capítulo 3

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Ojalá pudiera decirte cuánto te odio.

Pero no puedo.
Porque siento que si lo hago.
Te perderé para siempre.


Hoy no ha habido ningún café con leche esperándome en la sala.
No había ninguna sonrisa traviesa desde la encimera de la cocina.
Nadie me estaba esperando con esa mirada que hacía que sintiera mil mariposas.
No había nadie.
Sólo estaba yo.
Repasé una y otra vez los recuerdos que me quedaban contigo.
Ya no me acuerdo de nada.
Mi mente los ha eliminado.
Uno por uno.
Como si nunca hubiera pasado.
Como si lo nuestro nunca hubiera sido real.
¿Que si te sigo queriendo?
Quizás más que ayer y menos que mañana.
Pero me he dado cuenta de algo.
Y por mucho que me duela sé que es  verdad.
No puedo obligarte a quererme.
Porque tú jamás llegarás a hacerlo tanto como yo lo hago.
Nos merecemos ser felices.
Y tú no puedes darme esa felicidad, ahora lo veo.
Porque tal vez sí seamos almas gemelas.
Pero tendremos que buscarnos en otra vida.
Y puede ser que el capitán del barco se enamore de otra sirena.
Pero no sentirás lo mismo que sentiste conmigo, ¿verdad?
No soy la mujer que me prometiste que era.
No lo soy.

Tal vez el café con leche deba ir por separado.

Diario de un Corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora