Un minuto de amor ⸙

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•⸙•

¿En qué momento es cuando te das cuenta que debiste decir algo? ¿Cómo saber cuándo debiste dejar salir los sentimientos? ¿Cuando esa persona se va a mudar? ¿Cuando se va de viaje en busca de sus sueños? ¿Cuando te cuenta que ha comenzado a salir con alguien? Pero al final... ¿nunca lo hiciste?

Quizá a Kirishima le hubiese gustado que cualquiera de esos escenarios sucediera. De esa forma tal vez existiría una oportunidad más para armarse de valor y confesar sus sentimientos. Y no tendría que lidiar con ellos en una batalla interna donde Aria, su compañera, no lo notara.

Había tomado asiento al borde de la cama de la chica tras irla a visitar, donde ella permanecía sentada observando a la ventana mientras hablaba sobre lo que más le gustaba por quinta vez en el día, como lo era el atardecer, reflejado en sus orbes ambarinos y resaltando la más bella iridiscencia que Eijiro había visto en su vida, provocándole un nudo en la garganta.

-¿Tú qué harías, Eijiro?

La escuchó preguntar, y ahí se dijo que debía prestar atención a lo que decía y no perderse en la belleza que la chica representaba para él. No la recordaba tan calmada estando en clases, ella era de las primeras en sumarse el desastre que Kaminari creaba con sus malos chistes e inducía a los demás a integrarse en esos escasos minutos que Aizawa dejaba el salón de clases. Su cabello castaño siempre se mantenía suelto, a veces atado a una media coleta, pero ahora una trenza lo mantenía intacto, aunque no era tan sedoso como lo recordaba en esas pocas veces que lo tocó. Y sus alas, aquellas que le recordaban al héroe Hawks, y dignas de un cazador nocturno, simplemente permanecían tendidas a sus espaldas, dándole la sensación de haber sido cortadas cuando fue sentenciada gracias a un quirk misterioso y poco conocido.

-¿H-hacer qué?

Su sonrisa y el sonido de sus carcajadas seguía siendo el mismo que recordaba, eso no había cambiado, pero su rostro se veía cansado y agotado a pesar de permanecer en cama todo el día desde hacía más de una semana. Se veía linda. Él lo pensó, siempre lo pensaba.

-La sentencia de Cronos... -murmuró la joven dirigiendo su vista a la pequeña mesa de noche ubicada a su derecha-. Creí... que te lo habían dicho.

Kirishima no necesitó recibir la mala noticia por medio de una llamada, o escuchando a su mejor amigo -el elegido para decírselo-, cuando en aquel mueble de madera observó un viejo reloj de metal. Su oxidación dejaba mucho que desear, como si en cualquier momento este se detendría por el desgaste del mismo y no quiso pensar qué sucedería entonces. Tragó duro cuando se encontró con la sonrisa fingida de la joven, que no apartaba la mirada de aquel artefacto, como si ella supiera lo que iba a pasar o en qué momento.

-Pensé que... -Aria regresó su vacía mirada ambarina a él, generándole una punzada en el pecho- terminaría la preparatoria, me uniría a una agencia de héroes y al fin sería una adulta responsable ¿sabes? -volvió a sonreír, esta vez, dejando que algunas lágrimas se asomaran por sus comisuras-. Que me burlaría de Bakugo cuando Deku fuera nombrado el héroe número uno, aunque ese idiota tenga el potencial de serlo. Que tendría un gato al que llamaría Boris en un departamento solitario... y que tal vez alguien me quitara la soledad que sintiera estando ahí. Que me enamoraría. Tal vez me casaría y Boris se vería obligado a cuidar a un pequeño bebé o dos... Eso pensé... -lo miró, manteniendo su sonrisa.

¿Cómo podría decirle que eso sucedería? ¿Cómo le diría que podría llevarse bien con ese gato al que seguro miraría más que a él? ¿Que él podría ser quien le arrebatara la soledad que sentiría en su departamento? ¿Cómo le diría algo así luego de saber que tal vez ya no tendría un futuro resplandeciente?

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