IV

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Poco había sido lo que Kazuha reveló sobre lo vivido en aquel reino de pesadillas

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Poco había sido lo que Kazuha reveló sobre lo vivido en aquel reino de pesadillas. Se había mostrado reacio a discutir el asunto y había alegado su memoria difusa a la extraña naturaleza del evento. Además, había dejado el último contrato con el demonio, aquel que le había otorgado la libertad a cambio de su sangre, fuera de toda mención. Tomo aceptó su explicación y, como había prometido, no lo juzgó.

O, al menos, así parecía.

Kazuha podía percibirlo: Tomo ocultaba algo. Cuando Tomo creía que Kazuha no le estaba prestando atención, este lo observaba con frialdad. Y cuando se atrevía por fin a enfrentar esa mirada, Tomo se limitaba a otorgarle una leve sonrisa que no reflejaba lo mismo que sus ojos.

A veces, en aquellas noches que no podía conciliar el sueño, veía las ropas de Tomo ondear bajo la luz de la luna hasta desaparecer y permanecía petrificado el resto de la noche, sin saber si lo volvería a ver. Anhelaba los días antes de la caza de visiones, pero por más que intentara replicarlos era incapaz de lograrlo.

Tomo viajaba junto a él, pero de cierta forma, se sentía ausente aunque estuviera a su lado. ¿Acaso se sentía obligado a no abandonarlo?

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—Detengámonos aquí —dijo Tomo y se recostó contra el tronco de un árbol, bajo la sombra de sus hojas—. El calor no es bueno para los muertos.

La justificación lo perturbó, pero se abstuvo de realizar comentario alguno. Sacó su pequeña libreta para distraerse y vagó por las orillas de un arroyo azulado en búsqueda de inspiración en sus alrededores. Y una y otra vez, sus ojos terminaron por posarse sobre Tomo, quien ahora intentaba recuperar su espada herrumbrosa del castigo del tiempo.

Habitaba un sueño del cual aún no había despertado. Por fin, había obtenido lo que más había anhelado, pero no le satisfacía. Tomo parecía otra persona; una reminiscencia vacua de su antiguo ser. Además, era víctima de dolencias que se rehusaba a confesar. Y lo único que se había mantenido constante entre ellos era que, en el final, Kazuha no era la causa de su sufrimiento.

Kazuha volvió junto a Tomo y se sentó cerca de él, bajo el mismo manto de sombras perturbado por el resplandor de las flores.

—Kazu —llamó su atención Tomo después de unos segundos de silencio—. Si quieres decir algo simplemente dilo.

—¿Qué te gustaría hacer?

—Volver a ver brillar mi espada —contestó sin un momento de cavilación. Para Kazuha era un caso perdido.

—No, me refiero ahora que has... vuelto. ¿Hay algo en particular que quieras hacer? ¿Algún lugar que te gustaría visitar?

—Me gustaría ir a Liyue. Los poemas que me has leído lo muestran como un lugar hermoso. ¿Cómo has hecho para abandonar Inazuma?

Días Olvidados [Kazuha / Tomo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora