II

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Kazuha sintió algo gélido y húmedo contra su rostro

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Kazuha sintió algo gélido y húmedo contra su rostro. Su cuerpo agotado le imploraba que descansara en ese lecho desconocido, pero a la vez, se contradecía temblando ante su frío tacto. Levantó los párpados y se encontró yaciendo sobre una oscura piedra; una extraña luminiscencia del color de la sangre se derramaba sobre ella. ¿De dónde provenía esa luz? Se incorporó con languidez, con la vaga intención de descubrir dónde se encontraba, y ahí fue cuando lo vio: un enorme sol carmesí que se desangraba en el horizonte. Inusuales nubes que se teñían de tonalidades similares formaban circunferencias a su alrededor, rotando en una moción letárgica. Más que un sol, parecía una herida fresca en el cielo. A pesar de su gran tamaño y cercanía, su calidez era imperceptible.

Kazuha se levantó con dificultad; todo su cuerpo temblaba. ¿Qué había ocurrido con la caverna? Intentó recordar y de repente, el horror lo azotó. El abismo. ¿Acaso había muerto? Era imposible, hubiera detenido su caída con su Visión como siempre hacía, pero no tenía un sólo recuerdo que evidenciara que lo hizo en esta ocasión. Contempló su alrededor, esforzándose de esquivar con la mirada aquel sol moribundo. No había límites en el lugar donde se encontraba. La piedra sobre la que estaba parado parecía flotar sobre una niebla infinita. Era similar a las estructuras rocosas suspendidas en el cielo de Liyue. Se aproximó al borde y miró hacia abajo. Entre la niebla, flotaban misteriosas figuras inertes y de dimensiones inconcebibles, pero la luz que lograba filtrarse hasta ellas era demasiado escasa para distinguir qué eran. Un aroma dulce y putrefacto parecía provenir desde las insondables profundidades. Kazuha retrocedió aterrorizado del borde y tropezó sobre la piedra. Temía que las figuras se movieran.

Abrazó su cuerpo congelado, bañado en el rocío de la niebla. Estaba paralizado. Todo movimiento era involuntario, no tenía control sobre sus temblores. He muerto se repitió una y otra vez. Quizá, tuvo que haber elegido ese camino hace tiempo. Algo destelló en el rabillo de su ojo: su Visión. Como siempre, emitía una luz verdosa, como un bosque calmo que sólo el viento podía estremecer. La tomó sobre sus manos y acarició la superficie empañada; el tacto era cálido. Las visiones no brillaban para los muertos.

Se levantó y contempló sus posibles caminos. La piedra flotante donde se encontraba estaba unida a otras por caminos que parecían de cristal. En una de las plataformas adyacentes yacía una fortaleza en ruinas, mientras que en el resto se elevaban diversas edificaciones que compartían el mismo nivel de devastación. Ignoró el horrible paisaje que le brindaba la transparencia del cristal y ascendió al palacio.

La mirada inquietante del sol lo observaba por entre las aberturas de las destruidas ruinas. Partes de los muros estaban caídos y los escombros se encontraban desperdigados por la enorme cámara. Kazuha lo atravesó con precaución, sin un rumbo premeditado. Si no escuchara sus pisadas y su propia respiración alterada, creería que había perdido la audición sin percatarse. No existía sonido alguno en este reino.Y tampoco nada que produjera viento y aún así, lo sintió: un leve disturbio en el aire, casi imperceptible.

Días Olvidados [Kazuha / Tomo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora