En la laguna

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Franco llegó temprano a la cita. Estaba ansioso, no sabía muy bien qué esperaba de esta conversación ni que actitud tomaría Sara con respecto a lo que quería decirle.
La escuchó antes de verla. Su corazón se acompasó con los cascos de Sexto al galope y respiró hondo para prepararse. Como siempre, Sara iba magnífica a caballo, con una postura impecable y el aire de quien se siente completamente a gusto donde está. Al verla aparecer entre los árboles no pudo evitar sonreir y se sorprendió al verla esbozar una sonrisa a cambio. Sara bajó del caballo con un movimiento veloz, antes de que él pudiera acercarse a ayudarla como solía hacer.
Se acercaron, algo incómodos, sin saber muy bien como saludarse.
- Buenos dias Franco- llevó su mano al ala del sombrero en un gesto automatico.
- Buenos dias Sarita, cómo estas?- se llevó las manos a los bolsillos.
- Muy bien, gracias. El dia está ideal para un paseo- dijo, sentándose a la sombra de un árbol en su rincón favorito de la laguna. Franco se sentó cerca y recorrió el paisaje con la mirada.
- Creció mucho todo, no? Esas matas eran pequeñitas la ultima vez que las vi, están enormes.
- Han pasado años desde que estuviste aquí- la amargura le tiñó la voz y carraspeó antes de seguir - y la temporada pasada fue muy lluviosa, la vegetación se salió un poco de control con tanta agua.
- Que ganas de volver a ver una temporada de lluvias - Sara lo miró, inquisitiva - No abundaba el agua en el desierto, pura arena y sol.
Sara asintió en silencio y hurgó en la alforja que habia traido. Sacó dos sandwiches envueltos en papel y le tendió uno. Franco sonrió ante el gesto y sonrió de nuevo cuando lo abrió y se encontró con su combinación favorita. Musitó un "Gracias" y comieron en silencio, mirándose de reojo.
- Sara, yo...
- Mira Franco...
Dijeron al mismo tiempo y Franco le hizo un gesto para que hablara ella primero.
- Mira Franco, ya sé lo que te ha pasado. Tus hermanos, al fin se dignaron a explicarme qué pasó y cómo te encontraron.- giró el cuerpo para poder mirarlo de frente - Yo no dudo de que eso sea cierto. Definitivamente es mas realista que todos los escenarios que monté en mi cabeza- agachó la mirada y Franco le levantó la barbilla en un gesto casi inconsciente. La tristeza en los ojos de Sarita era tan profunda que le rompió el corazón.
- Perdón, Sara, yo no sé...
- Déjame terminar, por favor - se enjuagó una lágrima que se le habia escapado y continuó - ¿Tú te imaginas si yo te hubiera hecho lo que tú me hiciste? ¿Si hubiera estado presa en un pais lejano y tú aquí, sin saber nada de mi, con unos papeles de divorcio como único final de nuestra vida juntos? - lo miró a los ojos y pronunció con la voz quebrada- Yo jamás te hubiera hecho algo así, Franco Reyes. Jamás. - y estalló en llanto.
Sintió los brazos de Franco estrecharla con fuerza y se derritió contra su pecho solido, dejando salir la angustia que había acumulado en silencio durante años. Le acariciaba la espalda suavemente, dibujando con sus dedos patrones imaginarios y ella lentamente fue recuperando la compostura. Se alejó un poco y revolvió la alforja hasta encontrar un paquete de pañuelos de papel, con los que intentó arreglarse un poco.
Franco le miró la nariz roja, los ojos hinchados y las infinitas pecas mientras ella se hacia un rodete para sacarse el pelo de la cara. La habia visto de todas las maneras y su belleza lograba desarmarlo cada vez. No se perdonaría perderla sin intentarlo. Respiró profundo y comenzó a hablar.
- Sarita, lo hice todo mal. Le di tantas vueltas al asunto en estos años y sólo puedo pedirte perdón porque hice todo mal. - Sara lo miraba con algo de sorpresa - Me metí en un negocio arriesgado y me asesoraron mal. Entré en pánico, porque estaba en riesgo nuestro patrimonio, todo lo que habiamos construido juntos con tanto esfuerzo y no supe como hablar contigo.
- ¿Pensaste que no lo entendería, que no te perdonaría? - Franco negó con la cabeza.
