del asesino de mi hermano [ItaDei. Yaoi] [+18]
Romance-«Si mi vida tuviese que describirla como un sueño, entonces, sería una pesadilla, la cual se fue transformando en un sueño aceptable hasta llegar a convertirse en una fantasía inimaginable para pasarse a la realidad y golpearme a la cara. Despertar...