Pasó una semana desde que fuese condenada a llevar la máscara y con ello, mi preciada libertad desapareció. Decidí entregar el alma a mi Muse, acabé sumergida en el fondo de un pozo de dolor y odio como Hélade predijo. El cansancio pesaba sobre mis hombros, trataba de estar despierta porque incluso en mis sueños sufría. En ellos siempre traía la máscara además, recuerdos que no reconozco como míos conseguían que me sintiera miserable al despertar.
Aster venía todos los días con la misma propuesta: Solo me soltaría si permitía que dejase una marca en mi cuello, la cual indicaría a todos que era suya. Quería que fuese la luna de su manada y la madre de sus cachorros. En respuesta, Hélade tomaba mi lugar y permitía que ambas llevásemos las riendas. Reía a carcajadas, le desafía con la mirada o elegía ignorarlo, dependía de cuan enfadada estuviese.
La oscuridad se convirtió en mi única aliada, solo confiaba en mi audición y en mi olfato para que fuesen mis ojos. La cercanía de unos pasos, el aroma de Aster que evocaba al bosque, me regresaron a la realidad. Tenía sentimientos encontrados con mi muse, la repulsión iba de la mano con la necesidad de tenerle cerca.
—Luna, acepta de una vez mi propuesta —con el dorso de la mano, Aster me acarició la mejilla.
¿De verdad creía que me haría cargo de estos insignificantes lobos? No sentía ninguna necesidad de cuidar o proteger a nadie. Negué con la cabeza, Aster tomó un mechón de mis cabellos para colocarlo detrás de mi oreja.
—Eres mía aunque te niegues aceptarlo, no lo olvides, Hellas —tales palabras, y el hecho de que pasara el pulgar por mi labio inferior, me estremecieron.
—No es solo Hellas, lobito.
Mi voz se escuchó distorsionada, como si dos personas hablaran a la vez. Aster, que se levantó para irse, regresó a mi lado.
—A veces pareces otra, comienzo a creer que la que me habla no es la misma.
—No te debo explicaciones, lobito, déjame en paz —siseé con odio.
Aster gruñó y agarró mi barbilla con brusquedad.
—Me debes respeto, Luna.
—Y tú me debes la libertad, así que no te debo nada, lobito —dejé que en mi voz se notase el tono sarcástico y condescendiente.
Cuando Aster se lanzó a besarme, apenas rozó mis labios. Me congelé pese a que él intensificó el beso y no mostré reacción alguna. Sucumbir a la necesidad significaba dejarle ganar. Por ello, le mordí el labio inferior en cuanto tuve la oportunidad y saboreé la sangre con una sonrisa triunfal.
Una pequeña parte de mí ansiaba curarlo, la otra estaba tan enojada y le odiaba tanto que disfrutaba con su dolor. Incluso si sabía que compartíamos sensaciones, prefería el riesgo. Como acto reflejo, sus manos se cerraron alrededor de mi cuello. Una carcajada escapó de mis labios pese a la falta de oxígeno.
—Pierdes los estribos con facilidad, lobito. Podrán curarse las marcas que vas a dejar en mi cuello, pero el dolor jamás se olvida.
Casi suspiré de alivio cuando noté que Aster retiraba las manos de mi cuello, sin embargo, cometí un error al cantar victoria.
—Excepto una, mi querida Luna.
Fue lo último que escuché que salió de su boca, antes de que decidiera morderme.
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Almas de sangre (Completa en Dreame/Sueñovela y Manobook) ✔️
Hombres LoboHélade solo quería una vida pacífica pero, el destino decidió lo contrario... Toda su familia le dio la espalda y fue enviada al Tártaro, la zona más profunda del Inframundo. Tras lograr escapar dejaría que el corazón se le llenase de odio, que la v...