〔⚡〕VALHALLA | ❝ Cuando estoy contigo, es como si ya estuviera en Valhalla. ❞
Hilda Haddock fue entrenada desde niña para matar dragones, pero todo cambia cuando su hermano menor Hipo le abre un nuevo panorama.
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HILDA HADDOCK, ACTUAL JEFA DE BERK, LÍDER DE la primera utopía de vikingos y dragones, estaba a punto de arrancarse su pelirrojo cabello del estrés.
Mientras ella se ocupaba de la parte humana del pueblo, su hermanito Hipo, se ocupaba de la dragona. Se podría decir que el área de la mayor se encontraba perfectamente equilibrada, todos tenían una tarea para ayudar al pueblo a prosperar y si había alguna pelea, se solucionaba de inmediato. Por otro lado, los dragones estaban fuera de control.
Hilda había hecho todo lo posible para que las bestias se sintieran cómodas en su nuevo hogar, aceptaba las ideas de Hipo sin dudarlo, hasta otorgó el visto bueno para la locura de un "descendedor" de dragones. Pero tal parecía ser, que los reptiles les ganaban en número y ya no había ni lugar para caminar por la aldea.
— Vas a quedarte sin cabello— escuchó la voz de Eret, mientras alejaba sus manos de su cabeza.
— ¿Dónde está?— preguntó refiriéndose a su hermano, quién junto al resto de los jóvenes y su madre, fueron a rescatar más dragones— ¿Por qué todavía no han vuelto? ¿Sabes la cantidad de quejas que tuve hoy? Cincuenta... ¡Cincuenta!
— Tranquila, tranquila...— murmuró el hombre asustado al verla histérica, masajeando sus hombros para calmarla—. Deben estar volviendo.
— ¡Más les vale!— exclamó comenzando a caminar entre los Nadders, con Eret tras ella—. Puedo controlar al pueblo, pero a los dragones... ¡JA!— rió falsamente, asustando a varios Terrible Terror—. Con suerte puedo hacer que Camaleón me deje un espacio en mi cama, ¡mi cama!
Eret la detuvo del brazo para mirarla a sus azules ojos, los cuales últimamente se habían vuelto una debilidad para él.
— Respira— le sugirió, inhalando lentamente para que lo copiara.
Pero cuando ambos iban a exhalar, un gran golpe sacudió toda la tierra.
— ¡Amigos, conozcan a los nuevos berkianos!— la voz de Hipo se escuchó, provocando que el ojo de Hilda comenzara a temblar, alertando al morocho frente a ella.