🐺 CAPÍTULO 8 🐺

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Distinguía voces vagas que provenían de la realidad. Se quejaban de que mi cuerpo se hallaba frío al tacto, de que parecía muerta, pero mi respiración leve afirmaba lo contrario: Me hallaba en la ligera franja entre la vida y la muerte.

La cálida sensación del sol sobre mi piel, el pasto que me guiaba junto al frescor del viento y las voces nostálgicas, me confirmaban que estaba en ese profundo lugar de mi mente. Cual fiel molestia, el ardor que causaba la máscara todavía me acompañaba. Aquella cosa que llevaba en la realidad, era capaz de afectar mi alma.

—Das pena con esa cosa en tus ojos —Hélade recogió una florecilla y la colocó en mi cabello —He de aplaudir tus grandes esfuerzos por sabotear nuestra libertad —aunque un leve sarcasmo la teñía, su voz se escuchaba desapasionada.

Suspiré hondo, ella era experta en aumentar la sensación de ser miserable que me dominaba. Intenté darle una cachetada, pero ella agarró mi mano antes de que le tocase el rostro.

—Es imposible que tus emociones lleguen a mí —Hélade susurró en mi oído, su aliento se tornó frío.

—Ojalá me acompañarás en la soledad —ignoré el dolor creciente que provocaban sus dedos alrededor de mi muñeca, le dediqué una sonrisa triste.

Cuando Hélade me soltó acaricié mis hombros, no dejaba de tiritar debido al brutal cambio en la temperatura. El espacio comenzó a desvanecerse, cerré los ojos debido a las ventiscas. Por unos eternos segundos, ni siquiera era capaz de guiarme por mis otros sentidos.

«Abre los ojos» Hélade acarició mi barbilla, a diferencia de otras ocasiones, fue delicada.

Las punzadas en mis sienes se tornaron rítmicas. Abrí los ojos con dificultad, ardientes lágrimas de sangre recorrían mis mejillas. Un sitio cavernoso e incluso oscuro me daba la bienvenida.

—No recuerdo nada de esto -mi voz era más aniñada, escuché la risa de Hélade en mi cabeza.

«Admira tus pequeñas manos, notarás que tu cabello es más corto. Además, amas sentir la frialdad de suelo, por ello estás descalza»

Antes de poder preguntar, por qué solo ella conservaba tales memorias, alguien me envolvió entre sus brazos.

—Te amo, mi niña, eres el mayor tesoro que he podido traer al mundo.

Al alzar la mirada mi pecho palpitó por el dolor. Sabía a la perfección que aquella voz pertenecía a mi madre, mas la niebla le cubría el rostro.

—Yo también, mamá.

Incapaz de controlar mi cuerpo, dejé atrás su calidez e hice que me persiguiese. Mi madre me alcanzó en unos segundos, me cargó e hizo girar en el aire.

—¿Quién es el mayor tesoro de mamá? —tras dejarme en el suelo, ella despeinó mi cabello.

—¡Yo!

Reí a carcajadas mientras tomaba la mano de mi madre. Ella me llevó ante dos tronos de piedra oscura. Un hombre de cabello oscuro, junto a una mujer de piel dorada, eran los respectivos ocupantes. Parecían complementarse, pues esta emitía un aura más brillante y él una oscura.

—¡Abuelos! —corrí hacia ellos y fui recibida por la mujer, la cual me sentó en su regazo.

Mientras quien resultó ser mi abuela, me trenzaba el cabello dejé atrás la tranquilidad. Aunque anhelé quedarme en esta memoria, la visión de todo mi entorno volvió a desaparecer. Me hallaba en ese sitio florido que siempre aparecía en lo profundo de mi mente. A mi alrededor, con solo pensarlo, se crearon mariposas.

Noté varias personas con rostros neblinosos cerca, todas esperaban ansiosas que hiciera más. Me arrodillé para posar mis manos sobre el césped. Al separarlas, una inmensa flor que parecía cristal germinó. Todos los presentes aplaudieron, alguien me alzó del suelo.

Almas de sangre (Completa en Dreame/Sueñovela y Manobook) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora