No estás bien⸙

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•⸙•

¿Cómo alguien podría expresar todo lo que siente sin llorar?

Eso era algo que Aria deseaba saber, pero sabía que no encontraría la respuesta si se atrevía a preguntar, porque eso implicaría explicar sus motivos. Y expresar todas sus inseguridades, sus miedos y dudas sobre sí misma y todo lo que le rodeaba no era una opción, por ello, decidió que lo mejor era quedarse callada y guardarse todo para sí misma. Ya habría tiempo para sacar todo lo que tenía.

Algún día.

En algún momento.

Cuando estuviera sola.

Sin nadie que presenciara cómo sus lágrimas caían descontroladas al suelo luego de deslizarse por sus mejillas.

O eso creyó...

Lo que llegó a preguntarse después, era cómo contenerse repentinamente cuando alguien la descubría sollozando en la soledad de su habitación. Cómo hablar sin que la voz se le quebrara para ahuyentar al chico que se atrevió a abrir su puerta sin su consentimiento. Pero llegó a la conclusión de que no habría respuesta para ello.

—Aria... —la voz de Kirishima llamándole, inexplicablemente, la obligaba a llorar todavía más cuando deseaba detenerse.

No quería ser vista por nadie de esa manera. Prefería que se quedaran con su imagen segura y engreída delante de la clase, incluso cuando molestaba a Bakugo; y no con lágrimas en los ojos, devastada y frágil. No era la imagen que deseaba darle a sus compañeros. Se decía que aguantara un poco más cada día solo para llegar a su habitación y poder libera un poquito de lo mucho que tenía guardado. Había sido así por varios días ya y creyó que nadie la descubriría, mucho menos ese día que se excusó para no ir con el resto de la clase al centro comercial.

Pensó que todos se iría, incluso el amargado de Bakugo, pero nunca creyó que Kirishima estuviera ahí y que fuera a su habitación.

Como las palabras no salían de su boca, optó por lanzar lo que encontrara a su alcance, una señal de que no deseaba tener compañía, pero era absurdo lanzarle cosas al chico que usando su singularidad podría acercarse sin recibir daño alguno. Eijiro ingresó a la habitación cerrando la puerta detrás de él, activando su endurecimiento y sin importarle las claras señales de Aria que lo corría de su habitación.

Pero él no podía dejarla sola. Supo que había algo mal cuando la escuchó decir que no iría con la clase al centro comercial al probar los pastelillos de una nueva tienda que abrió, cuando recordaba que ella misma se autodenominaba el conejillo de indias para Sato cada que preparaba algo. A ella le gustaban tanto los caramelos, las galletas y los pasteles, eso era algo que Eijiro tenía en claro y negarse a ir a probar los pasteles de la nueva tienda era algo inesperado. Le inquietaba y antes de llegar siquiera a la estación para tomar el tren se excusó diciendo que había olvidado algo importante.

Y cuando llegó a la residencia, de inmediato tomó rumbo a la habitación de la peligris. Sintió un dolor en el pecho cuando antes de tocar escuchó a la chica llorar, y al verla un nudo en su garganta se formó. Sus mejillas sonrosadas eran algo lindo de ver, pero no de esa manera, ni húmedas por lágrimas de un dolor que desconocía. Supo entonces que había tomado una buena decisión al regresar y no pasar por alto lo que vio antes de irse. Y ni la misma Aria podría detenerlo para acercarse a ella, porque no le agradaba aquella imagen entristecida, mucho menos no poder hacer nada para, al menos, permitirle desahogarse. No sería nada masculino no prestarle su hombro para llorar.

Se arrodilló frente a ella, desactivando su particularidad cuando Aria no tuvo más objetos para lazarle y usó sus manos para quitar las de la chica que ocultaban su rostro enrojecido. Se sintió desesperado por no encontrar la solución a lo que sucedía, las palabras adecuadas para decirle... pero estaba consciente de que ella no hablaría para contarle nada, además de no poder hacerlo cuando los sollozos salían sin parar.

Entonces, luego de tomarla de sus manos, las alejó de su rostro quedando cara a cara, viéndola triste, abatida, impotente y quizá asustada, con las lágrimas recorriendo sus mejillas hasta llegar a su mentón y caer al suelo, con los labios fruncidos queriendo reprimir más sollozos que solo salían como hipidos desesperados por abandonar su interior, entones supo qué debía preguntar.

—No estás bien... ¿verdad?

Aria lo observó preocupado y cual quiera que fuera su respuesta terminaría por confirmar lo que ya era evidente.

Y ya no pudo contenerse más, porque, aunque quisiera hablar, lloraría. Su rostro apuntó al suelo, a un sitio donde Kirishima no la viera llorar más de lo que pudo hacerlo antes de que llegara, pero a él no le importó nada más que su bienestar al abrazarla con fuerza, rodeándola con sus cálidos brazos para apegarla más a él haciéndole sentir que no estaba sola y que tampoco la obligaría hablar si no quería. Sería paciente hasta que ella decidiera contarle sus motivos para estar de esa forma o respetaría que no lo hiciera.

Pero, mientras tanto, dejó que Aria llorara como una pequeña niña que había perdido su más preciado juguete, sintiendo la gran tristeza que había acumulado a saber por cuanto tiempo. Él se convertiría en ese peluche al que le daría abrazos cuando quisiera y el tiempo que quisiera, dejaría que sus lágrimas humedecieran aquella chaqueta roja del héroe al que tanto admiraba con tal de no alejarse de ella hasta asegurarse de que estuviera bien, o mejor. Y cuando sintió los brazos de Aria rodeándolo e instalándose sobre su espalda, supo que la chica lo aceptaba en su espacio solitario.

Tal vez era algo que necesitaba desde hacía un buen tiempo. Un abrazo. Un abrazo cálido y reconfortante. De esos que hacían sentir bien a las personas a pesar de estar mal. De esos que le ayudaban con su carga... Se permitió llorar todo lo que pudo, no habría más motivos para contenerse delante de él. Quizá, más tarde se disculparía por mojar su sudadera favorita y dejarle algunos moquillos ahí; y le agradecería por regresar.

Cuando la habitación se vio reinada por el silencio, aquel abrazo no se deshizo, simplemente Aria encontró un lugar cálido y acogedor en el hombro de Kirishima y se atrevió a cambiar de lado observando el cuello del chico y su barbilla, permitiéndose descansar su cuerpo en el del chico, sintiéndose cansada por tanto llorar, pero liberada de una carga que de la que no había podido deshacerse tan fácilmente en el pasado.

No estaba bien, realmente no lo estaba. Pero Eijiro Kirishima regresó para salvarla de aquel abismo al que sucumbía poco a poco y le estaba muy agradecida.

Se sorprendió acurrucándose más en él cuando Kirishima apoyó su mentón sobre su cabeza y se recargó sobre la pared cercana para no deshacer aquel abrazo que también disfrutaba. Pasarían al menos unas cuatro horas hasta que el resto de sus compañeros regresaran. Tiempo que quizá no sería suficiente para estar con aquella chica que despertaba su interés cada vez más y lo hacía sentirse inseguro.

A la hora en que regresó el resto de la clase A, ambos se encontraban en la sala de estar observando un programa entretenido en la tele, algo que a la mayoría le pareció normal, salvo a Mineta, que no evitó pensar de más y suponer algo que no había pasado. Sero se encargó de envolverlo con su cinta y mantenerlo callado.

—Nagi-san —Uraraka la llamó cuando llegó—. Sabemos lo mucho que te gustan los pasteles, así que te trajimos un pedazo —le regaló una sonrisa cuando le entregó la pequeña cajita con una rebanada de chocolate y fresas.

—Siento no haberles acompañado —se disculpó la peligris realmente a penada.

—Oh, a ti también Kirishima-kun —Momo se acercó a él entregándole su rebanada, resultando ser del mismo sabor.

—Gracias Yaomomo-san —sonrió el joven, captando la atención de Aria, haciéndole sentir un cosquilleo en el estómago cuando lo miró.

Kirishima no se contuvo en probar aquel pastel y se deleitó en cuanto dio el primer bocado, momento justo en que un mensaje llegó a su teléfono y tragó duro cuando vio el remitente y lo que decía:

¿Puedo abrazarte de nuevo?

Observó a Aria delante de él, dando también su primer bocado y sonriendo al instante mientras alababa a los dioses por aquel postre y diciéndole a Sato que la perdonara por traicionarlo. Entonces, sonrió y respondió el mensaje.

Siempre.





Nota de a autora. Amo a este hombreeeeeeee

MAY3020222

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