- Imaginé que te ibas a cabrear muchisimo y que tendria que pasar una temporada durmiendo en el estudio- se sonrieron - pero me daba una culpa inmensa pensar que tendrias que pasar penurias o resignar cosas por mi torpeza. Mis hermanos me insistieron con que no te dijera hasta no tenerlo resuelto, pero las cosas fueron de mal en peor tan rápido. Lo íbamos a perder todo en un abrir y cerrar de ojos.
- ¿Y por eso el divorcio?- él asintió - Siempre me pregunté por qué me habias favorecido tanto en la división de bienes, pensé que habia sido la culpa que te daba dejarnos y no volver.
- Estaba desesperado y en el momento parecía la única opción. Tenia que preservarlos a tí y a nuestros hijos, tenia que dejarles algo a salvo. Firmar esos papeles fue el principio de una agonía muy larga, Sara. Te prometo que lo unico que quería era pasar la vida a tu lado, éramos tan felices.- la vió llorar en silencio y decidió continuar - Cuando viajé la ultima vez, creí que iba para negociar, pero me metieron preso. Sin juicio, sin posibilidad de defenderme ni de comunicarme.
- ¿Tus hermanos sabían donde estabas? ¿Sabían que estabas prisionero? ¿Cómo puede ser que no te hayan ido a buscar? - cerró los puños, impotente- Si yo no hubiera estado tan segura de que me habias dejado por voluntad propia, hubiera movido cielo y tierra para sacarte de ahi.
- Lo sé, mi amor - le acunó el rostro con las manos y le acarició las mejillas húmedas - no sabes las veces que te imaginé irrumpiendo con tu escopeta, amenazando con fritar a tiros a quien fuera si no me dejaban ir. - Se rieron los dos entre las lágrimas y Sarita se inclinó hasta unir sus labios con los de Franco en un beso. Él, sorprendido, tardó un instante en reaccionar pero sus manos conocían el gesto y la atrajo hacia si para besarla con avidez. Ella se aferró de sus antebrazos y sonrió en el beso, perdida en la sensación de los unicos labios que quería probar en su vida.  Fue solo cuando una de sus manos comenzó a bajar por su costado y se acercó peligrosamente a sus pechos que Sara se apartó de él y abrió los ojos. Él, como siempre, la habia besado con los ojos abiertos y ahora la miraba con una sed que no le habia visto jamás.
- Perdoname Franco, yo no sé que me pasó- se apuró a decir, avergonzada- fue un impulso, pero no quiero quiero que pienses que...
- Sarita, ya. - la interrumpió- nos conocemos hace mucho y sé que esto no significa que todo está olvidado y perdonado.
- Me hiciste muchisimo daño, Franco. No sé que hacer con eso- el le tomó las manos y las apretó con suavidad - pero te eché tanto de menos.
- Y yo a tí, a ustedes. Pensaba todo el tiempo en qué estarian haciendo, en cómo estaria Andres en la escuela de música, en qué carrera habria elegido Gaby despues de terminar el colegio. Me preguntaba si habrías sacado todas las fotos mias de la casa, si estarias furiosa, si ya habrias encontrado a alguien mejor, alguien que pudiera hacerte reir de nuevo.
- No hubo nadie - lo miró entre las pestañas, con algo de coqueteria- tu sabes que nunca me interesó alguien que no fueras tú.
- ¿Ni siquiera el Demetrio ese, el amigo de tu madre?- tuvo que morderse la lengua para no preguntar más.
- A mi madre le hubiera encantado, pero no, de ninguna manera. Me produce una sensación tan incómoda cuando se me acerca, no me gusta ni que me toque ni que me hable al oido - se estremeció.
- ¿Ese señor te habla al oido?
- Alguna vez - sintió que le subía la sangre a las mejillas- pero siempre logré poner distancia. Dominga me salvó alguna vez también.
- A esa mujer no le pagamos lo suficiente, me parece.
- No seas bobo, Franco. - le dió un golpecito en el hombro y el la empujó en broma. Se miraron a los ojos, sin hablar y se perdieron. Un trueno sonó en la distancia.
- Creo que se te va a cumplir el deseo de la lluvia - rompió el silencio Sarita.
- Deberiamos irnos antes de que llegue la tormenta. - Franco se acercó, le dejó un beso  en la comisura de los labios y se dirigió a donde tenia atado al caballo.
- Oye Franco - escuchó decir a Sarita, que ya estaba montada en Sexto - sabes que puedes visitar a tus hijos cuando quieras, no? Y recorrer los terrenos; son tuyos también. Franco asintió con una sonrisa. Un trueno los interrumpió nuevamente. Se despidieron con un gesto y emprendieron el regreso.

Si quieres prende con mis cartas una fogataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora