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Unos fragantes aromas se escapaban de los incontables cajones que ocupaban cada rincón de la Farmacia Bubu

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Unos fragantes aromas se escapaban de los incontables cajones que ocupaban cada rincón de la Farmacia Bubu. Kazuha se adentró en la penumbra del local junto a uno de los miembros de la tripulación de la flota Crux, Xu Liushi.

—Está desierto —comentó cuando sus ojos se acostumbraron a la tenue luz.

—Bienvenidos a la Farmacia Bubu —habló una voz, cuyo tono a pesar de ser monótono, sonaba infantil. El tamaño de la habitación era tal que de encontrarse una persona en la misma, podrían verla desde cualquier ángulo, pero parecía haber nadie más que ellos y aún así, aquella voz demostraba lo contrario. La voz no había sonado distante y ante el rostro perplejo de Kazuha, el marinero sonrió divertido y se aproximó al mostrador.

—Esta pequeña de aquí es Qiqi.

Al seguir a su compañero, descubrió la mirada indiferente de una niña asomándose por sobre la madera descolorida del mostrador. La niña inclinó la cabeza para observarlos mejor; un extraño papel escrito con tinta negra le tapaba parte del rostro.

—Él es Kazuha —lo presentó Xu Liushi—. Espero que te acuerdes de mí, vine ayer con un pedido para la flota Crux.

Qiqi sacó un cuaderno de entre sus ropas y pasó las páginas hasta encontrarse con las últimas que habían sido escritas con tinta negra. Tras una fugaz lectura, lo cerró y pasó por debajo de la puerta del mostrador con un paso apresurado sin molestarse en abrir la puerta para pasar. El destello glacial de una visión llamó la atención de Kazuha.

—Este es tu pedido —dijo Qiqi, al detenerse frente a unas cajas al otro extremo de la habitación.

El marinero agradeció con jovialidad y empujó una de las cajas más livianas contra el pecho del distraído Kazuha para que la cargara. La pequeña portadora de la visión le había dado curiosidad. Su rostro era tan falto de emociones como su voz; no se asemejaba a los niños que había visto en las calles de Liyue. Siempre observaba a las personas que le interesaban, pero algo en ella repelía su mirada y lo inquietaba.

Bajó por las largas escaleras que llevaban a la farmacia. En el descanso, un niño protestaba con ojos brillosos sobre el sabor de la medicina que se vendían y tiraba de las ropas de su madre para impedir su visita a la farmacia. Así debían ser los niños. Si la joven no hubiera poseído una visión aquel encuentro no hubiera sido diferente de cualquier otro, ya se hubiera deslizado de sus pensamientos, pero aquello implicaba que había algo más que él desconocía. No pudo evitar ser invadido por cierta tristeza que quizá, no existía más que en los sueños que distraían su mente aún en la vigilia. ¿Qué había llevado a la Arconte de Hielo a entregarle una visión a una niña?

—Es extraño ver a una niña pequeña con una visión —comentó Kazuha, dándole voz a sus inquietudes.

—Su historia es digna de tus poemas —contestó Xu Liushi sin perder de vista los escalones bajo él—. Para que te des una idea, la niña es una zombi.

Días Olvidados [Kazuha / Tomo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora