Capítulo 18

293 25 11
                                    

Su corazón no dejaba de latir con fuerza contra su pecho mientras su cuerpo temblaba, esos ojos azules estaban despistados sin mirar nada más que la fina yerba verde en la que estaba sentada de rodillas. El aire le faltaba y al darse cuenta de esto su mejor amigo coloco sus dos patas en sus rodillas.

—¿Ellie? ¿Te sientes bien? —pero lo le contestó, ella estaba perdida en pensamientos sobre el origen de meliodas. Los chillidos y gruñidos de las bestias colmaban el bosque y sus oídos, pronto se había dado cuenta de que meliodas pertenecía a ese clan aterrador de bestias divinas, los gritos, lo enormes que eran y que su querido amigo sería en algún momento. Recordó esos lindos ojos verdes infantiles, ese tamaño de cachorro dragón y no podía imaginarlo con la altura de un dragón maduro con esos ojos verdes fríos sin ninguna pizca de consideración por la vida humana.

Su mente la llevó a sus horribles años de infancia con aquel tabernero, se vio nuevamente de pequeña con harapos, los huesos sobresalientes y sucia, se vio siendo golpeada por aquel hombre gigante y siendo jalada del cabello por la mujer del tabernero, pero después...

La sonrisa de lady alba, la sonrisa de elaine, el recuerdo de king saliendo de un cupcake y haciéndolas estallar en risas aceleradas, el recuerdo de ella durmiendo al lado de ese pequeño cachorro que se había robado...que había robado...

—Ellie—por fin pudo salir de el trance de pánico que la había azotado y miró hacia su mejor amigo que la seguía mirando preocupado. Meliodas levantó su pata oscura para poder acariciar las manos cerradas en puño de elizabeth—Tranquila, ya acabo—Todo había terminado, no tenía porque temer, meliodas jamás sería tan frío con ella ya que prácticamente ella lo había criado, ella lo había domado. Se sonrojo por el apoyo moral que intentaba darle aquel chico que sin duda la tenía suspirando por su persona y no pudo evitar el impulso que nació desde su corazón.

—Es verdad—

—E-Espera ellie aquí...—lo cargo en sus brazos cual bebé, introdujo su cara escamosa entre sus pechos poniéndolo colorado y luego lo abrazo con cariño y ternura dejando un beso sobre su frente, justo sobre la gema verde esmeralda que brillo cuando lo hizo. Se sentía segura al lado de meliodas, fuera humano o fuera bestia, siempre la veía con una mirada cálida—Muchas felicidades meliodas, ¿Qué sigue ahora? —no se percató del rotundo silencio que se hizo en el bosque cuando aquel dragón negro fue cargado y acariciado por la humana como una mascota.

Los leones, los zorros, los osos, incluso los demás dragones y cachorros habían visto todo con una gota de sudor cayendo por su cara completamente sorprendidos. Esa humana, ¡estaba tratando a ese dragón adulto como si fuera una vil mascota!. Al darse cuenta de la tensión que se sentía en el aire, meliodas se separó de elizabeth con la mayor fuerza de voluntad que podía juntar, silbo un poco llamando a su hermano menor que se reunió con él burlesco de aquel show y finalmente se dirigió a las serias e incrédula bestias que lo veían intrigados.

—La humana está cansada, la llevaré a dormir—Se abrió paso entre los adultos alzado en el aire llamando a elizabeth con la cabeza. La mujer albina sólo ladeo la cabeza confundida del porque rechazó su abrazo y comenzó a caminar antes de sentirse mal. El bosque se movió a su favor, casi parecía tener vida propia, los árboles se hicieron a un lado para evitarles un camino con tropiezos por la oscuridad, la luz de la luna iluminó su camino y la silueta de los dos que le guiaban hacia aquel lugar desconocido. Aferrándose a la capa que cubrió sus brazos la albina salto un tronco que estaba tirado sobre el suelo y río cual niña recogiendo flores que brillaban en la oscuridad.

—Oye mel—

—Hmm—Le respondió sin dejar de mirar el camino

—¿Dónde vamos a dormir? —

Domando a una bestia encantadora (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora