🐺 CAPÍTULO 2 🐺

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Ella regresó a la profundidad de mi mente, me ofreció de forma voluntaria el control. Estaba molesta, sabía algo que implicaba al desconocido y no pensaba decírmelo; tampoco establecer relación alguna con él. Solo quería que nos fuéramos de este condenado sitio sin mirar atrás.

—Mía, solo mía —me estremecí al notar la gravedad de la voz de mi Muse, más no me sentí cómoda con lo que dijo.

Esas palabras resonaron en mi mente. Me dieron la sensación de que la libertad se escapaba de mis manos, de todos los poros de mi piel. Asustada y confusa retrocedí por instinto, solté un quejido de dolor. Mis heridas estaban curadas, pero este permanecía, creaba caos por todo mi cuerpo.

Ella pidió locura, destrucción, cualquier cosa con tal de alejarnos del hombre atractivo que durante un rato me analizó con la mirada. Hasta que el ceño se le frunció, la nariz se le arrugó un poco y un gruñido salió de su garganta.

Di unos pasos adelante con recelo, no comprendía tal actitud o qué pudo causarla. Ella que, como no, todo parecía saberlo confirmó que conocía la razón. Una carcajada que solo yo oí en mi cabeza, provocó que mordiese el interior de mi mejilla.

—¿Eres muda? —preguntó él, su voz me indicó cuán enojado estaba.

Me permití detallar cada centímetro de su rostro, con tal de no centrarme en el lío que era mi mente. Sus iris eran de distintos colores, uno ámbar y el otro verde, el cabello negro hacía que esos impactantes ojos destacasen mucho más. El toque final eran los pómulos salientes y el ceño, el cual todavía mantenía fruncido.

—No, no soy muda —quería conocerle, ir en contra de lo que se me exigía.

—Sígueme, necesitas quitarte esa sangre de encima —empezó a moverse en dirección a la salida.

Una mueca de desaprobación trató de invadir mi sonrisa. Era ella, quien deseaba reírse en su cara porque no toleraba las órdenes de nadie. En el proceso me había contagiado su ira. Suspiré hondo, necesitaba dejar de lado esas emociones que me embargaban. La única razón por la que decidía seguirlo, era por la fragancia maravillosa que despedía y la seguridad que sentía a su lado.

Cuando salimos del lugar, que resultó ser un edificio abandonado en pleno bosque, casi acababa el día. Contemplé por un instante el cielo y luego, me giré para ver lo que fuese mi prisión. Ella sonríe en mi cabeza, más que complacida con la muerte de todos esos miserables.

Mi Muse se dirigió hacia mí, me pidió que esperase y regresó al interior del edificio. Volvió un rato después, con una mujer cubierta de sangre en brazos. A unos pasos de nosotros noté una camioneta que asumí, era suya. Colocó con delicadeza a la mujer en el asiento trasero y entró otra vez, regresó con otra en la misma situación que la de antes. Cuando ambas se hallaban dentro de la camioneta montó en el asiento del conductor, se puso el cinturón y abrió la puerta. Me senté a su lado e imité su acción.

Puso el auto en marcha y bajó hacia la carretera cercana. Por un rato nos mantuvimos en silencio, él estaba concentrado en manejar mientras yo admiraba el exterior.

—¿Cuál es tu nombre? —él fue el primero en romper el silencio.

—Hellas, ¿y tú?

—Aster —abandonó por un instante la vista en la carretera para fijarla en mí. Notar mi reflejo en sus ojos dispares provocó que me estremeciese.

La sensación de mantener la distancia todavía persistía, el luchar por una libertad que recién había conseguido también y todo me lo trasmitía ella. El silencio volvió hacer acto de presencia, mis ojos cambiaron de objetivo, regresaron al espectacular paisaje.

Almas de sangre (Completa en Dreame/Sueñovela y Manobook) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora